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Capitulo 17

En momentos como estos, a Luca le gustaría ser nombrado embajador del sombrero de aluminio, en lugar de Luca Soto, con un deje desabrido que solo sus progenitores entendían. Los números flotaban con gran velocidad ¡Al fin tenía una esquina a la cual aferrarse! Era sucia y polvorienta, llena de información que solo se le podría considerar como "cochambre", el sector del call center de una empresa un poco oscura, pero con cuidado tiraba de ella, revelando un pago por aquí, una beca para contratar gente por allá, un modelo de negocio que alguien descuidadamente dejó en su equipo personal sin contraseña por considerarlo información no importante: "Había que amar a todos los simplones del mundo, de ellos se construye la mayoría de la información privada que él tiene en su servidor".

La pista la trajo Haggard, el cual parecía por momentos más despierto que otros años. Había visitado cinco de las oscuras empresas que les recomendaron revisar, en cada una de ellas la historia se repetía: Había sueldos pagados (bien pagados al menos) con prestaciones debajo de la ley pero por encima de lo ilegal; no tenían contratos para el Servicio de Salud Público; sin embargo estaba perfectamente establecido que tenían seguros privados para gastos médicos y legales; no había aportaciones para retiro ni para las casas subsidiadas…

Una semana después de búsquedas, la amante del encargado de seguridad informática recibió la contraseña del sistema de Internet de la compañía, esta la usó en un teléfono desprotegido y de pronto dentro del big-data unas cuantas referencias cruzadas vendieron sus resultados al merodeador programado por Luca, cinco mil billetes verdes transformaron series de dígitos en una prestación más: Un cheque de caja para quien cumpliera diez años con la empresa por una suma 30% superior a la establecida por la Ley de Vivienda, algo verdaderamente impresionante.

La botella de lustre rojizo al tacto de la persona activa su pequeña unidad de energía, la cual usa unas resistencias para calentar la bebida al momento de su apertura. Lástima el regusto metálico, pero era el sabor principal lo que contaba: A residuos sobrecalentados, un color turbio, con un regusto dulzón, la marca no mentía era el original "Café Gutierritos", el único que se asemejaba a su brebaje diario expedido por la máquina que lo quiso espiar.

― ¡Señor, sin rastro la señal! ― Le dice Jürgen. ― Sigue buscando Jürgen ― Con aras de angustia.

― Descuide que aún me falta el proveedor y el fabricante… ¡lo encontraremos! ― Responde con una mirada segura y esperanzada.

Tras esa breve interacción la oficina queda en silencio, a pesar de ser solo dos los que hablaron los otros tres integrantes escucharon todo, ninguno se desprende de sus audífonos, configurados con los registros auditivos, no importaba cuánto fuese el ruido ambiental, ellos solo escucharían lo que su equipo estuviera tocando en ese momento y las voces registradas. Pese a la pausa, no deja que los números lo rebasen, descendiendo con la prisa de la información breve e inocua los diversos filtros trabajan separando la basura, de la basura menos apestosa, la que vista desde un ángulo determinado era posible ver de qué iban embarradas, potencialmente de algo útil.

Tras terminar el turno, todos abandonan sus estaciones, no descuidadas, para nada, cada una de ellas tienen protocolos de encriptación y de bloqueo o hasta de explosión en caso de tratar de entrar o de incluso desconectar algún periférico. Nadie entraba a su "zona sub-zero" por el frío y porque sabían que estos locos eran "perfectamente capaces de volar el lugar". El calor es lo primero que asalta sus pálidas complexiones, un calor enorme hace que los cuerpos comiencen a gotear todo líquido contenido en sus cuerpos, pero era normal, la temperatura de 29 grados en la tarde de junio era abrumadora para personas habituadas a los 14, pese a que fue solo 20 metros al descubierto. Se escuchaba el jadeo de todos en su lucha por llegar a su transporte estacionado a cielo abierto.

El interior daba una tonalidad azul muy sutil, lo cual era señal de un sistema de enfriamiento basado en gases nobles que permitían la pureza del aire, manteniendo su calidad al nivel de los servidores. Sin importar su transporte todos los técnicos tenían este sistema, el cual no existía para vehículos pero unas cuantas reparaciones no justificadas les permitió conseguir las piezas necesarias. Hacía ya una década que ambientalistas advertían sobre los riesgos generados por este sistema en los ecosistemas de insectos, personalmente le importaba muy poco a esos obsesivos.

Por la noche también escuchaba a su personal. Hacía tiempo que ninguno desconectaba sus membranas auditivas, no era necesario. Cenaban y hacían comentarios ácidos sobre lo que aparecía en sus feed, después se conectaban a algún juego de inmersión para no soñar en comerciales, el último en dormir era Luca, siempre realizaba comprobaciones a la seguridad de su sistema, orgullo de toda su vida, justo cuando las luces de la habitación marcaban las dos a.m. Escuchó unos pasos, una mirada rápida lo mostró en sus habitaciones vacías, unas cuantas tarjetas madres montadas en los muros, algunos póster sobre "Turing" y un paquete de tarjetas programadas en fortran.

― No el original, una versión que recibía membranas de silicón con perforaciones que permitían determinar la evolución de la programación en su escuela ― Pero nadie estaba ―¿Quién se despertará para ir al baño? Les recuerdo que no tenían que ser tan ruidosos ― Un mal chiste al que nadie contestó. Un poco inquieto recurrió a la terminal de controles auditivos, el sonido venía de la membrana del interno, un chaval bastante listo que al no tener como terminar su carrera mediante la especialidad terminó en la oficina y se adaptó tan bien que por debajo del agua era mantenido por todos, no podía ser diferente, el niño no tenía posibilidad alguna de titularse al haber realizado su servicio en un lugar maldito como este.

― Mirto, vete a dormir ―Le dice angustiado.

― ¿Uh? ― Le mira a los ojos.

― Mirto ¿Qué pasa ahí? ― Le pregunta pero él ni se inmuta ― ¡Contesta! ― Sin mucho problema se conectó a la terminal de juego en la que Mirto ganaba unos dólares extra sin decir a qué se dedicaba, acababa de desconectarse ― Mirto escapa, estoy mandando a la policía.

Cuando el panel tenía el último 1 en la marcación, un grito desgarrador despertó al resto del equipo, el saludo de la operadora se impuso al silencio de la habitación, un portazo marcaba la salida apresurada de Luca, mientras gritaba instrucciones al servicio de emergencias su mente iba delante de sus pies, sus manos jugando con los controles en total frenesí. Tenía que llegar a tiempo… aún cuando sabía que ese deseo era solo su ilusión.

Los juegos son liberadores, acciones que solo pueden ejecutarse cada ocho horas, justo en los momentos que dan la comida, los cuerpos se estiran, se relajan, se soban las partes enrojecidas por el exceso de inmovilidad, nadie los lamenta, pero una niña está en medio de un ruinoso juego de fuerzas entre varios niños. Ahoga un grito pero una mano evita su caída.

― ¿Estás bien?

― ...

― Deja que jueguen, sé que no tienes interés en moverte, pero esta es una realidad fracturada, no podemos quedarnos aquí mucho tiempo.

― Pero estamos solos.

― No llores. Nada ganarás con ello, hemos estado juntos muchos años ¿No? ― Sí, siempre estuviste para mí, para mi amado.

― No está más aquí, él te amaba y a sus esposas, pero aquí, aquí estamos solos

― ¿Qué haces?

― Me entreno ― Los pequeños músculos se estiran y contraen mientras hablan ― No hay energía del cielo y la tierra así que entreno el cuerpo para tener la fuerza al escapar.

― Pero son adultos más fuertes, sin tu entrenamiento ¿Cómo podrás hacerlo?

― Hay más de un modo de ser fuerte, esta vez estoy preparando el cuerpo, ágil, decisivo. Seré un asesino de la neblina roja.

― Pero así nunca regresarás a nuestra aldea, el patriarca depende de tus habilidades para que la familia no se hunda.

Los interrumpe la comida, alimentos entregados en carritos sin tripular, una bandeja para cada uno, el personal trae bastones y algunas armas.

― Podemos escapar, nadie nos ve.

― ¿No lo sabes? La última vez que tardaste en regresar uno de los que te golpeó trató de romperles la rótula con una técnica bastante cruda, sin embargo ese bastón corto disparó un rayo, el pobre casi pierde sus meridianos.

― Entonces ― Un condimento amargo cae gota a gota en un batido rosa oscuro ― ¿Qué nos queda?

― No me puedo ir... ― Un fugaz tono de voz zumba en sus oídos ― Aquí hay alguien que debo encontrar.

Todos comen en silencio. Saben que serán atados nuevamente, pero él no tenia duda, así comiera gusanos y raíces se volvería fuerte, aquella que dijo: "Aquí dejo a mis hijos" esa tendrá que verlo de frente, no importa las vidas que pasen.