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Señor Presidente: Usted es el padre de mis trillizos

—M... ¡Marissa! ¿Son mis hijos? —Los ojos de Rafael no se apartaban del rostro adorable de los niños. —No, Rafael. No lo son —dijo Marissa con una sonrisa fingida—. No son tuyos. ¿Recuerdas? —pestañeó de manera bastante dramática—. ¡Nunca nos casamos! Valerie Aaron, la hermana mayor de Marissa Aaron, dejó plantado a su novio ciego el día de su boda y se fugó. Para salvar las apariencias, la familia de Merissa le rogó que se casara con Raphael Sinclair. ¿La ironía? No se le permitió decirle a su esposo ciego que ella no era Valerie sino Merissa Aaron. El día de la exitosa cirugía ocular de Raphael, Marissa se enteró de que Valerie había vuelto para tomar su legítimo lugar como nuera de Sinclaire. Marissa intentó explicarle a su esposo que ella era la que estaba casada con él, pero él no le creyó. En vez de seguir convenciéndolo, la desconsolada Merissa decidió dejar la ciudad sin contarle su secreto. Raphael Sinclair era la definición clásica de una belleza impactante y era el único heredero del grupo de industrias Sinclair. ¿Qué haría él cuando se enterara que todo este tiempo la mujer que le ofreció su amor y su cuerpo no era Valerie sino su hermana menor Marissa Aaron? ¿Cómo reaccionaría al saber que era el padre de los bebés que Marissa llevaba en su vientre? ¿Iría tras Marissa para recuperarla? ¡Y la pregunta del millón! ¿Podrá Marissa alguna vez perdonarlo y volver a amarlo?

JessicaKaye911 · Urban
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237- Para, Delinda. ¡Solo para!

Estaban desparramados en el estrecho sofá de la oficina, besándose como dos adolescentes. Rafael nunca se había sentido tan completo y tan satisfecho con simples besos.

Nunca supo que besarse en el sofá mientras ella estaba encima de él podría ser tan electrizante.

Sosteniendo la parte trasera de su cuello, besaba sus deliciosos labios, y ella participaba con igual entusiasmo.

Ella era muy consciente de su pene erecto y no podía esperar a tenerlo dentro de ella.

—Umm, Rafael… —ella gimió antes de empujar su lengua en su boca. Él debía estar esperándolo porque la abrió de inmediato, dándole la bienvenida a su interior—. Tú… sabes… umm… tan bien…

Sus ojos se revolvían como solían hacerlo, cada vez que tenía este sabor a fresa en su lengua.

Su mano se deslizó hacia su trasero y lo amasó. Quería deshacerse de su ropa en ese mismo momento, pero otra vez el mismo pensamiento cruzó por su mente.

Ella merecía una cama.

—Marissa… vámonos a casa… —dijo entre besos.

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