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04. Lady Vanessa

Todos los invitados se quedaron sorprendidos, y asustados al mismo tiempo, ya que nadie se esperaba esta reacción de parte del Barón. Muchos dieron un paso hacia atrás, dejando a solas a la joven dama. Y conociendo el comportamiento, era mejor retirarse para evitar algún inconveniente.

Luken solo veía la escena desde la distancia, observaba a los invitados alejarse lentamente, dándole más espacio a la dama, quien cambiaba su semblante de asustada hacia uno más tranquilo.

Por un momento, hizo un intento de acercarse, aprovechando la ocasión, un instante donde hubo mucha confusión; sin embargo, se aguantó las ganas de ver de cerca a la dama, esperando el momento correcto para hacerlo. Evitando ponerse al descubierto, y hacer algún movimiento que le acarrearía problemas.

—¡Vanessa! —gritó el Barón enérgicamente. —Ven a mi lado. 

La dama agachó un poco la cabeza, la espalda recta y con paso firme se encaminó hacia donde se encontraba el Barón. Después de unos momentos llegó con él y se posicionó en frente, levantó el rostro y se quedaron viendo a los ojos.

—Dime, padre —habló ella con voz insegura. —Aquí estoy a tu lado.

Las palabras no le salieron tan fluidas como ella hubiera querido, después de todo el alboroto que había pasado, sería normal que estuviera un poco nerviosa.

El Barón, levantando la vista, y observando a todos los invitados que estaban a su alrededor, habló.

—¡Ella es mi hija! —gritó con fuerza el Barón Antonio Arlington, esperando que todos lo hubiera escuchado sin problemas. —¡Le tendrán que brindar el mismo respeto que a mi persona!

—Esta forma de comportarse es una tremenda falta de respeto, hacia mi persona, mi hija y mi casa —siguió hablando el Barón, mientras los invitados se quedaban viendo a la pareja.

—Unos pocos de ustedes tuvieron la dicha de conocer a mi hija —prosiguió el Barón hablando a los invitados. —Pero para las personas que no tuvieron el placer, les presento a mi hija.

El Barón hizo una pequeña pausa, la cual creó una atmósfera de intriga.

—Lady Vanessa Arlington.

Nuevamente, el salón se inundó de murmullos de todos los invitados, se volteaban a ver entre ellos mismos. Las damas se tapaban los rostros con sus abanicos, tratando de disimular el asombro que les había causado la noticia, ya que nadie se esperaba todo este acontecimiento.

Luken, desde un extremo, se quedó observando lo que sucedía en el salón, el murmullo que hacían los invitados no menguaba, no era algo que a Luken le importara. Pero… el hecho de saber el nombre de la joven, esa información valía oro.

—Mi hija viene a quedarse a mi casa, después de una prolongada estadía en una institución educativa. Donde ha sido criada para ser una mujer que le dé honor a la familia y, posteriormente, a su propia casa —dijo el Barón con una mirada alegre y orgullosa.

—Gracias por asistir a esta velada, espero que se encuentren muy bien —dijo Lady Vanessa.

El Barón Antonio Arlington tomó la mano de su hija, la vio a los ojos nuevamente, y empezaron a caminar hacia el centro del salón. Todos los invitados empezaron a moverse, haciéndoles espacio, teniendo el lugar para ellos, la música empezó a sonar un vals.

Después de un breve momento, los dos empezaron a bailar el vals, de una manera tan elegante y al mismo tiempo tan suave, que parecía que flotaban en el salón.

Poco a poco, los demás invitados empezaron a acercarse a la pareja, iniciando a llenar el sitio. 

La conmoción era tan grande, que Luken tenía todas las ganas de salir a uno de los jardines contiguos al salón, y ya que todos los invitados se encontraban adentro, él se encontraría tranquilamente solo.

Empezó a caminar lentamente, seguía estando cerca de la pared, así evitaba pasar por los pequeños grupos de personas que no se habían incorporado al baile, los cuales seguían en sus conversaciones. 

El Barón Antonio Arlington, por culpa de una lesión en su pierna y el uso constante de su bastón, no pudo estar mucho tiempo con su hija bailando, por lo que se detuvieron y empezaron a caminar hacia unas sillas, bellamente pintada con colores negro y dorado.

Mientras caminaban los anfitriones por el salón, los invitados que estaban bailando empezaban a detenerse poco a poco, a lo que el Barón, un poco serio, mencionó.

—No se detengan, sigan con la fiesta y el baile, que yo estoy tranquilo mientras ustedes disfrutan —dijo el Barón a todos los presentes, mientras Lady Vanessa seguía a un costado de su padre, tomándolo del brazo y con la vista hacia adelante.

Al llegar a las sillas, ambos tomaron asiento. El rostro de Lady Vanessa se encontraba más relajado, e incluso se le dibujaba una pequeña sonrisa, mostrando un pequeño brillo en sus ojos. Los cuales ya no veían a los invitados impacientemente. 

Luken siguió caminando hasta salir del salón, encontrándose con una noche estrellada dentro de un jardín sencillo, pero elegante, se detuvo y empezó a observar todo su alrededor, la grama en el suelo bien recortada y flores a los costados.

Volteo a ver hacia el salón, los rostros de los invitados que bailaban mostraban una fuerte alegría, la música se escuchaba fuertemente, los momentos de más tensión ya habían pasado, y daba gracias que no hubiera pasado nada, que alguien se hubiera arrepentido. Observó al Barón, estaba sentado en una silla, quien a su vez observaba tranquilamente a todos los bailarines. Luken movió la mirada hacia la joven dama que se encontraba a su lado, cuando se quedó sorprendido de que era observado. La mirada de Lady Vanessa estaba detenidamente sobre los ojos de Luken.

Este se quedó extrañado por la mirada que recibía, pero al mismo tiempo estaba feliz por la calidez de sus ojos, La joven dama se puso de pie, sin quitarle la mirada. Luken dio media vuelta, y se encaminó hacia el jardín, necesitaba un respiro antes de volver a buscar algún invitado y tratar de entablar conversación con él.

Se quedó observando el cielo nocturno, contemplando las estrellas, que brillaban junto a una luna grande. Se había olvidado de todo, necesitaba relajarse, pero de repente sintió una mano sobre su hombro, la cual lo asustó.