webnovel

Cap. XVII

ʚ Deseos y consecuencias ɞ

 

Con la llegada de Salomón, las cosas cambiaron. El personal fue sustituido luego de las fiestas, como se había acordado. El nuevo parecía sumamente descuidado. Las sirvientas dejaban pegajosa la loza; los cocineros dejaban parcialmente cocida la comida; los mayordomos no dejaban pasar a nadie; las enfermeras no podían verle la vena a James y lo pinchaban varias veces; los cuidadores de Alba la dejaban sola largos periodos de tiempo, más de alguna ocasión ella no pudo resistir la orina avergonzándose al quedar sucia; asimismo la terapia tampoco era buena forzándola a caminar y gritándole ofensivamente al caerse.

Salomón no era afectado por ninguna de las quejas anteriores. Él tenía su propio mayordomo, tres sirvientas, dos cocineros y no necesitaba ningún cuidado. Por supuesto, no demostraba ante su familia los beneficios que tenía quedándose en su habitación de juegos bastante tiempo. Allí tenía reuniones con algunos colegas para jugar billar o cartas.

James intentó cambiar para bien las cosas dentro de la mansión. Hablaba con el nuevo personal dándoles sugerencias, algunos consejos de los antiguos y amablemente les mostraba cómo se debían hacer las tareas. No funcionó obteniendo una reacción ofensiva de parte de ellos, alegando que un niño no podía enseñarles a hacer su trabajo y que no había nada qué enseñar. El mal temperamento de los nuevos solo logró empeorar su rendimiento en la mansión.

Sin Nicolás, el jardín se había quedado al cuidado de James, porque no se contrató ningún reemplazo. Era la única salida que él tenía para hacer algo fuera de la mansión y no tener que ver el nuevo desastre que se presentaba ante sus ojos.

A pesar de las pocas palabras directas de su padre acerca de su decisión, prefería ir hacia Nicolás en vez de pedirle que lo visitase. Salomón no desperdiciaba ni un solo segundo de la ausencia de su hijo para mandar a sus ayudantes a espiarlo. Le traían fotografías de los lugares a donde iban, lo que hacían y de algunas escenas románticas entre ellos. El amo estaba sumamente enfadado, asqueado y estresado. Necesitaba esa herencia, deshacerse de su esposa y redimir a su hijo, pero el tiempo se le estaba acabando al notar la presencia de esa corbata floreada.

—No puedo decidirme por uno —James exclamó fatigado—. Mi padre me pidió que escogiera el auto que quisiera, pero ninguno me gusta.

—¿Solo puedes escoger de ese catálogo? —Preguntó observando la página.

—Puede ser cualquiera, pero me dio esta página en especial. Son más caros, veloces y modernos.

—Hmm —canturreó dándole vuelta a las páginas—. ¿Qué te parece esta linda cucarachita? Es azul. Bueno, podrías escoger otro color, pero ¿qué dices?

—Se ve cómodo y no tiene muchos asientos —observó con interés—. Es extremadamente barata.

—¿Para ti es barato? —Observó el precio con preocupación.

—Quiero verla antes de comprarla. —Analizó los detalles.— ¿Quisiera acompañarme?

—¡Sí! Podríamos dar una vuelta de prueba.

Fueron llevados a la compañía de Volkswagen para ver los vehículos disponibles. Encontraron camionetas grandes y diferentes modelos con colores oscuros. Llegaron con las cucarachitas a las que Nicolás se emocionó grandemente por todos los colores disponibles; ya no pudo ocultar su amor secreto hacia ese tipo de auto en especial.

James entró teniendo a su novio de copiloto. Era espacioso para él, con mover un poco más el asiento; cómodo, accesible. Le gustó el detalle de la cajuela en la parte delantera. Hicieron una vuelta de práctica en la que fueron con calma pasando por las calles y con la radio a todo volumen; Nicolás cantando en inglés era la mejor diversión que pudiese haber en un auto.

Sorprendentemente el vehículo era todo lo que quería James. Práctico, cómodo, espacioso, seguro y Nicolás no necesitaba ser cargado para subirse al asiento. Todos los requisitos habían sido cumplidos. Decidió comprarlo de azul al ver que su novio no le quitaba la mirada desde que llegaron.

—Debería tener un nombre. —Sugirió el menor una vez que se marcharon con el auto.— Sería especial, como un barco.

—No soy bueno con los nombres. —Confesó concentrado en el camino.

—¿Qué te parece Betty? Suena lindo.

—¡Oh, es mujer! No lo sabía. —Exclamó risueño y sorprendido.— Preferiría otro. Ese es el nombre de mi ex y no me gustaría... Mejor otro. —Suspiró.

—¿Bárbara?

—Otra ex —murmuró bajo—. Ningún nombre con B o con D. Así nos evitamos más coincidencias.

—Wow, nunca imaginé que tendrías tantas ex.

—Mi padre me presentaba a muchas hijas de sus amigos y no terminaba bien. Luego quise probar con algunos varones, pero tampoco resultó bien. Al final, preferí más los hombres que las mujeres. —Comentó con confianza.— ¿Se le ocurrió algún otro?

—¡Ya sé! ¿Qué te parece Xena? —James automáticamente hizo el grito de la guerrera.— ¡Sí, a ella! Me gustaba ese programa, pero dejaron de pasarlo.

—Imposible. Lo vi en Navidad. Me quedé viendo la primera temporada que dieron en el canal cincuenta y ocho.

—Oh, en la casa de Esmeralda deben pasarlo. En la mía no, quitaron el canal.

—Bueno, el auto será bautizado como Xena en honor a la guerrera valiente. ¿Hacemos el grito juntos?

—¡Sí! Jamás había tenido a alguien que lo hiciera conmigo.

A la cuenta de tres ambos estuvieron imitando el sonido del grito del personaje de televisión. Nicolás se rió cuando un niño de otro auto los observó de manera extraña. Fue una lástima que James no pudiese ver nada más que el camino.

Ahora que James tenía un auto pensaba aprovechar para conocer mejor la ciudad, invitar a Nicolás a dar paseos y unas cuantas citas. Buscaría alguna ruta turística para llevarlo antes de que iniciaran las clases. Siendo un universitario comenzaba antes que él, por eso sintió que sería maravilloso invitarlo a recorrer juntos alguna parte especial. Solo ellos dos.

Salomón estaba con uno de sus colegas jugando billar. Golpeaba las bolas furiosamente mientras escuchaba al contrario darle varias ideas acerca de sus problemas actuales. Ninguno lograba convencerlo, sintiéndose más frustrado con solo escucharlo.

—Al final —se encogió de hombros— termina matándolos a todos. Si ellos son el problema, quítalos de tu camino.

Se detuvo bruscamente al escuchar aquellas palabras. El hombre se asustó, cuando Salomón lo observó seriamente logrando causar una tensión en el ambiente.

—¿Acaso soy un asesino?

—Sí —respondió inseguro—. Antes lo hiciste, con tu competencia.

—¿Yo disparé? —Caminó hacia él observando palo de billar.— Si te golpease con este taco hasta que escupas sangre, sería agresión. Si continuase amarrándote a una silla para arrancarte las uñas, sería tortura. Si finalmente decidiera luego de una dolorosa transición de castigos y te diera el golpe de gracia abriendo tu cráneo, sería piedad. —Con la punta de este la hundió en la mejilla del contrario.— Soy un hombre muy piadoso, pero jamás un asesino. Yo no disparé ninguna arma, no me he ensuciado las manos de sangre y no he tomado vidas. Estás acusándome de un severo pecado, muy injustamente. —Se dio la vuelta regresando a la mesa.— Misericordiosamente mandé unos cuantos empleados para atender a mi competencia, el que ellos hayan asesinado a cada uno de los presentes no me convierte en ninguna forma un homicida.

—Entonces —expresó con calma— manda nuevamente a atender estos problemas.

—Logré pensar un poco mejor gracias a tu acusación. Mi esposa ha sido una malagradecida después de que piadosamente la dejé en coma para que no sufriera los dolores del parto y crié con mucho esfuerzo a nuestro hijo. James tampoco me agradece todo mi tiempo invertido, mi sacrificio y compasión. —Golpeó nuevamente otra bola.— Necesitan un castigo. Les ofrecí de comer y me mordieron la mano. —Lo observó entregándole el palo.— Tu turno.

Salomón recibió a su hijo cuando le informaron que había regresado en auto. No estaba contento de ver su elección, pero sí al ver que traía a Nicolás a su lado. El menor saludó amablemente presentándose a lo que el contrario solo asintió antes de volver al interior de la mansión. Alba se sentía feliz de ver nuevamente al niño exclamando que James no se apartaba del jardín para mantenerlo como él lo dejó.

Durante el almuerzo Salomón escuchaba atentamente la conversación sin participar mas solo asentía de vez en cuando. Nicolás comentaba de su regreso a clase, donde Alba hizo varias preguntas del lugar y su esposo concentraba su atención en esos detalles. Era la primera vez que la habitación tenía ambiente con las voces de los presentes, al contrario cuando James y su padre comían solos.

James sintió que realmente a Salomón le interesaba. Solía ver a su padre como una persona insensible y carente de un genuino interés en él; pero verlo allí, escuchando la historia de su novio de cómo se cayó de un árbol sin fracturarse, era una prueba de que estaba atento solo que no lo demostraba. Se permitió sonreír en el comedor, porque estaba feliz de tener su familia reunida y a su novio. Ya no deseaba escapar de la mansión.

—Amo, tenemos nueva información.

—Nicolás es hijo de una antigua sirvienta de la mansión, Ana.

Le mostraron una fotografía de la señora junta a la dirección donde residía actualmente y la noticia de que estaba desempleada. Salomón ojeó los papeles observando el historial de Nicolás en el colegio, tenía buenas calificaciones y una conducta perfecta. Dejó sobre la mesa los documentos analizando mejor su decisión.

Tanto Alba como James eran un problema, pero ambos apreciaban a Nicolás. No era difícil imaginar que necesitaba adiestrar a su familia con deseos y consecuencias. Había pasado tiempo desde que se dio a respetar a influencia del miedo. No le quedaban más opciones.

Se levantó de su silla giratoria para observar el tablero de ajedrez que contenía unas pocas fichas. Añadió un peón blanco que acompañaría al caballo negro, estaba representado a la joven pareja con esos personajes.

—Llamen a Tiberius —ordenó a sus ayudantes—. Que prepare a los sabuesos, que estén atentos al más pequeño descuido de James. Quiero tiempo a solas con Nicolás.

Salomón salió al jardín con un vaso de ron. Caminó por los pequeños espacios en silencio, con cuidado y en calma. Nicolás había logrado un magnifico trabajo recuperando todas las flores marchitas. El terreno se veía colorido, con un agradable aroma y una esplendorosa vista desde el interior. Bebió lentamente mientras observaba los narcisos amarillos.

—Son hermosos, ¿no lo crees?

Alba salió con ayuda de James al patio. Él se regresó para acompañar a Nicolás. Salomón observó a su esposa sentada en la silla de ruedas, tan hermosa y amable como siempre. Habían cosas que un hombre tenía que soportar para obtener sus deseos y las consecuencias actuales era vivir un matrimonio falso, con una familia disfuncional. Asintió a la respuesta permitiendo que la mujer se le acercara un poco.

—Por favor, quiero que hablemos antes de que suceda algo peor.

—Adelante.

—No lastimes a Nico —pidió—. James no debe sufrir por tus caprichos. Te lo suplico. Sea lo que estés tramando, detenlo.

—¿Por qué me acusas?

—Salomón. Tú y yo sabemos lo que sucedió en el hospital —titubeó enrojeciendo por las lágrimas—. Me separaste de nuestro hijo dejándome en coma.

—¿Así fue? —La observó fijamente.— Yo no lo recuerdo de esa forma. Diste a luz, entraste en coma y durante dieciocho años descansaste, mientras yo educaba a James.

—Dime lo que quieres y te lo daré —demandó—. Negociaré la felicidad de mi hijo contigo. Estás demostrando demasiado interés en el niño, sé que nada bueno puede salir de eso. ¿Qué quieres a cambio por su seguridad?

—Alba. No estoy amenazando a nadie, tampoco lastimando o torturando. Es una terrible falta de respeto, que me consideres una clase de monstruo con el que debas negociar. Eres una mujer malagradecida. —La tomó del rostro susurrando.— No debiste despertar.

Salomón arrancó uno de los narcisos para colocarlo en las hebras oscuras de Alba. Se colocó en cuclillas apoyando las manos sobre las rodillas de esta y la observó llorar. Disfrutaba ver las lágrimas de su esposa. A Salomón le gustaba vencer a otros, destrozar los sentimientos de una persona hasta volverlas sumisas y esclavas de sus órdenes. Alba era un elefante con el tobillo encadenado a una pequeña estaca.

—¡Oh, luz de mi vida! —Gritó Tiberius con los brazos extendidos y con una amplia sonrisa desnudando sus dientes.— Han pasado años desde la última vez que me llamaste para trabajar. Salomón, dime que nos vamos a divertir mucho. —Juntó sus manos.

—Tiberius —lo tomó por los hombros—. Habla en voz baja.

—Mi error —exclamó dándose pequeños golpes en la boca. Volvió a sonreír tomándolo del rostro—. Quiero saber todo acerca de nuestro nuevo amigo. Dímelo todo. Estoy tan excitado de saber lo que nos espera.

—Es un niño.

—Oh —levantó las cejas con asombro. Se apartó dándole la espalda—. Me niego a tu llamado. Yo no trabajo con menores de edad.

—Serás muy bien recompensado, como siempre.

—¡No quiero! —Se cruzó de brazos.— Podré amar con locura el trabajo más maravilloso que me hayas dado, pero tengo mis reglas y las sabes muy bien. No trabajo con niños.

Tiberius tomó su maleta dirigiéndose a la puerta. Se volvió para verlo con una mirada triste, los labios fruncidos, los ojos brillantes por las lágrimas y un rubor en sus mejillas. Sorbió por la nariz optando una postura tosca.

—¿Qué pasó, Salomón? Antes nos divertíamos muchísimo. Me siento decepcionado que me pidas desperdiciar mi talento con un... ¡Un infante!

—Realmente necesito que te quedes. —Exclamó seriamente.

—Necesitarás concederme un deseo para que acepte. —Cubrió parcialmente su boca esbozando una sonrisa que se iba ampliando. Su voz sonó más alegre de solo pensarlo y su rubor creció.— Tú conoces mi secreto, porque te lo conté. ¿Será posible que este niño valga la pena para que me concedas mi deseo?

—Es una estupidez. —Reclamó desviando la mirada.

—¿Lo es de verdad? Eres tú quien quiere que juegue con un niño. No sé quién es más estúpido. —Se volteó abriendo la puerta.— Si cambias de opinión, llámame, mi amor.

Una vez quedando solo se frotó los párpados con la vena de su frente resaltando. Tiberius padecía un trastorno de personalidad dependiendo de Salomón para todo, como una obsesión insana hacia él. Salomón tuvo la oportunidad de manipularlo a su antojo, porque este no se resistía a ninguna de sus peticiones hasta perder la razón. Ahora estaba oponiéndose a sus deseos, ya que cualquier doctor tiene un juramento con la vida y Tiberius tenía una con la suya.

Salomón suspiró. No podía acceder a una locura de Tiberius. Debía existir otra manera de manipular a su familia para que hicieran todo lo que él quisiera. Mientras Nicolás continuase derrochando felicidad sobre su esposa e hijo no podía influenciarlos a abandonarlo. Tomó asiento en un sofá meditando acerca de su problema.

Cogió uno de los documentos de Nicolás. El nombre de la madre de este se le hizo familiar. Siguió leyendo un poco más fijándose en los detalles importantes de la mujer, su tiempo trabajando en la mansión y qué era su vida en la actualidad. En el momento que Salomón logró recordarla tuvo que tomar una decisión importante. 

 

—Volviste —Tiberius ronroneó extendiendo su mano—. ¿Tomaste una decisión?

Salomón se acercó a Tiberius permitiendo que este le acariciara la mejilla rozando la yema de su pulgar sobre su pómulo. El doctor sonrió ampliamente hasta achinar los ojos. Estaba feliz de verlo ceder ante él. Salomón asintió en respuesta a la pregunta formulada.

—Necesitarás hacer un trabajo extra. —Anunció.

—Lo que tú quieras —inclinó su rostro observando con detalle aquel ojo verde que lo observaba con espanto—. Soy completamente tuyo, cuando esta bella esmeralda esté conmigo.

 

[. . .]

 

Tom estaba corriendo apresuradamente por la residencial. Había obtenido una información que debía ser sabida por su amigo, pero no iba por él ni siquiera se dirigía a su mansión. Debía asegurar primero que todo estaba bien y que no era demasiado tarde.

—¡Nico! —Gritó golpeando la puerta de la casa.— ¡Ábreme! ¡Nicolás!

—¡¿Qué pasa?! —Cuestionó alterada.

—Esmeralda, ¿en dónde está Nico?

—Con James... ¡Espera, ¿él está bien?! ¡Tom!

El pelirrojo siguió su camino sin detenerse. Su corazón estaba acelerado. Uno de sus primos, quien era detective, recopiló información acerca de la vida de Salomón y su último trato con un grupo de secuestradores. Los estaban buscando, eran profesionales en su trabajo y habían sido contratados con ordenes de capturar un niño. Tom empalideció, cuando el rostro de Nicolás cruzó su mente como en único menor en el que Salomón podría estar interesado.

En la mansión llegaron dos hombres informando que venían a llevarse a Nicolás. Amablemente explicaron que su madre había llamado, porque necesitaban hablar con él acerca de las clases en el colegio. Dieron todos los detalles como el nombre de su madre, el del colegio y añadieron que venían de parte de Esmeralda, porque fue quien recibió la llamada. Nicolás se sintió desanimado al escucharlos pensando que tal vez volverían a cambiarlo de colegio. James notó su humor diciéndole que no se preocupara, de cualquier forma se estarían viendo ahora que sus padres sabían de lo suyo. Nicolás esbozó una pequeña sonrisa.

—Te veré más tarde. —Se despidió dándole un beso.

—Lo estaré esperando, milord.

James abrazó a Nicolás dándole varios besos antes de que este se marchara. El menor volteó la mirada hacia él despidiéndose con un gesto de la mano. El auto avanzó tomando velocidad alejándose de la mansión.

Tom llegó a los pocos segundos bastante agitado. James se preocupó al verlo tan pálido y acelerado. El pelirrojo trataba de hablar sin poder explicar muy bien lo que pasaba, se detuvo moderando su respiración.

—¿Dónde está Nico? —Jadeó tomándolo de los brazos.— Van a secuestrarlo por ordenes de tu padre.

—¡James! —Llamó Salomón desde el umbral de la puerta.— Necesito que vengas.

—Jimmy —exclamó angustiado—. ¿En dónde está?

—Acaba de irse... —Su voz se cortó.

—¡James! —Gritó molesto el adulto.

—Tom. —Balbuceó.

—Lo encontraré, no te preocupes. Mi primo debe saber en dónde se ocultan. Está bien, solo vete y actúa como si no supieras nada.

—¡James Marvin, ven aquí ahora! —Demandó el mayor.

James regresó al interior de la mansión siendo seguido por su padre que iba atrás de él. Se dirigieron a la sala donde esperaba Alba. La situación se tornó confusa.

—Haremos un viaje —anunció Salomón—. Muy pronto cumplirás diecinueve. Quiero que conozcas un poco más del país, algunos lugares importantes y podamos pasar un momento en familia. Por eso te pido que no invites a Nicolás. Me gustaría que solo seamos nosotros tres.

—Es una encantadora noticia —comentó Alba—. ¿A dónde iremos?

—La Esperanza. —Respondió observando a su hijo.— ¿Tienes algo qué decir?

—No. Todo está bien.

—Nos iremos por la mañana.

—¿Tan pronto? —Exclamó anonadada.

—Como dije anteriormente, hay cosas que quiero mostrarle a James.

Nicolás observaba fuera de la ventana mientras el auto avanzaba lentamente por el tráfico a esa hora. La puerta contraria se abrió con cuidado, el menor no lo sintió hasta que una persona se sentó a su lado. Se sobresaltó al escuchar una voz canturrear su nombre. Un par de ojos ámbar similares al oro lo observaban asombrado. El hombre azabache esbozó una gran sonrisa al verlo.

—Pero que color tan hermoso. —Comentó.— Volveré por ti, cuando tengas edad.

Las puertas fueron aseguradas antes de que Nicolás intentara escapar. Tiberius le acercó un pañuelo impregnado en cloroformo.

—No me obligues a ser malo —susurró—. Shh, no tienes que tener miedo. Vamos a ser amigos. Los mejores del mundo durante tu estadía y los amigos mantienen la calma. —Acercó más el pañuelo hasta apoyarlo contra la nariz del contrario.— Descansa un poco. Será un largo viaje. ¿Intentas aguantar la respiración? —Amplió su sonrisa.— Tesoro, ¿cuánto crees que podrás resistir?

En efecto, Nicolás cayó ante el cloroformo. Tiberius lo acomodó sobre el asiento, acariciándole el cabello mientras observaba fuera de la ventana. Salomón le había dado las órdenes y deseaba ver los resultados, cuando llegase a verlo. Por supuesto, tendría mucho tiempo para ponerse a trabajar al llegar a su hogar.

James estaba en su habitación bastante alterado. No podía creer que acababan de secuestrar a su novio delante de él. Asimismo, se sentía decaído al reconocer que su padre lo había engañado y cayó en la trampa. Observó el obsequio que mantenía en la esquina de su cuarto. Recordó el penetrante olor que no lograba reconocer, cuando se lo entregaron. Caminó hacia la caja sin importarle qué podría encontrar en el interior, a lo mejor, podría tratarse de una pista.

Con cuidado desató el listón, quitándole la tapa lentamente. Amplió la mirada horrorizado al encontrarse con la bandera homosexual manchada de sangre. Era una amenaza. En ese momento, James se arrepentía por no haber huido antes. Estaba viviendo con un psicópata. Tanto su vida como la de su madre y la de Nicolás estaban en peligro de quedarse más tiempo con él. Si algo le enseñó las seis horas de criminología era que debía acudir con la policía inmediatamente antes de que ocurriese una tragedia. Tom podría ayudarlo.

Se retiró de su alcoba avanzando a paso rápido por los pasillos. Debía salir de la mansión y buscar ayuda con su amigo. En el trayecto se encontró a su padre, quien llevaba consigo un vaso lleno de ron, como de costumbre.

—¿A dónde te diriges tan tarde?

—Tengo pendiente una conversación con Tom respecto a un próximo evento de judo.

—Regresa a tu habitación. Llamaré a su madre para que le avise. Está fresco afuera, podrías resfriarte. No es una opción que te enfermes, cuando vamos de viaje. Espéralo en tu cuarto.

Accedió sin resistirse como una manera de no levantar sospechas. Esperó sentado en su cama mientras su preocupación iba en aumento. Cada minuto era valioso para encontrar a Nicolás.

Tom saludó a Salomón naturalmente con la alegría y energía que el adolescente irradiaba siempre. Se dirigió a la alcoba de su amigo rápidamente, cuando el contrario le dijo que estaba esperándolo. Salomón se regresó a su salón de juegos. No tenía intenciones de espiarlos, porque no importaba  si su hijo tramase algo o no, nada lo iba a detener. Tenía más influencias en el país que la familia de Tom. Sería tan sencillo para él callarlo.

—Jimmy, lo siento —jadeó en llanto—. No pueden encontrarlo. Mi primo me explicó que cambian constantemente de autos entre los secuestros, así que, es casi imposible rastrearlos.

El pelirrojo alzó la mirada hacia su amigo, quien no había dicho ni una sola palabra. James mantenía una expresión calmada, sin embargo, las lágrimas caían de sus pestañas deslizándose por sus mejillas y aumentando gradualmente. Tom lo abrazó ocultando su sorpresa. James no era alguien que demostrase su vulnerabilidad frente a otros, tampoco sus sentimientos genuinos. Realmente le afectaba recibir la noticia.

—Mi padre —habló en voz baja y apagada— nos llevará de viaje mañana. Dijo que tenía mucho qué enseñarme.

—No dejaré que te haga daño, ¿me escuchaste? Le pediré a mi amigo que los siga sin que se dé cuenta. Así estarán a salvo.

—Creí que finalmente le importaba. —Bajó la mirada.— Desearía haberme equivocado, cuando dije que pensaba que era un asesino.

—Jimmy —relajó su entrecejo—. Lo lamento tanto.

Esa noche, James no pudo conciliar el sueño. Había empacado para el viaje, pero su mente divagaba entre varias opciones. Podría huir y de alguna forma intentar encontrar a Nicolás; otra de sus opciones era quedarse a esperar lo que Salomón tendría para él. Tom prometió que tendría a varios de sus familiares cerca de él, cuando necesitase ayuda solo debería buscar a cualquiera vestido de rojo y sabría que podría confiar en esa persona.

Esperaba que Nicolás estuviese bien. No podría estar en paz consigo, si algo le llegaba a pasar. Esmeralda había llamado varias veces preguntando por su hermano, quien no había regresado, pero Salomón no contestó a ninguna de ellas. Era poco importante. Si ella venía a buscarlo se encontraría con la sorpresa de que no estaban en la mansión. Las cosas estaban mejorando para él. Sentía que su hijo estaba asustado, pero era apenas el comienzo para redimirlo.

Salomón sentía que no estaba haciendo ningún daño a nadie. Él solo quería su herencia, recuperar a su hijo y que su esposa dejase de hablarle. Iba a conseguirlo a través de Nicolás. Tenía un recorrido especial para su hijo en La Esperanza y estaba ansioso por iniciar.

James no tenía la menor idea de que pronto volvería a verlo; aunque no en las condiciones que pudiese esperar.