Thea y Sabine miraban distraídamente al aparentemente tranquilo Abadón, mientras sentían una admiración relativa por todo lo que acababan de presenciar.
Los espíritus del fuego son, como uno esperaría, extremadamente combativos.
Usualmente pasan todo el día luchando entre sí en una lucha interminable por la supremacía, pero la llegada de tres nuevas caras a su dominio les dio nuevos objetivos sobre los cuales enfocar su agresión.
Pero por supuesto, Abadón no tenía ninguna intención de permitir que estas criaturas tocaran siquiera un dedo a su encantadora hija, y así él mismo se encargó de golpear a los espíritus llameantes.
Y Sabine y Thea habían observado todo el absurdo espectáculo, sintiendo cada vez más lástima por los oponentes con cada segundo que pasaba.
—Eso... requirió casi ningún esfuerzo de su parte —murmuró Sabine.
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