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Señor Presidente: Usted es el padre de mis trillizos

—M... ¡Marissa! ¿Son mis hijos? —Los ojos de Rafael no se apartaban del rostro adorable de los niños. —No, Rafael. No lo son —dijo Marissa con una sonrisa fingida—. No son tuyos. ¿Recuerdas? —pestañeó de manera bastante dramática—. ¡Nunca nos casamos! Valerie Aaron, la hermana mayor de Marissa Aaron, dejó plantado a su novio ciego el día de su boda y se fugó. Para salvar las apariencias, la familia de Merissa le rogó que se casara con Raphael Sinclair. ¿La ironía? No se le permitió decirle a su esposo ciego que ella no era Valerie sino Merissa Aaron. El día de la exitosa cirugía ocular de Raphael, Marissa se enteró de que Valerie había vuelto para tomar su legítimo lugar como nuera de Sinclaire. Marissa intentó explicarle a su esposo que ella era la que estaba casada con él, pero él no le creyó. En vez de seguir convenciéndolo, la desconsolada Merissa decidió dejar la ciudad sin contarle su secreto. Raphael Sinclair era la definición clásica de una belleza impactante y era el único heredero del grupo de industrias Sinclair. ¿Qué haría él cuando se enterara que todo este tiempo la mujer que le ofreció su amor y su cuerpo no era Valerie sino su hermana menor Marissa Aaron? ¿Cómo reaccionaría al saber que era el padre de los bebés que Marissa llevaba en su vientre? ¿Iría tras Marissa para recuperarla? ¡Y la pregunta del millón! ¿Podrá Marissa alguna vez perdonarlo y volver a amarlo?

JessicaKaye911 · Urban
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328- Estabas Borracho

Valerie yacía en la cama, su cabello esparcido sobre la almohada. Parecía que un tornado había pasado por su habitación.

En la mesa de noche, su teléfono estaba boca abajo, rodeado de pañuelos, algunos hechos bola, otros arrugados y tirados en el suelo.

Las cortinas estaban abiertas, dejando entrar justo suficiente luz para destacar el caos. La ropa en el suelo, el desorden en su tocador, el rastro de zapatos lanzados sin pensarlo dos veces.

Tumbada inmóvil, su brazo colgaba de la cama, sus dedos rozaban el suelo, apenas moviéndose como si la energía se les hubiera drenado.

—¡Valerie! ¡Val! —no se movió al oír a mamá llamándola. La puerta se abrió de golpe, y ella entró—. Mira … ¡Oh, Dios mío! ¿Qué es esto?

La pobre mujer retrocedió impactada por la escena. Su mirada recorrió la manta que estaba amontonada al final, retorcida y enredada, con una esquina arrastrándose por el suelo.

—¿Qué es esto —susurró más para sí misma—, ¿estás bien?

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