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Capítulo 2: Los Ojos de las Rosas

La niña llevaba ya una semana en el castillo y no abría los ojos, ni emitía sonido alguno. Comía y bebía leche materna de una nodriza, aunque su aspecto había mejorado visiblemente, Alana no podía aplacar su preocupación por la niña. Había conseguido una nodriza que la cuidara, ya que ella tenía responsabilidades con los guerreros de la casa del Señor del Invierno, solo podía regresar a sus aposentos al anochecer y llegaba aturdida con la fatiga de cada día.

-¿Está dormida?

Preguntó suavemente cuando entró a su habitación el sábado por la noche. La niña yacía en su cunita de madera, rodeada de mantas y comodidades. La nodriza le sonrío desde la esquina de la habitación, la que estaba junto a la ventana y la cuna.

-Nunca se sabe cuándo duerme. Ella es tan tranquila, es la niña más silenciosa que he conocido.

-¿Crees que tenga algún problema?

Alana se acercó a la cuna y tomó a la bebé entre sus brazos, la niña se acurrucó contra ella, lo que hizo que los labios de la capitana se estiraran en una sonrisa. La nodriza testificó por primera vez la conversión de un guerrero vampírico. Por primera vez, se sintió segura de que la vampira no quería criar a aquella creatura por razones meramente egoístas.

-Hablé con el doctor Carsselll en la mañana. Revisó a la bebé y me dijo que abrirá los ojos hasta que le pongas nombre.

-¿Solo eso?

-Los humanos necesitamos un nombre.

Alana meditó con extrañeza sobre el nombre correcto que debería ponerle a la pequeña. Quería un nombre que fuera dulce y fuerte, el balance perfecto. La contempló unos segundos, sumergida en su reflexión, acarició su mejilla rosada con ternura y entonces lo supo.

-Ruellan.

En cuanto pronunció la palabra, los párpados de la niña se rizaron para revelar unos ojos enormes y rosados. Eran tan claros y suaves que la capitana y la nodriza casi cayeron sobre sus espaldas por la impresión. Alana había visto ojos de todas las formas y colores, pero nunca ojos de aquel color. La niña sonrió espléndidamente para la capitana, quien la sostenía con aún más ternura contenida. La niña seguía sin emitir ruido alguno.

-Es bellísima.

Dijo la nodriza, cuya mirada de asombro permanecía clavada sobre la angelical creatura. La vampira solo pudo asentir, en completa sintonía con los pensamientos de María.

-María, creo que deberé matar a un par de futuros prospectos cuando esta niña florezca.

La nodriza estalló en una carcajada.

-Señora, seremos dos.

Con esto, ambas mujeres quedaron unidas inesperadamente en una amistad que duró años después.