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Capitulo 37: Primer día de clases (parte 4).

— Estoy un poco nerviosa, es todo - se excusó.

La profesora anémona la vio con los ojos entrecerrados con desconfianza, pero accedió.

— Una vez más - dijo pidiendo la sonrisa de Agatha por última vez.

Agatha cerró los ojos un momento para tratar de pensar en algo feliz, cuando escucho la voz del sistema.

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NO PUEDO AYUDARTE A SONREÍR.

PERO PUEDO AYUDARTE A VISUALIZAR UN RECUERDO FELIZ

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Anuncio el sistema y acto seguido en la pantalla se reprodujo el recuerdo de cuando Adam, Jacob, Sophie y ella estaban en la habitación de Sophie justo antes de ser secuestrados.

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— Te vez linda enojada – comento Adam con una tierna sonrisa traviesas.

— Yo creo que eres más linda cuando sonríes - comentó Jacob.

— Gracias – Agatha miro a un niño y luego a otro – tu padre sabe cómo ser equitativo.

— Un pequeño caballero y un futuro galán, si, por lo que dicen de los tiempos mozos de mi padre, yo diría que dividió sus talentos justo por la mitad.

— ¿Qué rayos le contaron a mi hija? - oyeron a Stefan quejarse abajo.

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Agatha sonrió dulcemente a este recuerdo.

— Mucho mejor! - escucho decir a la profesora Anémona.

Salió de su estupor y miró sorprendida a la docente.

— Esa sí es una sonrisa, hay que trabajarla, pero es bastante linda, hay buen material - dijo la profesora – tratemos una vez más, como para todo la práctica hace la perfección, todas juntas chicas.

Todas las chicas volvieron a sonreír, esta vez aplicando las correcciones de la maestra.

Agatha estaba a punto de entrar en pánico, pero el sistema reprodujo otro recuerdo de antes del secuestro.

Fue su sesión de embellecimiento con Sophie.

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— lo veo, pero me cuesta creerlo – admitido.

— por suerte la negación solo sirve para ocultar una parte de tu belleza, no toda – dijo Sophie con los brazos en jara – puedes esconder la externa, pero yo sé que eres una dulzura, aunque lo ocultes tras ese mal humor.

Pellizco la mejilla a su amiga, que le contesto con un puchero y una naricita de conejo respingona.

— ¡oh! Mira hasta te ves linda enojada – la puso frente al espejo de nuevo – tienes nariz de conejita – dijo señalándole la forma en que se le arrugaba.

Agatha quito la cara de enojo y se llevó la mano a la nariz mientras Sophie la abrazaba por los hombros y rotaba su mejilla con la de ella en un obvio intento de molestar.

— ¡Basta!

— Eres linda, ADMÍTELO! - exigió Sophie— y talvez te liberé.

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Agatha evito reírse a carcajadas, pero aún se podía ver una sonrisa deslumbrante en su rostro.

— maravilloso! - exclamo la profesora.

Había llegado ante el escritorio de Agatha sin que esta lo advirtiera al estar absorta en sus recuerdos.

— Esa es una sonrisa preciosa, quería – dijo la profesora Anémona con entusiasmo y algo de ternura – no la encierres, déjala pasear más seguido – le guiño un ojo y paso a la siguiente chica.

Acto seguido, Agatha vio aparecer un 12 sobre su cabeza y suspiró, se había salvado por los pelos.

Sophie no lo sabía, pero había cumplido su promesa.

Prometió ayudarla a pasar esta clase.

Y cumplió completamente.

Se fue a la siguiente clase con una sonrisa que le valió una felicitación de la profesora.

Solo se hizo más radiante al ver como Beatrix la miraba enfurecida.

No le quitó el primer lugar.

Pero si la atención de la maestra que, para ella, podría considerarse un pecado a la misma altura.

No creía que ninguna otra clase fuera a ser tan difícil como está para ella.

Se equivocaba

Etiqueta para princesas, dictada por Pollux, fue peor.

Llegó de mal humor, renqueando con su enorme cabeza canina sujeta al cuerpo de una cabra flaca y murmurando que «esta semana el cuerpo le toca a Castor».

Levantó la mirada y vio que las chicas lo miraban.

—Y yo que pensé que enseñaba a unas princesas. Solo veo veinte niñas maleducadas mirando boquiabiertas como sapos. ¿Acaso son sapos? ¿Les gusta cazar moscas con sus lengüitas rosadas?

Después de eso, las alumnas miraron con más disimulo.

La primera clase era Postura de Princesa, y para ello las alumnas debieron descender las cuatro escaleras de la torre llevando nidos con huevos de ruiseñor sobre la cabeza.

Aunque la mayoría de las alumnas bajó sin romper ningún huevo, a Agatha le fue más difícil.

Se debió a varias razones: a que toda su vida había caminado encorvada, a que Beatrix y Reena la miraban fijamente con sus nuevas sonrisas amables, a creer que Sophie ganaría este desafío con los ojos cerrados, y a lo ridículo de que un perro enseñara cómo mejorar la postura tambaleándose sobre unas patas de cabra.

Finalmente, recurrió a la misma táctica de reproducir en bucle la voz de Sophie cantando la canción de la etiqueta mientras trataba de seguir las instrucciones.

Gracias a que paso todo el día anterior practicando, consiguió no matar a ningún pájaro no nato.

Cuando aparecieron las calificaciones de cada alumna en medio de etéreas nubes doradas (Beatrix, por supuesto, obtuvo el número «1»), Agatha vio un «18» que flotó sobre ella y luego se estrelló sobre su cabeza.

Había ganado una calificación pésima y otra buena pero no espectacular.

Dos clases, quedan 4 y solo dos para el almuerzo.

Una era historia y en esas mientras estés despierto no hay forma de reprobar.

Agatha se apresuró para llegar a su siguiente clase, desesperada por mantener la racha de "aprobados, aunque sea por los pelos".