El día había llegado en un abrir y cerrar de ojos.
Más de dos mil millones de hombres y mujeres se habían estado preparando meticulosamente y sin descanso durante nueve días enteros, decididos a aprovechar al máximo sus nuevos cuerpos y poderes.
Ahora mismo, los dos mil millones de soldados estaban vestidos con armaduras hechas del cuerpo del dios al que adoraban fervientemente.
El hombre en cuestión estaba parado al frente de su ejército, contemplándolos en silencio y con una mirada afectuosa.
En los últimos cinco minutos, Asmodeo y Erica habían estado dando un discurso bastante emotivo a los hombres, y las reacciones de la multitud eran extremadamente positivas y enérgicas.
Abadón habría dado un discurso él mismo, pero hoy estos hombres lucharían por esos dos en lugar de por él, por lo que era mejor que fueran ellos quienes lo hicieran.
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