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Capítulo 16: Te perdí

Capítulo 16: Te perdí

Narra Ifigenia

Sus ojos nunca dejaron de admirarme mientras me despojaba lentamente de la ropa.

- No sabes cuánto tiempo he esperado para tenerte así de nuevo - sus ojos no dejaban lugar a dudas, él me deseaba tanto o incluso más de lo que yo lo deseaba a él.

Descendió por mi cuello con sus labios y sus manos se dirigieron hacia mi intimidad, comenzando a realizar suaves movimientos que hicieron que mi piel se erizara. Luego, su boca siguió bajando por mi vientre hasta llegar a mi monte de Venus, donde comenzó a jugar con su lengua. Sentí cómo recorría todo mi clítoris, y poco a poco me dejé llevar hasta alcanzar el clímax, como si fuera la primera vez.

- ¿Te gusta? - preguntó separándose por un momento.

- Sigue, lo necesito - jadeé, sintiendo cómo el placer me invadía y me transportaba.

Se levantó y se deshizo de sus pantalones, revelando una erección que crecía cada vez más. En un instante, se introdujo en mí de una sola embestida, recordándome lo que había olvidado.

- Te amo, te amo - comenzó a decir mientras se movía dentro de mí una y otra vez.

Grité de placer cuando se unió a mí por última vez, alcanzando el clímax al unísono. Observé cómo nuestras manos y cuerpos encajaban a la perfección, y él dejó un beso en mi frente antes de acostarse a mi lado.

Me abrazó y volví a sentirme pequeña y protegida en sus brazos.

- Ifigenia, mi niña, cuánto te extrañé, cuánto te amo - dijo mientras me miraba a los ojos.

Permanecimos abrazados durante cinco minutos que se sintieron bien, como si mi vida fuera perfecta. Pero luego las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas cuando recordé que él se casaría con otra. Lloré como una niña a la que le quitan lo que más ama.

- Nena, ¿por qué lloras? - preguntó mientras limpiaba mis lágrimas.

- James, ¿te casarás con ella? ¿Te casarás? - dije mientras las lágrimas seguían cayendo.

El silencio se hizo eterno mientras esperaba su respuesta, pero él no respondía.

- ¡Contéstame, por favor! ¿Te casarás? - exclamé mientras mi corazón latía a mil por hora.

- Ifigenia, yo te amo. Pero ya le hice una promesa a esa mujer, la quiero y aprenderé a estar con ella, aunque al principio tenga que imaginarme que eres tú - soltó con dolor en su voz.

Me levanté rápidamente de la cama y me vestí apresuradamente. Ya no tenía nada más que hacer allí, me di por vencida. Te perdí. Aunque me duela, sé que estás con otra.

- ¿No te vayas? - dijo mientras intentaba detenerme tomándome del brazo.

- No tengo nada más que hacer aquí, te perdí. Al menos me voy con la certeza de que lo intenté - dije mientras caminaba hacia la puerta.

- Adiós - dije mirando hacia donde él se encontraba.

- Adiós, Ifigenia - dijo él sin detenerme.

Al salir de la casa, me detuve un momento con la esperanza de que él corriera tras de mí, pero no sucedió. Tomé un taxi y regresé al aeropuerto, afortunadamente James había dejado un piloto para que me llevara de vuelta a París. Cuando llegué a casa, fui directamente a mi habitación.

30 de junio (Día de su boda)

Aquí estoy, son las 2 de la tarde y falta una hora para la boda de James. Mis maletas ya están hechas, me voy de vacaciones por un tiempo para sanar las heridas y regresar, para continuar con mis estudios y mis sueños.

Ya he sacado todo de la casa y tomé un taxi. El tráfico es pésimo, pero el taxista toma un atajo y, para mi mala suerte, nos detenemos frente a una iglesia donde una hermosa novia espera para entrar. Y para aumentar mi mala suerte, esa novia es ella, la mujer que está a punto de casarse con James.

En ese momento, mi mente se detiene y comienzo a sentir mareos. Mi corazón me dice que entre, que no me vaya sin intentarlo una última vez.

Abro la puerta del taxi y le digo al conductor que espere. Entro corriendo a la iglesia.

- Yo me opongo - suelto de mi boca mientras caigo de rodillas frente a todas esas personas desconocidas, con los hermosos ojos de James clavados en mí.

- Ifigenia - dice él acercándose a mí.

Me levanto lo más rápido que puedo para irme de allí.

Narra James

La veo salir por esa puerta con todas las ganas de correr tras ella, pero no puedo hacerlo. No puedo lastimar a la mujer que me espera en el altar, la mujer que me ha ayudado tanto.

Me doy la vuelta y todos los invitados esperan una reacción o alguna palabra de mi parte. Camino hacia el altar con el deseo de hablar con Rose y explicarle todo.

- Rose, lo siento. No quería que esto sucediera, pero no te preocupes, todo sigue en pie. Nuestro matrimonio, tú y yo seremos muy felices juntos. Sacerdote, continúe - digo con el mayor dolor en mi alma.

- No, no lo haga - dice Rose, sorprendiendo a todos, incluyéndome a mí.

- James, te amo como nunca he amado a nadie en mi vida. Te conocí en un momento en el que ambos queríamos superar todo y ser felices, pero tu felicidad no está conmigo, está con ella. Por mucho que te ame y por mucho que tú digas amarme, nunca me amarás ni me verás como la miras a ella. Así que corre, no la dejes ir, tráela aquí y cásate con ella, porque ella es tu felicidad. Te enamoraste de tu alumna y eso es real.

- Gracias - digo mientras la abrazo y le doy un beso en la frente.

Salgo por la puerta de la iglesia y tomo mi moto. Voy en busca de ella, a su casa, esperando encontrarla y decirle cuánto la amo.