—Bai Zemin no se apresuró en marcharse después de lanzar la bola de fuego carmesí hacia el centro de la ciudad. En cambio, detuvo en el cielo con un solo par de alas en su espalda y miró hacia abajo sin decir una palabra.
—Los enormes edificios, los árboles podridos, las plantas grisáceas, las calles de piedra, las cuatro paredes de más de doscientos metros de altura, las atalayas, las torres ofensivas, las armas y las armaduras... Todo fue aniquilado.
—Sin dejar rastro, como si un ciclón de destrucción masiva hubiera golpeado primero el lugar y luego cientos de misiles hubieran bombardeado el área... Todo fue borrado hasta el punto de que sería difícil para cualquiera creer que este lugar fue alguna vez una ciudad que se mantuvo firme durante varios siglos.
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