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Capítulo 10

Tras haber dejado a Dasarha en su nuevo hogar me dirigí al mío, al llegar lo primero que divisé fue un festín ostentoso lleno de individuos glamurosos. No había quien sintiera la ausencia de las pérdidas sacrificadas, solo yo era la excepción. Me fui a mis aposentos y me encerré por un largo tiempo para adquirir todo conocimiento que me faltara obtener. No soy alguien que guarde luto por las pérdidas de mis compañeros.

Los segundos se volvieron minutos, los minutos horas, las horas días, los días semanas, las semanas meses, los meses años, y los años hicieron de mí añicos. Por primera vez no quería permanecer en este mundo en el que me siento insatisfecho y patético. A los mejores veinticuatro que admiraba, los odie tanto que no podía ni siquiera mirarlos. Pensé ilusamente que lo ocurrido con anterioridad sería un freno para sus juegos absurdos, no obstante, crearon algo que era rotundamente prohibido para nosotros, el "orbe".

No podía comprender cómo es que se permitió su creación. El único que podía autorizar dicho objeto era el líder, y cuando quise oponerme ante el que concedió ese artefacto, me di cuenta de que ya no existía un líder, solo veinticuatro individuos que sostenían la batuta del cargo.

La explicación que se nos dio para su ausencia fue "traición". Y aquel que estuviese en desacuerdo con la creación de un orbe de alma, sería torturado hasta que deseé morir.

La función del orbe es tan compleja; ya que esta toma nuestros deseos y busca quien los haga realidad. Si el deseo no coincide este se deshará de inmediato del ser inservible. Tenemos anhelos caprichosos, por lo que el orbe puede cambiar de objetivo si así se da el caso.

El vínculo del orbe y el alma es sencillo; ya que el orbe es el que se encarga de buscar al portador y cuando al fin lo encuentra, se une a él; haciendo que este active un instinto de querer cumplir una misión mutua. Claro que se les concede beneficios como también pérdidas. Si te da fuerza, te quita inteligencia y si te otorga belleza, puede que destroce tu personalidad. Siempre que el orbe entregue, terminará arrebatando algo; porque su misión es hacer de gente inocente un juego que nos entretiene. Nosotros nos limitamos a observar, mientras ellos comienzan a actuar.

La creación de este artefacto es complicado, por el simple hecho de que no cualquiera tiene la fuerza de voluntad para crear el objeto. Tiene que existir una entrega total de nuestra esencia sin tenerle miedo a la muerte. Ya que, si nuestro deseo más intenso se vuelve orbe, tenemos que ser conscientes de que si se fusiona nuestra esencia (alma) a través del orbe con el alma de alguien y este muere por causas suicidas y no naturales, accidentales u homicidas, dejaremos por completo la existencia en todo sentido. Una existencia que no muchos estamos dispuestos a dejar.

A saber de esto, solo dos de los veinticuatro lo lograron. Ambos dejaron que los orbes se trasladarán al mundo de Azaruth y optimistas esperaron a que su orbe encontrará portador, por el contrario, sus deseos parecían ser tan complejos que ninguno ser era merecedor de vincularse con su orbe.

—¡Malditos artefactos! —Vociferó Raymund, uno de los dueños del orbe— ¿Es tan difícil encontrar a un ser con mi misma ambición?

—Llevan años sin moverse de lugar —Expresó Lauren con decepción, pues tampoco su orbe encontraba portador—. Deberíamos ir y traerlos de vuelta, ya que tardará bastante el querer cambiar nuestro anhelo.

—Me alegro bastante de que no les funcione tal cual. —Solté, mientras me sentaba a su lado admirando a sus orbes perezosos desde un artefacto vigilante.

—No es que no funcionen. —Agregó Cecilie, otra de los mejores— Solo que aún no nacen sus portadores.

—¿Qué?, —Cuestione anonadado— ¿A qué te refieres con que "aún" no nacen?

—mi poder me permite ver a través de otro individuo sus líneas ya establecidas y las vidas de aquellos que aún no existen, pero que se verán involucrados en su vida. —Explicó— Mis ojos nunca se equivocan, cuando miré a Azaruth a los ojos el día que tratamos de detenerlo, me mostró sus diez líneas.

—¿Cómo qué líneas? —Pregunté confuso de su don.

—Haber Dael, llevas conviviendo con nosotros siglos y no sabes acerca de las grandezas que poseemos.

—Son unos estirados pretenciosos. —Me queje hacia el comentario de Raymund— ¡Solo díganme!

—Las líneas me dejan visualizar por completo su vida. —Comentó— Si yo los miro directo a los ojos, ustedes sin saberlo o quererlo me permiten ver sus líneas. Obviamente con ustedes no puedo hacerlo, debido a que tienen cierta protección por su poder, es como un escudo que repele mi intención; incluso el más débil de nosotros no me dejaría indagar en él. En otras palabras, si observó los ojos de alguien ajeno a nuestro círculo, puedo divisar las líneas necesarias de su vida y distinguir sus diversos finales, aunque sus finales no cambian, siempre terminara de alguna forma igual, no importa la diferente línea que tomen.

—¿Azaruth? —Cuestiono Raymund— ¿Qué ese hombre no está casi muerto?

—No, —Respondió Cecilie, mirándome directamente— Azaruth nació para ser nuestro juguete en todas sus líneas, —Musito para mí, sabiendo que fui el responsable de ayudarlo de cierta forma— además la primera mujer de ese hombre cuyos ojos son tan dorados como el oro, está destinada a ser la guardiana del orbe de Lauren, hasta que el objeto encuentre a su portador.

—Lauren, ¿qué fue lo que deseaste? —Interrogue con temor, al saber que su orbe llegaría a manos cercanas de Dasarha.

—Si lo digo, no sería divertido, —Dijo— sin embargo, les daré una pista; son dos palabras y la primera complementa muy bien con la segunda: "trágico".

—Ya fue mucha palabrería, dime —Interrumpió Raymund—, mi orbe ¿estará en buenas maquiavélicas manos?

—¿Maquiavélicas? —Volví a cuestionar— ¿Es que acaso harán de ese mundo un infierno?

—Por supuesto. —Añadió un hombre que odiaba con todo mi ser— Parece que aún no comprendes que ese mundo es nuestro parque de diversiones Dael.

—Tú culpaste a nuestro líder de traición para poder hacer de ese mundo lo que quisieras, ¿no es así Khar? —Me levante de inmediato a encararlo— Tú fuiste quien trajo a ese hombre para corromper sus emociones, ¿cierto?

—Si que eres inteligente debilucho. —Musito, aquel integrante de los veinticuatro— Veamos ¿cuánto falta para que esos orbes comiencen a desmoronar todo?

—Ella tiene que cumplir ciento cuarenta y seis años. —Menciono Cecilie— Será demasiado aburrido por el momento.

—Podemos esperar, ¿no es verdad Lauren y Raymund? —Sonrío maliciosamente mientras me tomaba del hombro—. Tienes que empezar a abandonar esas ideas absurdas y comenzar a adaptarte y empaparte de nosotros, Dael. Es eso o dejar de ser uno de los nuestros.

Después de que Khar me advirtiera aquello, empecé a movilizarme. En algo tenía razón, no estaba dispuesto a adaptarme y hacerme a sus modos, preferiría mil veces dejar de ser lo que soy a dejar de ser quien soy. Tome de lo único a lo que le tenía fe, un artefacto que cambiaba el aspecto; un objeto que yo mismo cree. El de Azaruth era un prototipo, pero este es el artefacto definitivo.

—¿Puedo entrar y hablar contigo?, antes de que te fugues. —Pidió Cecilie con una bella sonrisa— Prometo no entretenerte mucho.

Cecilie es a la única que no puedo odiar por completo de los veinticuatro. Ella es tan especial para mí, que me es imposible no admirarla, siempre ha sido capaz de leer las acciones sin su poder, o puede que yo sea un libro abierto.

A veces pienso que ella si tiene toda la pinta para ser considerada una deidad, es hermosa de pies a cabeza y su poder es increíble, estoy seguro de que si un común la observara estaría de acuerdo conmigo, su piel bronceada y su cabello marrón hasta la cintura y con esos bonitos ojos color esmeralda hipnotizarían a cualquiera, tanto que ahora comprendía porque nuestro líder la amaba tanto, y es lamentable que le hayan arrebatado la oportunidad de permanecer a su lado.

—Adelante. —Concedí— ¿Cómo es que sabes que estoy por fugarme?

—Te vi en algunas líneas ajenas, pero no te preocupes, no vi tus líneas, sabes que no puedo. —Musito— Sé que no te caemos bien, y también sé que tienes muchas preguntas sin respuestas.

—¿Y tú piensas dármelas? —Cuestione dudoso.

—No, pero quiero ayudarte. —Tomo de mis cabellos dorados y menciono— Si vas a usar ese artefacto, procura usar esta apariencia.

Deslizo un telar blanco y liso, con tintas muy coloridas que tenían retratado a un joven de veinticinco años de cabello tan oscuro como el cielo nocturno y unos ojos tan dorados como el oro mismo, pero su piel...

—¿Y esto?

—Es la apariencia que tendrás en tu nueva vida, usa esa apariencia en el artefacto cuando veas a una mujer a punto de desfallecer.

—Pero, ¿cómo es que sabes que seré yo ese individuo cuando mi apariencia es distinta?

—Tu alma, todos podemos visualizar el color de nuestras almas, es cuestión de que te enfoques y veas a través de los demás. —Sonrío y miró a través de mí— Tu alma es de un color muy bonito, Dael.

—No estaba enterado de que podía hacerlo. —Dije a lo que luego mencioné— La mujer que estará a punto de desfallecer, ¿hablas de la mujer de Azaruth? —Cuestione, sin embargo, era la apariencia de esa mujer solo que, en hombre; efectivamente ella asintió, así que continue interrogando— ¿Es que acaso tú sabes lo que planeo?

—Dael, —Esta me miro con melancolía— A veces es mejor no apresurarte a saber las cosas, de vez en cuando es mejor esperar a que se revelen por sí mismas.

—Dices lo mismo que el antiguo líder. —Solté sin pensarlo— Perdón, mi intención no era recordártelo.

—Está bien, —Sonrió— entiendo lo que sientes, al igual que tú... Los he odiado lo suficiente, pero al contrario de ti, no puedo huir y dejar lo que soy, soy una de los veinticuatro, tu mejor que nadie sabe lo que eso significa para nosotros.

—Así como lo sé, tú sabes que no me detendré, ¿verdad? —Le miré— Quiero ser sincero contigo, no sé qué tipo de decisiones tomaré... Si el estuviera, tal vez...

—Tú sabrás que hacer en el instante. —Tomo de mi hombro y susurro a mi oído— Hakan te diría que tienes que ser consciente de que si abandonas lo que eres, perderás todo lo que estabas destinado a ser.

—Jamás fui destinado a nada, —Mencioné con rabia— Cecilie...

—¿Enserio?, ¿Quién te lo garantiza?

—Lo dudo, además entre nosotros sabemos que nadie te asegura nada.

—Cuando nazcas como un común tendrás una meta distinta a la que tienes ahora, —Soltó sincera— puede que olvides tu objetivo principal o puede que se distorsionen tus ideas debido a que volviste a nacer en un mundo ajeno a nosotros, sé que por un tiempo abandonaras a lo que vas, pero también sé que cuando veas ese objeto, lo recordaras y lo retomarás. —Me abraza con calidez— Recuerda a que vas, no te obstaculices a ti mismo, cumple con el deber que te prometes y termina con... Nosotros los perpetuadores.

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