—¿Qué tormenta? —preguntó Gabriel, ligeramente confundido.
Lo único que podía inquietarlo en este punto era si alguna Iglesia estaba tras él. Sin embargo, estaba seguro de que ninguna de las Iglesias sabía que él estaba aquí... Se había asegurado de ello. Entonces, ¿por qué tendría que huir?
—Realmente no sabes nada, ¿verdad? —suspiró Avilia, ligeramente sorprendida de lo ignorante que era este chico. Aunque también sabía que realmente no había manera de que él lo supiera. Incluso ella solo lo sabía porque estaba presente cuando al Señor de las Llamas le informaron sobre la ubicación donde la piedra se rompió.
—¿Qué es lo que no sé? —preguntó Gabriel—. No hay razón para ser impreciso. Sé directa. ¿Quién viene por mí?
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