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Herida expuesta

Los Martense somos bastante "duros", por decirlo de alguna manera. La razón es sencilla, la sangre de Marte fluye por nuestras venas, dependiendo de su pureza, podrías llegar a ser 10 veces más fuerte, más rápido y más resistente que una persona común, lo que nos hace destacar en donde sea que estemos. Pero no es la única razón del respeto internacional que nos dan. Las otras naciones también tienen sangres que dan habilidades, las cuales se potencian mediante contratos y esa es la segunda razón, el contrato de las montañas. Es el contrato de nuestra sangre que da poderes más allá de la comprensión. Un miembro de la familia real o un noble Martense, con un guerrero de sangre muy pura unen sus voluntades, su corazón y su mente, para compartir todo el peso del contrato. El resultado es la historia de mi reino, sin importar la época, el lugar, o el enemigo, "En la guerra Marte siempre gana". El rey de Marte pose al guerrero más fuerte e imbatible, aquel que aún después de su muerte todos llamaran "Gran maestro". Sin embargo, estoy seguro que soy una excepción a eso último.

- ¿Por qué dice eso?

- Mi madre era inpatria, por lo que mi sangre está diluida.

- Jaja, no funciona así.

- ¿Cómo lo sabes? Incluso mi cabello es como el suyo.

- Hum… intuición femenina.

Gea me miró sonriendo luego de pensarlo por un momento.

- Bueno, no es mi única razón.

- ¿Y cuál es la otra?

Señalé a Gea con mi dedo y mientras ella lo seguía con sus ojos dije:

- Tú.

- ¿Yo?

- Sí, tú. En el ritual del contrato cada próximo rey elije entre los tres collares. Cada uno representa a un guerrero del más alto nivel, pero en tu caso…

- ¡¿No soy del más alto nivel?!... su alteza, usted es muy cruel. Voy a llorar.

Gea se deprimió y yo algo nervioso le dije:

- No es eso, ni siquiera sé cómo luchas.

- Es verdad jaja. Solo soy algo torpe.

Gea sacó su lengua e hizo una cara que pensó era graciosa, entonces continué:

- A eso me refiero, tu actitud es completamente opuesta a la de todos los guerreros del reino. Lo normal sería que fueras seria y para nada torpe. Los pura sangre como tú, siempre terminan sin contrato.

- ¿Es así? Pero si me esforcé mucho entrenando con el gran maestro y usted eligió mi amatista. ¿No es suficiente?

- No digo que esté mal, solo que es muy raro.

- No se preocupe alteza, si usted es raro yo seré más rara.

Gea dijo con orgullo y convicción, al verla me resigné y dije:

- No tiene caso, seré conocido como el rey bufón de Marte.

- El mejor bufón del mundo. ¡Sí!

- S-sí

A pesar de no ser una frase alentadora, Gea lo gritó con tanto entusiasmo que simplemente decidí seguir su juego, ambos levantamos nuestros puños, como si hubiésemos ganado una guerra.

***

Los meses pasaron y Gea seguía igual, con el tiempo me fui acostumbrando a su personalidad. Saludaba felizmente a todo el mundo cuando me escoltaba por los pasillos del castillo. Cargaba a mi hermano menor Rai en sus hombros y corría por los jardines. Durante mis clases particulares, me distraía con alguna imitación del profesor mientras este se volteaba. Mi padre nos regañaba seguido por su culpa. Dos años después de nuestro contrato, en mi cumpleaños numero 15, me percate de que mis ojos siempre la buscaban, y al notarlo, ella me sonreía felizmente. En ese tiempo Gea dejo de ser rara y en cambio, para mi corazón, empezó a ser alguien especial.

- ¿Qué haces cuando duermo?

- Depende del día, como no puedo alejarme mucho de usted y tampoco necesito dormir mucho, suelo leer alguno de sus libros, practicar con mi espada o contar sus cabellos.

- Estás bromeando ¿verdad?

- Hasta el momento he contado 147.824

- ¡¿Qué?! Eso es algo perturbador.

La repentina información que dio Gea me dejo con una gran cantidad de sentimientos encontrados. Ella mirándome algo nerviosa dijo:

- No es mi culpa que no haya nada más interesante en su cuarto.

- S-sí, lo tendré en cuenta para cuando regresemos. ¿Quieres algo?

- ¡Genial! ¿Qué tal una cama de clavos?

- Definitivamente no. Pide algo que no asuste a nadie.

- Eso… hum…

Gea utilizó todo lo que pudo de su cerebro, entonces agregué:

- Mejor empecemos con algo que uses fuera de mi habitación.

 Reaccionando a mi comentario, Gea dijo feliz:

- Un caballo blanco.

- ¿Un caballo blanco?

- Sí. Si algún día vamos a una batalla, tener uno entrenado a mi gusto sería muy útil, y si es blanco, mi señor ya no será el único con ese cabello en el castillo.

Gea dijo entusiasmada acercándose a mí, entonces la aparté antes de que mi rostro terminase de volverse rojo y dije:

- Ok, un caballo blanco, lo tengo, pero no le pongas mi nombre.

- No diga eso majestad, jamás se me ocurriría usar su nombre.

Gea miró hacia un costado nerviosa mientras se enderezaba y con sospecha pregunté:

- Entonces ¿Qué nombre tendría?

- Rumaiballo veloz de combate.

- ¡Es casi lo mismo, además de largo!

- No soy buena con los nombres.

- Usa algo más corto.

<< Menos mal que le pregunté >>

En ese tiempo ya conocía bastante bien sus ideas, luego de murmurar por un tiempo Gea dijo:

- Aia

- ¿Aia?

- Sí, es la inscripción para encuentro o unión.

- ¿De dónde lo sacaste?

- …

Sorprendido, vi como gea por primera vez se avergonzaba y con un tono bajo dijo:

- De uno de los libros de su madre.

No sabía la razón de su reacción, el tema de mi madre no era algo que me afectara en ese momento. En cierta manera, me alegraba de haber visto una parte distinta de ella. Viendo su delicado perfil y como acomodaba su cola de caballo dije:

- Cuando lo consiga, ¿Qué te parece si damos un paseo? Gea.

- Será un placer.

En esa época estaba muy cómodo a su lado, pero no duraría mucho. En ese momento, nos encontrábamos viajando entre dos ciudades al sur de Marte. Regularmente se necesitaba revisar su estado, y como heredero al trono, me enviaban en ciertas ocasiones.

Al caer la noche, mientras el sol se ocultaba y el sueño me dominaba, la voz de Gea me despertó:

- Alteza, alteza, ¡Rumai!

- ¿Gea?

- ¡CORRE!

Lanzándome del carruaje a un costado del camino, Gea fue cubierta por una explosión. Al caer, vi a mi lado el cuerpo muerto del conductor, y como en su cabeza tenía una daga que lo atravesaba.

- ¡Gea!

Luego de mi grito, sentí como algo con forma de una persona, se acercaba hacia mi a una gran velocidad y antes de alcanzarme, Gea salió de entre las llamas y lo partió en dos.

- Corre en aquella dirección, el fuerte de cobre está luego de esa colina. 

Gea tomo algo del cuerpo que acababa de cortar, lo lanzó hacia arriba y entonces explotó. Tomando con ambas manos su espada, esta empezó a brillar como si se incendiara. Gea fijó su vista hacia el frente y seriamente me dijo:

- No te detengas ni mires atrás, esta espada es el fin de los que buscan su cabeza.

Tenía tanto miedo de morir decapitado, que corrí por mi vida como un cobarde. Al día siguiente comprendí, que de nada sirve una cabeza si te apuñalan el corazón. Junto con Gea, también perdí mi derecho al trono, pero fingí que no me afectaba y vendé su espada. Unos años más tarde, cuando mi hermano menor Rai obtuvo su contrato, los mismos muñecos malditos que explotaban atacaron el castillo, mataron a mi padre y a mi hermano menor, o eso creí. Dominado por la ira, tomé el trono y usé al gran maestro para iniciar una guerra contra todos los nobles de Marte. Cuando marché contra la casa Hermes, descubrí que de alguna manera Rai seguía vivo, y viendo la destrucción que causé, me retó a un duelo para detenerme. Su guerrero Oni le ganó a Leon, entonces fui destronado y exiliado. Y aquí estoy, recordando todos estos años que no me atreví a mirar la espada de Gea. Pensaba que, como cualquier herida, sanaría con el tiempo, pero no importa lo que haga, o cuanto la cubra con vendas, mis remordimientos solo aumentan y se agrandan como una herida expuesta. 

- No te rindas. Si la luna brilla, es que el sol va a salir.

Escucho la suave voz de una mujer que no puedo reconocer.