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Las Malvadas Intenciones de Samuel Altamirano

Si Verónica pensaba que sería blanco fácil ser la esposa del millonario Miguel Altamirano estaba muy equivocada. Nunca imaginó encontrarse con el alacrán.

GerardoSalazar · Urban
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14 Chs

Capítulo 5 Sergio B.

"Especialistas en cambio de imagen", "Renta y venta de trajes para toda ocasión", así decía la fachada de aquel negocio en una de los centros comerciales más prestigiosos de la ciudad. 

Justo en la puerta de vidrio, un hombre se servía de ella como espejo para acomodarse con especial cuidado el nudo de su corbata. Traía puesto un traje "Valentino" de alta costura, con diseño de cachemira al más puro estilo citadino de la audaz moda italiana; era un conjunto opulento con un toque moderno en color azul discreto que se ceñía muy bien a su silueta.

Parado ahí, sin que su cuerpo emitiera un solo movimiento, daba la impresión de ser un maniquí que recién había sido dotado de vida y escapaba del aparador, no sin antes despedirse gustoso del resto de los maniquíes que posaban inmóviles al interior de la tienda. 

Samuel no lo reconoció al primer ojo. Bastó un silbido de Esteban y una mueca vulgar para que lo reconociera. Nunca imaginó que aquel tipo frente al aparador, de buena apariencia, excelentemente vestido, de impecable silueta y de reluciente calzado, era el mismo hombre que un día antes estuviera sorbiendo de forma grotesca de una lata de cerveza. 

A diferencia de cuando lo vio por vez primera, Esteban lucía un peinado corto y muy relamido de bastante gel. Parecía indicar que había hecho caso cuando Samuel, un día antes, le sugiriera que adoptará el mismo peinado que su padre. Samuel le había mostrado una foto de su progenitor y tal parece que Esteban gozaba de buena memoria fotográfica, pues con ese peinado corto con copete era muy parecido al señor Altamirano, solo que con un par de años menos. Eso era un buen punto a favor del plan; que Verónica se dejará seducir por un hombre muy parecido a su prometido, en una versión mucho más joven, pero con el mismo grosor de billetera; al menos eso pensaría ella al verlo lucir semejante vestimenta. Indudablemente eso fascinaba al perverso Samuel. 

Samuel parecía satisfecho. El ahora llamado "Sergio Beltrán" portaba una apariencia elegante y distinguida, salvo su caminado, porque en cuanto hubo dado los primeros pasos en dirección a él, la actitud de príncipe sobrio y seductor se desmoronó a pedazos, pues queriendo adoptar un "estilo galante" para impresionar, Esteban imitó una pose absurda y exagerada de modelo de pasarela sin ser modelo de pasarela, ni tener la más mínima idea de lo que era un modelo de pasarela . 

¡Es un naco! Dijo Samuel en voz baja mientras Esteban llegaba a él. Sin embargo reconoció el avance abismal logrado en tan sólo veinticuatro horas, pues del tipo con apariencia de pendenciero de un día anterior  quedaba poco, muy poco. Y lo estaba constatando a medida que se iba acercando a él. 

-Solo hay que afinar algunos pequeños detallitos para que éste imbécil no friegue el plan.- Siguió diciéndose a sí mismo y remató con una sonrisa irónica. 

-¿Y bien? ¿Cómo me veo joven Altamirano? Juzgue usted la apariencia de este distinguidísimo hombre de negocios, ciudadano renombrado, dueño de importante mueblera del norte del país, originario de la tercera ciudad más importante de México, osease el mero Monterrey, Nuevo León, y por si esto fuera poco; solterito y sin compromiso, muy codiciado allá en el norte-. Esteban utilizó un tono de voz de corte teatral. 

-¡Estupendo!- Le dijo Samuel con asombro. Solo hay que enseñarte a caminar y a hablar con propiedad, porque así como lo haces no se si pareces un payaso o un pésimo actor de telenovela del siglo pasado. Pero valió la pena todo lo que he invertido el día de hoy. ¡Estás convertido en otra persona! Cualquiera que no te conozca te compra. Y es eso lo que precisamente queremos; que des una buena impresión a esa zorra y que te crea, que caiga justo donde debe de caer, en el centro de la trampa. 

-Estoy completamente seguro que la dama caerá ante la elegancia de este refinado caballero. No se va a poder aguantar las ganas de derretirse en frente de mi. 

-Tampoco exageres. Pero más vale que así sea. Solo no seas tan vulgar en tu vocabulario porque echarás todo a perder. ¿De acuerdo? 

-Haré bien mi papel. No te preocupes. Sé comportarme a la altura cuando se trata de mujeres. Soy astuto y sé fingir cortesía. 

-Eso es bueno para mi plan. 

-Mi problema quizás eran mis garras antiguas. ¡Pues mira ahora cómo luzco! Estoy encantado de hacer negocios contigo. ¡De que tengo buena percha la tengo! Cuando Micaela me vea...

-¿Micaela? ¿Quién es Micaela?

-Mi novia. Estoy seguro que se irá de espaldas en cuanto vea mi nueva apariencia.

-Un momento... No me habías dicho que tenías novia… 

-¿Y qué importancia tiene?

-Pues, ninguna. Solo te advierto que tengas mucho cuidado. Si tu noviecita se da cuenta podría echarnos a perder el plan.

-Despreocúpate, hombre. Ella no lo sabrá. ¿Y bien? Ahora dime, ¿Cuál es el siguiente paso?

-Presta mucha atención…

-Soy todo oídos. 

-Frente a la casa de Verónica se encuentra el auto que alquilé.

-Cierto, prometiste un coche para verme más impactante. 

-Fingirás que tiene una avería.

-¿Una avería? Entiendo. El auto se descompuso justo a la puerta de su casa. 

-Esperarás con paciencia a que ella salga y le solicitarás usar su teléfono.

-Perfecto. Ahí será el momento del flechazo. 

-Aprovecharás todo momento para mostrarte interesado en ella.

-¡Claro! Con los ojos bien puestos en su belleza.

-¡Es importante que hagas alarde de tu supuesta posición económica!

-¡Desde luego! Importantes negocios se están gestando mientras mi auto está averiado. ¡Oh, ¿quién podrá prestarme su teléfono?... Es tarea fácil.- Sonrió el sujeto.

-Eso espero. Enseguida te anotaré la dirección. Vive por las colonias del sur. Es una casa color celeste con portón negro. Afuera hay un árbol pequeño en la acera, creo que es un ciprés o una tulia, no lo sé, alguno de esos árboles. 

-No conozco de árboles, ni se cual es el ciprés ni cual es la tulia, pero no te preocupes, sé de mujeres y te juro que esta misma tarde conoceré a esa tal Verónica, y caerá rendida a mis pies.