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Cap. XI

ʚ Mi primer amor ɞ

 

17 de noviembre

 

El inicio de las vacaciones empezaron con varios mensajes de Luis a Nicolás, se quedaban hasta tarde entre conversaciones; de cierta forma, él esperaba conseguir un acercamiento más calmado que no atentase contra su vida y pudiese darle la satisfacción de ganarse el corazón de Nicolás. Cierta noche Luis tocó el tema de James preguntando más acerca de él consiguiendo que Nicolás hablase maravillas de su mejor amigo, describiendo sus mejores cualidades, las aventuras que han vivido a lo largo de sus vidas y mencionó el evento más anhelado por este: El aniversario.

Diecisiete de noviembre. Nicolás inició su día yendo a la universidad de James para celebrar su aniversario de amistad. Fue la primera vez que huía de casa, era imposible pasar un día más sin saber qué estaba ocurriendo entre ellos, si era James quien estaba enamorado o solo era su deseo porque así fuese.

Llegó a un terreno escondido en un agujero con muros vigilados por guardias. La presión se sentía como si estuviese a punto de derrumbar a Nicolás contra el suelo. James lo esperaba al lado de sus guardaespaldas a quienes sobornó para que no dijesen ni una palabra de ese día; en cuanto se encontraron uno frente al otro, James lo levantó del suelo abrazándolo y dando giros por el borde de la acera. Se veía radiante con esa sonrisa amplia, era mucho más de lo que expresaba normalmente. Nicolás lo abrazó acurrucándose entre sus brazos al sentir el cálido y amable cuerpo de James protegiéndolo de sus propios pensamientos. Así se quedaron abrazados por un largo tiempo antes de entrar a la universidad, porque cualquier tipo de afecto entre el mismo sexo estaba prohibido dentro de las instalaciones.

El interior era un paraíso natural lleno de flores, árboles y caminos empedrados con bellas rocas de tonos claros como el marfil. Dieron un paseo por toda la universidad que contaban con edificios de la "A" hasta la "K", sin embargo, Nicolás no pudo aguantar hasta el "E" muy cercano a las cafeterías.

Cuando los guardaespaldas anunciaron que habían traído la comida que James pidió los jóvenes amigos estaban sentados bajo la sombra de un árbol, sobre una construcción de madera a una altura segura del suelo, era conocido como "El muelle" y estaba aislado del resto de edificios. No transitaban muchos estudiantes. Parecía un punto ciego donde podrían hacer todo lo que quisieran sin ningún problema; por allí James se había escapado para ir al colegio de Nicolás el día que lo fue a visitar.

—¿Quiere? —James le ofreció de la bandeja—. Son los mejores fingers que haya comido en mi vida y las papas fritas son las más deliciosas.

—Gracias. —Tomó uno con timidez, algo que no era normal al lado de él.

—¿Sucede algo? Usted no es así conmigo —comentó, ciertamente, sorprendido.

—No pasa nada. —Nicolás se aferró de su mochila, manteniendo una tosca postura y un tono muy bajo de voz. Al comer, cambió de expresión—. ¡Está delicioso!

—¿Sí? Bueno, eso ya no me importa. Algo lo ha incomodado y quiero saber qué ha sido para que no se repita. —Frunció el entrecejo, bajando la mirada devuelta a la comida.

—En serio no es nada. —Bajó la mirada a su mochila—. Es solo que... —Suspiró con cierta pesadez, volviendo a llamar la atención de James.

—¿Puedo ver? —Extendió la mano, hablándole de forma más calmada.

—Sí... Está bien si lo haces. —Se la entregó mientras seguía comiendo un poco más—. Realmente está delicioso —volvió a enfatizar con una sonrisa en sus labios.

James abrió el cierre más grande encontrándose con varios recipientes llenos de comida. Se notaba que Nicolás lo había hecho exclusivamente para él. Habían sándwiches, panqueques, ensalada de papa y frutas cortadas. James dejó de lado la comida que ordenó para comerse la preparada por su amigo, disfrutando del fragante aroma y la calidez del contenido; en cambio, Nicolás estaba aceptando muy bien el terminarse toda la que James ordenó.

Fue curioso ver las expresiones del contrario con cada bocado, saboreando lentamente cada pequeño trozo con el afán de no terminarse la comida preparada tan rápido; entre suaves gemidos, el ronroneo de su murmullo y las mejillas que se le entumecían de vez en cuando, James se sentía en un paraíso de sabores. Cuando la comida se terminó Nicolás estaba empanzado, recostado y quejándose de haber abusado demasiado de las papas fritas.

—Gracias por la comida —escuchó la elocuente voz de James—. Ha sido lo más dulce y delicioso que haya probado en años.

Con mucho esfuerzo pudo suspenderse lo suficiente para ver a su amigo sonriendo ampliamente, mientras se lamía el jugo de sus dedos, tal como un gato antes de irse a dormir. James se recostó a su lado rodeándolo entre sus brazos. Dicho y hecho, solo terminó de limpiarse para quedarse profundamente dormido bajo la acogedora sombra del árbol.

Los guardaespaldas se quedaron a una distancia de ellos jugando cartas, vigilando que nadie se enterase del inadecuado comportamiento de su joven amo. Las ventajas de ser sobornados por James era el dinero que podrían gastar para comprar muy buena comida en una universidad llena de lujos; no obstante, debían mantenerlo seguro de todos los rumores que pudiesen llegar a los oídos del amo.

Nicolás fue el primero en despertar tiempo después encontrándose con los carnosos labios de James, se veían suaves y eran de un hermoso tono rojizo; al contrario de los suyos que estaban quebrados, en muy mal estado y delgados. Pasó unos segundos hipnotizado ante las bellas, largas pestañas del contrario; aquel diminuto lunar bajo su ojo izquierdo, la fuerte quijada que desarrolló con los años y así se mantuvo, sin pensar que despertaría pronto.

James se levantó cuando los rayos del sol empezaron a molestarle sus párpados. La primera imagen que pudo encontrarse al abrir los ojos fue la curiosa mirada de Nicolás, aparentemente, buscando en el rostro ajeno alguna peculiaridad que era desconocida al conocimiento de James en ese momento.

—¿Por qué eres tan guapo? —Inquirió con inocencia, volviendo a centrar su mirada en aquellos ojos verdes—. Tienes estos brazotes súper fuertes, una espaldota súper ancha, una cara de lo más hermosa y un estilo de la moda asombrosa. ¡Eres un súper de todo! En cambio yo... Pues bueno, aquí siendo un tamalito sensual, que seduce con torpeza. —Bajó la mirada a su barriga, la que consiguió bajar después de dormir un poco.

—¿Usted me ve así?

—Eres como un guerrero romano, con belleza de Narciso y alma de... —Nicolás calló de repente, murmullando pensativo—. Hm, tenía un nombre, pero no logro recordarlo. Sé que también era relacionado a belle...

—Ya es momento de que hablemos —interrumpió James, desviando la mirada por un momento y mostrando esa sonrisa que siempre cautivaba a Nicolás—. Es el tiempo perfecto para hacerlo.

 

[. . .]

 

Su reseca piel era lavada cuidadosamente por las firmes manos de su médico a cargo. La madre de James permanecía en coma desde el primer día en que nació su primogénito; a pesar de que residía en la mansión siendo cuidada por un grupo de la salud, su esposo, Salomón, solo esperaba el anhelado día en que su hijo la desconectase para adquirir todos sus vienes.

En la espaciosa habitación se escuchaba resonar Take a chance on me por el pequeño radio que el médico llevaba consigo; eventualmente, tarareaba emocionado su canción favorita, la que era muy significativa en su "amistosa" relación con Salomón. Una vez que terminó de bañar a la comatosa mujer tomó un descanso sobre un banquillo, aprovechando para sacar su reloj de bolsillo y observar la colorida hora que anunciaba Hello Kitty; ya era momento de moverse para el próximo punto de inflexión y solo pudo sonreír ampliamente al saberlo todo de antemano.

El nuevo presente dependía de las acciones de ese día y él, como de costumbre, estaba ansioso por saber cuál sería la elección de Salomón; su único deseo recaía en que su adorado hombre pudiese pensar claramente y escogiese un buen futuro para todos, al menos, por una vez en su vida. Al salir de la habitación se llevó consigo el radio que continuaba reproduciendo su canción; en el trayecto por el pasillo dio pequeños saltos, suspirando encantado y como un joven enamorado.

—Te ves muy feliz —comentó su pareja con una ronca voz por un resfriado, dedicándole una pequeña sonrisa al sentir la caricia de la ajena mano en su pómulo, deslizando los dedos por debajo del parche—. Es un día muy brillante, me pregunto si es por eso que te ves tan contento.

—Siete... Seis... —Susurró con lentitud, observando las gruesas cejas del contrario fruncirse con molestia—. Cinco...

—Estoy muy celoso —admitió en voz baja, dirigiéndole la mirada con seriedad. Cogió la mano que lo acariciaba con dulzura y ahí, en los últimos segundos que restaban, la besó impacientemente—. Nunca sonríes en días como estés...

—Cuatro... Tres... Dos...

—Solo cuando él llega a casa.

—¡Uno! —Gritó con fuerza, girándose rápidamente para reírse del pobre hombre que abría la puerta—. ¡Salomón, bienvenido, mi amor!

La sorpresa que consiguió darle fue el peor susto en todos esos años con vida. Salomón observó despavorido al contrario, de quien dependía ahora para no caer por las escaleras de la entrada; era increíble la fuerza de su agarre para sostenerlo en perfecto equilibrio, resguardándolo del peligro, aunque fuese su culpa el que ambos se encontrasen en esa situación.

—¡¿Qué haces en mi casa?! —No pudo contener su evidente molestia, antes de sujetarse del brazo contrario—. ¡¿Acaso quieres matarme?!

—Salomón, Salomón, silencio y escucha —pidió insistente al verlo sin la intención de relajarse. Levantando el radio, jaló consigo a Salomón—. Gonna do my very best. Baby, can't you see. Gotta put me to the test. Take a chance on me —cantó alegre, moviendo la cabeza al son de la música.

—¿Acaso...?

—¿Eres estúpido? —Completó de inmediato, consiguiendo reírse ante la reacción del contrario—. Hoy es un día muy importante para todos, incluso para Alba, así que hagamos esto rápido si quieres saber tu futuro —informó con entusiasmo, sin perder la seriedad del tema.

—Sigues diciendo...

—¡No son idioteces! —Aseguró. Salomón suspiró con pesadez al verlo sacar su reloj de bolsillo—. Tenemos menos de tres minutos para escoger nuestra próxima ruta; solo espero que confíes en mí esta vez y tomes la mejor decisión, amor.

—Quiero que salgas de mi casa —objetó, alzando la mirada para darse cuenta de la presencia de la pareja—. ¡Tiberius, te dije que ya no quería ver a ese asqueroso maricón...!

Lo único que consiguió con su comentario fue una bofetada. Tanto Salomón como la pareja de Tiberius se sorprendieron por la agresiva interrupción; sin embargo, eso consiguió un pacífico silencio entre todos y el reloj continuaba contando el tiempo que transcurría para la decisión.

—Uno, volverás a trabajar y regresarás hasta después del mediodía —fue la primera opción que le ofreció—. En mi opinión, prefiero la segunda y es el que te quedes conmigo toda la tarde, como una cita; la primera también es bastante buena, no afecta en mucho más que en tus horas de sueño.

—¿Y cuál es la tercera? —Gruñó, sujetándose con fuerza la mejilla afectada.

—¡No! —Tanto su pareja como Salomón brincaron en su lugar—. Ya deja de escoger los caminos tóxicos para tu vida, amor, que eso no es nada sano para tu salud mental —bufó exasperado, sacudiéndolo de los brazos en la espera de sacudirle también el deseo de escoger la peor.

—Oye, tengo derecho de saber todas mis opciones... ¡En todo caso, ¿en qué me afecta?! ¡Estás invadiendo mi casa y...! —Salomón calló a voluntad propia, pensando con claridad lo que estaba sucediendo—. ¿En dónde está James?

—Qué tristeza —confesó en voz baja. Tiberius agachó la cabeza, unió sus manos y se las llevó contra los labios—. Escogiste la tercera sin siquiera saberla —susurró.

—¡Dime en dónde está mi hijo! —Salomón se dispuso a entrar, sin importarle que ellos fuesen más altos y fuertes—. ¡Quítate, ya me tienes harto con tus niñerías!

—No te dejaré entrar —murmuró desanimado.

Salomón enderezó su espalda al ver que Tiberius se regresó, cerrando la puerta con seguro. No podía creer lo infantil que estaba actuando por haber escogido algo en lo que él no creía, ni siquiera tenía idea de lo que causaba su elección según Tiberius. Cuando Salomón comenzó a golpear la entrada, estaba seguro que ese día lo único que consiguieron fue colmar su paciencia.

—¡Abre la puerta!

—¡No! —Respondió con un notable berrinche al hablar.

—¡Tiberius, no te estoy preguntado! —Para entonces, Salomón ya estaba pateando con todas sus fuerzas—. ¡Ábreme, ahora mismo!

—¡No, no y no!

—¡Llamaré a la policía si no lo haces! ¡Esta es mi casa!

—¡Mi novio es policía! —Se defendió, mostrando su rostro por la pequeña ventana superior con la intención de mostrarle la lengua—. ¡Esta no es tu mansión, es la de Alba!

—¡Soy su esposo!

—¡Ella no está muerta, así que nada de lo que tienes ahora te pertenece!

—¡Hijo de la gran puta, abríme la puerta ahora! —Tiberius mantuvo la boca abierta, sorprendido por la evolución en la ira de Salomón.

—Se ve tan lindo cuando se enoja —comentó entre risas, incitando a su pareja para que viesen juntos—. Es como un niño, tratando de vivir como adulto.

—¡Tiberius, cerote de mierda, dejá de reírte vos!

—¡Se te salió lo pueblerino, Salomón! —Ahora fue la pareja de Tiberius quien habló, llegando a provocar las risas en ambos—. Me pregunto si esa vena de su cuello explotará si lo hago enojarse más.

—Ay, no seas tan cruel —lo regañó, antes de añadir risueño—. Bueno, creo que un poco más no le hará daño. Tenemos que hacer tiempo suficiente hasta que James regrese.

—¿A todo esto, en dónde está el muchacho? —Al escuchar la pregunta, Tiberius sonrió ampliamente—. ¿Él chico es feliz ahora?

—Felizmente enamorado de un dulce pecado.

 

[. . .]

 

Nicolás estaba esperando recostado a que James regresara, solo bastó escuchar el sonido de su guitarra para darse cuenta que había vuelto. Al girarse en su lugar lo encontró en pie, escuchando con atención el sonido de las notas.

—Disculpe la demora, Tom estaba tocando con unos amigos.

—¿Vamos a cantar canciones de Julieta? —Preguntó entre dientes, manteniendo su cómoda posición recostada.

—Podemos hacerlo si usted quiere —respondió apacible, tomando asiento a su lado—. Primero quiero que escuche esta canción, es una que estuve ensayando desde que la escuché al comienzo de año y solo pude pensar en usted... Es muy importante para mí.

Nicolás amplió la mirada, era fácil reconocer que James estaba por dedicarle una canción; de esa forma y con sumo respeto, se reincorporó para prestarle toda su atención, desde la letra hasta la música. Una vez que James terminó de afinar la guitarra carraspeó un poco la garganta.

—Estoy... un poco nervioso —admitió risueño, consiguiendo seguridad en la oscura mirada de Nicolás—. Espero que le guste tanto como a mí, expresa bastante de lo que he sentido últimamente; ya estamos cumpliendo nueve años tras conocernos en la escuela y esta canción va para los últimos cuatro a su lado.

Nicolás decidió no intervenir al ver lo mucho que James procuraba mantener la calma ante la situación. Fue su primera vez viendo al chico más alocado, rebelde y expresivo muriéndose de nervios por una canción que aún no cantaba; no obstante, al escuchar las primeras notas Nicolás la reconoció de inmediato, consiguiendo que su estómago fuese el refugio de todas las mariposas de la primavera y su corazón se aceleró, en cuanto lo escuchó cantar.

—Como cuchillo en la mantequilla, entraste a mi vida cuando me moría —entonó suave, llegando a sentir que sus cuerdas vocales vibraban en la espera de hacerle cosquillas—. Como la luna por la rendija, así te metiste entre mis pupilas.

James mantuvo los ojos cerrados al cantar, de la misma forma que ensayó todas sus tardes libres para traer la canción a su más sincero amor. Una vez que sintió la mano de Nicolás sobre su rodilla se animó a explorar el exterior, encontrándose con unos resplandecientes ojos a causa de las lágrimas que brotaban de los mismos; así su corazón también palpitó con rapidez, pues no era ningún escenario que pudo haberse imaginado y eso le causaba una gran sorpresa.

A medida que James avanzaba con la canción que Nicolás estaba dispuesto a escuchar hasta el final, sus rostros se acercaron entre las lágrimas que ambos lloraban por sus sentimientos. Nueve años juntos, para poder comenzar una nueva experiencia que los uniese; aunque James llevase cuatro años enamorado, Nicolás también fluía en el mismo sentimiento desde esa última fiesta en su colegio.

«Juntos... eternamente». Recordó en ese segundo la teoría de James.

Cuando sus labios se encontraron los guardaespaldas se levantaron al recibir una llamada. Nicolás fue el primero en sentirse asombrado con el beso, había acertado en que los labios ajenos eran suaves y dulces al comer tanta fruta como la que preparó ese día; en cambio, James había entrado en un trance que solo le permitía continuar con el beso, llegando a contornear la boca de Nicolás con su lengua.

—James —jadeó en un espacio entre ellos.

Cuando se apartaron Nicolás mantuvo sus rojizas mejillas apartadas de la vista del contrario; mientras que James ahuecaba entre sus manos el rostro de su único amor, permitiéndose a sí mismo respirar con tranquilidad luego de su extraña y reciente experiencia. Una vez que Nicolás bajó las manos James se inclinó para besarlo nuevamente, procurando esta vez ser rápido y dulce; él mismo se encontraba ciertamente avergonzado por su involuntario acto, pues solo esperaba que sus labios se uniesen a la comodidad de ambos.

—Aunque usted me dijese que no, esperaba despedirme apropiadamente.

—¿De qué hablas? —Nicolás se asustó al escuchar la decaída voz de James.

—Es decir, que le quiero —explicó con sutileza, acariciando las redondas mejillas de Nicolás—. Usted me sedujo con su torpeza, el alma de niño que posee y su bellísima forma de ser; es por eso que si usted se convirtiese en un tamal, me lo comería a besos sin dudar.

James bajó las manos para tomar las de Nicolás, estas cupieron muy bien en el gran espacio y conservaron el calor corporal entre ellos. Un beso como el primero fue suficiente para que James tomase la confianza necesaria para repartirlos por el rostro del contrario, desde sus mejillas hasta las sonrojadas orejas de Nicolás.

—¿Quisiera usted ser mi pareja? —Interrogó con gran dicha y libertad—. Estoy profundamente enamorado de usted.

Los guardaespaldas voltearon a ver con disimulo en cuanto escucharon el llanto de Nicolás; se encontraron al menor de los dos entre los brazos de James, abrazándolo con fuerza y hundiendo el rostro contra su abdomen. Tuvieron que apartarse más de lo que ya se encontraban; era peligroso que el personal de la mansión escuchase y llegasen a sospechar de que el joven amo no se encontraba en sus clases.

—¿Por qué llora? —Cuando sus rostros se volvieron a encontrar en el espacio permitido, James limpió amablemente las empapadas mejillas de Nicolás—. ¿Está todo bien?

—Es que... —Al escucharse tartamudear solo consiguió que las lágrimas escapasen con mayor libertad—. Es la primera vez que alguien se enamora de mí y solo siento que es demasiado bueno para ser cierto.

—Usted es una gran persona y yo no lo cambiaría por nada en este mundo —aseguró, brindándole la confianza entre sus brazos—. Mientras esos sentimientos lo hagan sentirse bien, no hay nada de malo en todo esto.

—¡Me hacen sentir tan amado, James, no te imaginas lo mucho que significa para mí escucharte decirlo! —Una sonrisa se esbozó en sus labios, antes de reírse al mostrarle lo mucho que estaban temblando sus manos—. Y sí, por supuesto que sí... —Asintió con emoción, siendo cuidadoso de no marearse—. Sí, sí y sí quiero ser tu pareja.

—Felicidades... y todo eso —exclamó uno de los guardaespaldas observándolos a una distancia segura—. Lamento la intromisión, joven amo, pero recibimos una llamada desde la mansión.

—¿Mi padre regresó antes? —Interrogó asustado ante el tono nervioso del subordinado.

—Por más que el amo desee entrar, el señor Black le está impidiendo pasar; solo pude hablar con él un momento y me pidió que le informase que no duraría mucho tiempo distrayéndolo. Tenemos que regresar de inmediato.

—Está bien, entiendo.

Cuando el guardaespaldas se marchó para preparar el auto James se inclinó para besar la mejilla de Nicolás; este se encontraba con el rostro oculto en el espacio entre el hombro y cuello de James. Ambos se retiraron juntos sujetados de las manos, pues él no esperaba dejar que Nicolás subiese la colina para salir de las profundidades de esa universidad.

Una vez dentro del auto tuvieron su momento de privacidad mientras salían de las instalaciones; acordando que dejarían a Nicolás en una parada de bueses cercana que pudiese llevarlo de regreso a su hogar. En el poco tiempo con el que contaron James decidió entregarle su último presente del día, su obsequio venia dentro de un pequeño cofre; en cuanto fue abierto Nicolás ahogó un grito al reconocer perfectamente el objeto en su interior. Naturalmente, fue un collar lo que James le obsequió aunque no uno cualquiera; la joya que colgaba era nada menos que una pieza de corazón, un adorno muy significativo para Nicolás al ser un aficionado a la saga de videojuegos, donde pertenecía esta pieza en especial.

—Cada vez que me extrañe, llévelo consigo.

El último beso del día recibió una particular sensación de alerta. Ambos comprendían que a partir de ese día formalizaban una relación, la que no iba a ser permitida por Salomón y la que Luis no consiguió evitar a tiempo; en esos últimos segundos previos a la despedida, fue a Nicolás quien le tocó experimentar esa sensación de trance y lo único que sintió, fue un nostálgico vacío al besar a James.