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Los Cuatro Reyes (pt 2)

Castillo Real, Valle de las espinas, 700 años atrás

Una noche tranquila y despejada, era imposible que algo perturbara la paz del lugar, o así lo sentían los habitantes del castillo.

Había al menos una docena de guardias custodiando la muralla, ninguno pudo reaccionar a tiempo a los ataques, o al hielo que los dejo fuera de combate.

La alerta no llegaba a tiempo para impedir el paso de los intrusos, fue demasiado tarde cuando un elfo rubio junto a sus seguidores arribaron a la sala del trono, dejando a la reina Maleficia sorprendida.

—Jareth, ¿qué demonios crees que haces?

El rey la miro burlón, se acercó al hada, quien en un acto de auto-reflejo se puso frente a su bebe.

—Lamento mi visita tan precipitada, pero tengo un plan que requiere su atención total, así como a sus soldados y recursos.

Maleficia lo miro con odio, notando que la reina haría lo que fuera por proteger a su heredera, Jareth supo que solo necesitaba una frase para hacer que se rindiera.

—Mi reina, usted sabe que los fae estamos perdiendo terreno contra los humanos— dijo el elfo suavizando su voz, —Le aseguro, que esto lo hago por el bien de nuestros habitantes, mi hijo incluido.

"Eso fue suficiente para ganar el Valle de las Espinas, no solo me hice con el reino más poderoso entre los faes, sino que ahora tenía un ejército imparable, la guerra estaba a nuestro favor, durante 100 años así lo fue…"

Algún punto en la costa sur del valle de las espinas, 600 años atrás.

Una pequeña batalla se llevaba entre faes y humanos, sin embargo, la mejor forma de describir este momento era como un suicidio.

El rey miraba con aburrimiento como sus soldados, sin ser los mejores de su ejército, destrozaban a los invasores. Dio un bostezo y se dio la vuelta para regresar al castillo, pero antes de que diera un paso una espada se posó sobre su cuello.

—¡Muere, maldita hada!

Jareth ni siquiera quito la cara de aburrimiento, antes de que el humano pudiera mover nuevamente su brazo, una figura delgada lo mando a volar de una patada en su pecho.

Un guerrero con máscara de murciélago lo encaro, el hombre se lanzó a la batalla; sin embargo, el enmascarado lo dominaba completamente.

—Van rouge, date prisa, ya paso tu hora de dormir.

Con un asentimiento, el enmascarado corto al humano en dos, terminando así el intento de emboscada.

Mientras los soldados juntaban los cadáveres, el enmascarado volvió a su altura original, y de un salto llego a los brazos de su padre.

—¿No es asombroso? Solo tiene 100 años y ya domina la transformación— mencionaba orgulloso Jareth, quitando la mascará para ver el rostro de su pequeño. Estas acciones dejaban asombrados a todos a su alrededor.

Por un lado, estaba el rey cruel y despiadado, pero al mismo tiempo, era un padre amoroso con su pequeño.

—¿¡Si me viste papá!?

—¡Por supuesto! Sigue así, y serás el guerrero más temible del Valle de las Espinas.

Una vez los cuerpos estaban en el fuego, todos emprendieron el regreso al castillo, a pesar de la felicidad que le daba ver a su padre sonreírle, el niño de ojos rojos ya no quería más de estas escenas.

—¿Velvet?

—No

—¿Qué te parece Yarasa?

—No

—¿Ari?

—¡No!

—¡O VAMOS!, ¡No puedes seguir sin un nombre!— gritaba frustrado Jareth.

En los últimos meses, era su discusión antes de dormir, ningún nombre parecía satisfacer al infante.

—¿Qué clase de nombre buscas?— pregunto más calmado el elfo mientras arropaba al pequeño, —Uno bonito— dijo con simpleza, haciendo que su padre rodara los ojos.

Van rouge jugo nervioso con sus manitas, esperando que su pregunta no hiciera enojar al mayor, —Papá, ¿cuánto tiempo vamos a seguir peleando?

A pesar de que disfrutaba destrozar los huesos enemigos, incluso él ya estaba cansado, antes de que pudiera contestar, su mano derecha lo llamo desde la puerta del cuarto.

—Hablaremos luego, descansa.

—Te amo— se despidió el pequeño.

—Y yo más— contesto el mayor saliendo del cuarto.

Rey y capitán caminaron hasta la sala del trono, donde el resto de sus generales aguardaban.

—Sean rápidos— ordeno secamente Jareth.

—Recibimos una petición de audiencia— hablo uno de los generales, —Por parte de los Cuatro Reyes de Niaran.

El semblante del elfo se endureció, el hielo comienzo a cubrir la sala, —Esos bastardos— dijo conteniendo su ira, —Sus antepasados robaron nuestro hogar, incluso tuvieron el descaro de cambiar su nombre, nos atacan constantemente, ¿y tienen las agallas de pedir hablar?

Su mano derecha dio un paso al frente, —Mi señor, para garantizar que el diálogo sea pacífico, han sugerido la intervención de un tercero.

—¿Y quién querría estar en medio del fuego cruzado?

—Un antiguo compañero suyo, mi señor.

"A pesar de la desconfianza, contar con el arbitraje de Llew Scholar, me traía cierta tranquilidad. No sabía cómo, pero había logrado la paz para varios reinos, especies y facciones enemigas"

Frontera entre el Valle de las espinas y Niaran.

Una comitiva de líderes Fae aguardaban el tenso encuentro, si todo salía bien, hadas y humanos comenzaran a hacer las pases dentro y fuera del Valle de las espinas.

Eso o recuperar el extinto Valle del Farol, sea como sea, Jareth veía su ventaja asegurada.

—¿Papá?— le llamo su pequeño con un puchero, —Estoy aburrido, ¿puedo ir a jugar?

Jareth lo medito, sabía que el hada era suficientemente fuerte para acabar con cualquier emboscada; aun así, temía que un descuido pudiera convertirlo en un rehén.

—Mi señor…— lo llamo un guardia, —Si lo desea puedo cuidarlo.

—… No se alejen demasiado— concedió el rey, apenas dio su autorización Van rouge voló contento.

Solo habían pasado unos minutos cuando una figura se acercó a ellos, las arrugas le sorprendieron, aun así, Jareth reconoció al instante a su antiguo compañero de colegio.

—Majestad— saludo el león cuando estuvo enfrente del Rey, —A pesar de sentir alegría por volver a verte, me da cierto recelo no ver a esos cuatro contigo.

Sin importar la acusación, Llew amplio más su sonrisa.

—Ellos confían tan poco de usted como usted de ellos, solo me he adelantado para ver cómo está el ambientarte.

Los murmullos corrieron entre los presentes, Jareth los ignoro, solo contemplo a su amigo, en silencio parecían decirse todo lo que necesitaban sobre ese encuentro.

—Diles que pueden estar en paz— ordeno Jareth alzando la voz, acallando así las conversaciones entre los fae, Llew asintió, enviando una luz blanca al horizonte. Una pequeña comitiva liderada por tres figuras se acercó a la frontera.

Dos hombres y una mujer de no más de 20 años, con ropas que demostraban su rango, bajaron de sus caballos y se dirigieron al Rey de las Hadas.

—Rey Jareth Sahira, me presento, soy el gran rey Cloch, ellos son mis hermanos, el rey Dino, la reina Lys y la reina…

El rey humano interrumpió su presentación buscando a alguien en sus filas, —¿Dónde está Lily?

El miedo se hizo presente en el lado humano mientras buscaban a la reina perdida, del lado de los fae también comenzó a correr la tensión al ver que el hijo del rey no se encontraba presente.

—¡Esos malditos secuestraron a la reina Lily!— acuso uno de los guardias humanos.

—¡Mentira!, ¡Ustedes tienen de rehén al heredero del rey Jareth!— grito un hada de fuego.

Las acusaciones fueron acalladas por una risa infantil, nadie creía que lo que estaban viendo fuera real. Tomados de la mano, y seguidos de cerca por sus respectivos guardias, una mujer humana y un niño fae iban platicando como si se conocieran de siempre.

—¡Papá!, ¿puede Lily venir a cenar?— pregunto el pequeño ignorado las miradas que ambas facciones le dirigían.

A pesar del complicado inicio, el primer encuentro entre enemigos había ido muy bien, demasiado para el gusto de Jareth, cada que un humano o un hada quería iniciar una riña Llew había logrado calmarlos.

"Esto ha sido muy fácil" meditaba el elfo mientras arropaba a su hijo.

—¿Estás bien papá?— el pequeño paso su mano delante de sus ojos, —Sí, no pasa nada— mintió Jareth.

—Papá, ¿te cayeron bien los reyes?

—A ti por lo que veo si

—Lily es muy bonita, ¿la puedes hacer mi mamá?

Una ola de pellizcos callo sobre las mejillas del menor.

—No digas eso de nuevo.

—Moo, entonces si es cierto que a ti te gusta el león ese.

Otra ola de pellizcos se hizo presente.

—Descansa, se vienen días complicados— se despedía más calmado Jareth, —Ya se que nombre quiero— grito el pequeño interrumpiendo su salida.

—Lilia

"La extraña amistad entre la segunda reina y mi pequeño daban un extraño sentimiento de esperanza, sin embargo, muy tarde me di cuenta de cuáles eran las intenciones de los cuatro reyes".

Frontera del Valle de las Espinas, un año después.

Mientras Llew y Jareth daban los últimos puntos a un acuerdo para el acuerdo de paz entre ambas naciones, Lily y Lilia jugaban a perseguirse mutuamente.

—Mírala, es la representante de su facción, y, sin embargo, solo ha estado jugando— se quejaba Jareth con mala cara.

—Solo admite que estás celoso porque tu pequeño te cambio por ella— el león se burlaba de los celos de su amigo, tomando un descanso de sus deberes, se alejaron un poco de los demás.

—En la escuela, ¿te imaginaste terminar de esta manera?— pregunto el león observando el horizonte, —El niño fue sorpresa— contesto sin ánimo el elfo.

—Jareth, debes devolver el Valle de las Espinas a los Draconia, son sus legítimos líderes.

—¿Legítimos?— dijo alzando una de sus cejas, —He hecho más por el reino y los fae que Maleficia, además, ¿qué hay de mi pueblo?, ¿qué hay de mi hijo?

Llew miro comprensivo a su amigo, pero no por eso le daría la razón.

—Sus antepasados les arrebataron su hogar— dijo señalando a los humanos que seguían jugando con el menor, —Pero tú hiciste lo mismo 100 años atrás.

—Eso no…

—¿Cuántos hogares más se deben arrebatar Jareth? ¿Cuántas familias se tienen que destruir? ¿Cuántos niños deben aprender a pelear envés de jugar?

La actitud de su amigo le molestaba, sin embargo, Jareth sabía que Llew tenía razón.

—¿Nunca te ha llamado la atención ser rey?— la pregunta descoloco al león, Jareth solo rio triste.

—He hablado con los reyes, están dispuestos a devolver tu hogar, claro, con sus condiciones— retomo la plática Llew.

—King… Kingscholar, suena bien— meditaba el elfo ignorando al otro y dando por terminado el descanso.

Mientras los adultos hablaban, Lily hacía preguntas que en la inocente cabeza de Lilia no tenían nada de malo.

—Así que, ¿en una semana harán el cambio de guardia?

—Sí, llegarán nuevos hermanos mayores para que juegue con ellos.

—Los soldados no son compañeros de juego.

—¡Pero tú sí!

Eran estas muestras de afecto las que hacían dudar a la reina de sus acciones, pero a estas alturas, ya no había vuelta atrás.

Los acuerdos estaban listos, solo faltaban las firmas de los otros tres reyes.

Lilia bostezaba en brazos de su padre, —¿Está bien si te dejo el resto a ti Kingscholar?— preguntaba Jareth acomodando su capa para que cubriera al pequeño.

—Mi apellido sigue siendo Scholar, pero sí— le sonreía el león.

—Tiene un hijo hermoso— menciono Lily, —Por favor cuídelo.

El tono final le dio cierta desconfianza a Jareth, sin embargo, si su pequeño y amigo confiaban en ella, estaba bien.

—Muy bien, es mejor partir a Niaran de una vez— decía Llew guardando el pergamino, sin embargo, Lily lo contuvo, —Permitirme llevarlo, usted ya debe estar cansado.

Contrario a lo que Lily y sus guardias esperaban, Llew no opuso resistencia.

—Está bien— dijo despidiéndose con un gesto, pero antes de desaparecer, le dirigió una última mirada, — Solo recuerde, que usted puede detener la guerra, o alimentar la llama del odio.

Había pasado una semana sin novedades, demasiado tiempo para revisar y firmar un tratado.

Pronto caería la noche, y con ello el cambio de guardia, se trataba de un movimiento de rutina, pero el que se integraran reclutas nuevos hacía que en esta ocasión se celebrara con una pequeña ceremonia, dejándolos unos minutos con la guardia baja.

Se sentía paranoico, sentía que debía mandar a traer a toda la guardia, y, sin embargo, Jareth sabía que no existía ni un solo motivo que evidenciara un ataque.

—¿Llew no ha respondido?— pregunto por quinta vez Jareth a su mano derecha.

—Mi rey, él asegura que ha vigilado a los cuatro reyes en todo momento, y no han demostrado movimientos sospechosos— respondió el soldado.

Lilia veía el movimiento de los soldados en el patio del palacio, cuando en el cielo vio una burbuja roja, corrió a su padre esperando que no se enojara.

—Papá, ¿puedo salir a jugar?

Al principio el niño se espantó por la mirada que el mayor le vio, sin embargo, al ver Jareth el desconcierto en su pequeño relajo su semblante.

—Estamos por empezar la ceremonia Lilia, y tú eras quien quería verlo.

—Solo será un instante.

—… Solo diez minutos.

El niño hada abrazó a su padre y salió corriendo, ya fuera del palacio, fue cuestión de segundos para encontrarse con Lily.

— Debemos irnos pronto— preocupada Lily tomo la mano del menor, pero este se echó para atrás, —Espera, yo quiero ver la sorpresa que tus hermanos le van a dar a papá— respondía Lilia con un puchero.

La reina era consumida por el arrepentimiento, pero ya no había vuelta atrás, dos guardias inmovilizaron al hada, quien miraba a la reina sin comprender lo que pasaba.

—Lo siento pequeño, tú eres lo único que se salvara esta noche.

Nadie podía calmarlo, el rey simplemente no escuchaba razones, y que nadie pudiera encontrar a su hijo hacía las cosas más difíciles.

—Mi rey, el señor Scholar se ha contactado para informar que los reyes ya firmaron el tratado de paz.

—¿Y dónde están? ¿Por qué no están en su palacio?— retaba el rey, el que apenas llegara una respuesta justo cuando su hijo desaparecía, le hacía pensar que todo había sido una trampa para que él bajara la guardia.

No hubo respuesta, su mano derecha apenas tuvo tiempo de interponerse en el camino de una flecha de hierro que iba al corazón de Jareth.

Los tomaron por sorpresa; sin embargo, los soldados lograron hacer frente al enemigo.

Sus movimientos carecían de estrategia, pero las armas hacían que la pelea fuera difícil.

Mientras los fae y humanos se volvían a enzarzar en una pelea, Jareth noto a tres de los cuatro reyes, Lily no iba con ellos.

—¿Dónde está mi hijo?—preguntaba furioso Jareth.

—A salvo con Lily, en este momento ya deben estar llegando a nuestro palacio— respondía con su daga en alto la reina Lys.

Los reyes humanos apenas pudieron contener el ataque del elfo, ambos reyes con sus espadas lograban lastimar un poco a Jareth, pero era tanta la furia en el rey, que esto hacía que no pudiera sentir dolor alguno.

Desesperado, tomo al rey Dino por el cuello, deteniendo los ataques de sus hermanos, —Lamentarán haberme traicionado.

—¿Tu hijo también?— preguntaba burlón el rey, a pesar de perder el aliento.

—¿Qué?

—Dino, cállate— ordenaba el gran rey Cloch, sin embargo, el segundo rey paresia disfrutar la confusión del elfo.

—Tu hijo nos lo contó todo, su debilidad con el hierro, los pasadizos secretos, cambios de guardia, gracias a él llegamos hasta aquí.

Estaba en shock, negándose a creer aquello, miles de veces le había repetido que no contara ciertas cosas al ser por la seguridad del valle.

—Al final, tu hijo resulto nuestro mejor aliado…

Sin terminar la frase, el cuerpo del rey fue convertido en hielo para después quebrarse en miles de pedazos.

—Magia única; Palabra deplorable.

En un segundo, todo soldado humano que se encontraba en el castillo fue convertido en piedra, explotando en miles de pedazos al instante.

Los hermanos aún estaban atónitos por ver a su hermano asesinado cuando Jareth sin remordimiento alguno atravesó a la reina con su lanza.

—¡Maldito!— se lanzó el rey contra Jareth, ambos se infligieron heridas muy letales, pero ninguno estaba dispuesto a parar.

Reactivando su magia única, Jareth logro inmovilizar al rey Cloch al convertir sus piernas y brazos en piedra.

Tomo su espada y la apunto a la garganta de este.

—Di que es mentira— rogó el elfo, sin nada que perder, el rey humano no se molestó en disfrazar la verdad.

—Él era tu punto débil, solo la usamos a nuestro favor.

Lo último que vieron los soldados fae de su rey fue la sangre del humano en sus ropas antes de salir en dirección al castillo de los Cuatro Reyes.

Las heridas reducían su velocidad, aun así, le tomo solo doce minutos llegar al que una vez fue su hogar.

Jareth iba bordeando un río cuando vio a una figura pequeña huir de otras dos más grandes, de un movimiento el elfo congelo el cuerpo de ambos humanos.

Lilia estaba aliviado al ver a su padre, sin embargo, su mirada estaba oscura.

—Lilia, ¿es cierto que tú les dijiste a los humanos como terminar conmigo?

El niño bajo la mirada, —Perdón…