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Capitulo 8: El ataque Del Oso Oscuro

La historia continúa, dos semanas han transcurrido desde el enfrentamiento entre Datch y Gabriel.

Gabriel, recostado en su cama, contempla el techo con la mente en otro lugar.

Desde abajo, Eva grita:

- Gabriel, tu amigo está aquí.

Gabriel se levanta, prepara una mochila repleta de provisiones y se encuentra con Datch en la puerta, listo para continuar la búsqueda.

Durante una semana, ambos exploran el bosque siguiendo las indicaciones del antiguo libro que detalla la ubicación de la cueva legendaria.

"¡Datch, echa un vistazo a esto!" exclama Gabriel, mostrando un mapa viejo y desgastado que sostiene entre sus manos. "Según el libro, la cueva debería encontrarse en algún lugar cercano".

"Lo hemos buscado en esta zona varias veces", responde Datch con un deje de frustración. "Quizás debamos considerar la posibilidad de que el libro esté equivocado".

El sol se desvaneció detrás del horizonte, sumiendo al bosque en la oscuridad. Las criaturas nocturnas despertaron, creando una sinfonía de cantos y susurros en el aire. Gabriel encendió un pequeño fuego para iluminar el mapa, esforzándose por descubrir cualquier detalle que hubiera pasado por alto.

"No podemos abandonar ahora. Estamos tan cerca", insistió Gabriel, su voz firme pero tranquilizadora. "Debe existir algo que se nos está escapando".

Datch suspiró y asintió, resignado. "De acuerdo, continuemos buscando un poco más. Pero si no encontramos nada en las próximas dos horas, regresemos a casa y lo intentamos de nuevo mañana".

Los dos continuaron avanzando por un sendero poco definido y antiguo, marcado solamente por huellas de animales y bestias. El pequeño fuego de Gabriel alumbraba el camino, mientras Datch consultaba el libro en busca de pistas adicionales.

La luna se elevaba en el cielo, derramando su luz plateada sobre el bosque en una noche despejada. Gabriel y Datch proseguían en silencio, concentrados en su búsqueda exhaustiva de la cueva. El aire nocturno era fresco y resonaba con los sonidos de la vida silvestre, pero de pronto, un grito desgarrador rompió la quietud de la noche.

Gabriel exclamó preocupado:

-¡Datch, ¿escuchaste ese grito?!

Datch respondió rápidamente:

-¡Sí, viene de por aquí!

A medida que se acercaban, presenciaron una escena aterradora: un enorme oso, lleno de furia, atacaba a una niña, era Lisa, mientras su madre yacía en el suelo cercano, herida en el tobillo por una flecha. La madre intentaba proteger a Lisa, levantando una mano temblorosa.

"No puede ser," murmuró Datch, desenvainando su espada. "Es un oso infectado de ira. Esto no es natural."

Gabriel cerró los ojos brevemente, sintiendo el flujo de maná a través de su cuerpo. "Datch, necesitamos separar a la niña y su madre del oso. Yo me encargaré de distraerlo".

Antes de que Datch pudiera reaccionar, Gabriel extendió su mano y creó una barrera protectora de piedra alrededor de la madre y la niña. En el preciso momento en que el oso atacó, sus garras dejaron profundas marcas en la barrera de pierda.

Furioso por la interrupción, el oso rugió con más fuerza y centró su mirada en Gabriel. Sus fauces se abrieron, revelando afilados dientes que brillaban con una luz ominosa.

"¡Ven por mí, bestia!", desafió Gabriel, lanzando una ráfaga de viento cortante hacia el oso. La criatura se tambaleó, pero su furia parecía intensificarse. Gabriel sabía que no podría enfrentarse solo a la bestia por mucho tiempo.

Datch vio una oportunidad y se abalanzó hacia el oso con su espada en alto. Con un grito de guerra, descargó un golpe poderoso sobre la criatura. La hoja atravesó la oscura y densa piel del oso, pero este no mostró signos de aturdimiento. En cambio, se giró y contraatacó a Datch con una fuerza devastadora.

Gabriel actuó con rapidez. Levantó las manos y conjuró un hechizo de fuego, enviando llamas ardientes hacia el oso. La bestia rugió de dolor, mostrando signos de debilidad, pero aún así, la batalla estaba lejos de ser ganada.

"¡Datch, manténlo ocupado!" gritó Gabriel, canalizando más maná. "Necesito más tiempo".

Datch asintió, rodando por el suelo con destreza para esquivar otro ataque. Se puso de pie con elegancia y lanzó un golpe preciso con su espada. "¡Gabriel, apresúrate!" exclamó mientras el oso se volvía hacia él una vez más.

Finalmente, Gabriel sintió que estaba listo. Un fuego negro con tintes morados se acumuló en su palma. Disparó esa gran cantidad de maná hacia el oso, y la explosión iluminó todo el bosque. La criatura emitió un último rugido agónico antes de desplomarse en el suelo.

Jadeantes, Gabriel y Datch se acercaron a la madre y a Lisa. Gabriel examinó rápidamente la herida de la madre, utilizando los recursos de su mochila para desinfectar y vendar la herida.

"Están a salvo ahora", dijo Gabriel, su voz llena de alivio. "Pero debemos encontrar un lugar seguro rápidamente. Pueden quedarse en mi casa. Mi papá es médico, puede ayudarlos".

"No iremos con ustedes, humanos despreciables", dijo Lisa, su voz cargada de odio. "Mi padre, mi casa, mis amigos y mi pueblo fueron quemados y saqueados por su reino".

"Esa no es la manera de agradecer a quien te salvó", dijo Datch con voz molesta, fijando la mirada en Lisa. "Nosotros no tenemos la culpa de las acciones de otros humanos".

"Lisa, cálmate, por favor", interrumpió la madre de Lisa con firmeza. "Sabemos que ustedes no tienen la culpa, pero no podemos confiar en los humanos".

Gabriel le da sus provisiones que tenía en su mochila, busca una rama y la enciende con su mano y se la entrega a la mamá de lisa.

"Este fuego fue creado a partir de mi maná, es decir que esta conectada a mi. Si necesitas ayuda, solo apaga el fuego y estaré aquí lo más rápido posible", afirmó Gabriel. "Crearé un círculo de púas de tierra para que te sientas un poco más segura".

Lisa no dejaba de mirar a ambos con odio, su mirada revelaba todo lo que había pasado. Gabriel y Datch se alejan y caminan hacia su casa bajo la luz de la luna.

"¿Por qué le diste todas las provisiones?" preguntó Datch molesto. "Ella es malagradecida. La salvamos y nos trata mal".

"Debemos ponernos en su lugar", respondió Gabriel. "Ella ha presenciado cosas horribles a manos de los humanos. Solo debemos darle tiempo para que se recupere".

Gabriel se despidió de Datch y caminó hacia su casa. Al entrar, Eva corrió hacia él, visiblemente preocupada.

"Dónde estabas? Vi un brillo intenso en el bosque y pensé que estabas en peligro. Me preocupaste mucho", expresó Eva con ansiedad. "Gabriel, no debes llegar tarde a casa. Casi muero de preocupación".

Gabriel le explicó detalladamente todo lo sucedido en el bosque, dejando a Eva sorprendida.

"Debes mantener distancia de los semihumanos. Son violentos y arrogantes", afirmó Eva molesta. "Estás castigado, Gabriel. No entiendo tu forma de pensar. Primero buscas un objeto maldito de un ángel que merece lo peor, luego ayudas a los semihumanos y los tratas como si fueran de fiar. No quiero que salgas de tu habitación".

"Esa no es la lección que quiero aprender", contestó Gabriel molesto. "¿No se supone que debemos ayudar a quienes lo necesitan? Eso es lo correcto".

En un arrebato de emoción, Eva abofeteó a Gabriel, haciendo que escupiera sangre. Al darse cuenta de lo que había hecho, se arrepintió. Gabriel subió las escaleras, enojado, deteniéndose a mitad de camino.

"Aunque sean elfos, semihumanos, dragones o ángeles rebeldes, si están en peligro y necesitan ayuda, lo haré", expresó Gabriel con determinación, mirando al frente. "Esa es mi forma de pensar, madre".

Después de subir las escaleras y acostarse en su cama, Gabriel quedó pensativo mirando el techo.

Al siguiente día, Gabriel se levantó de su cama y observó el bosque desde la ventana. Decidió salir y se dirigió hacia donde se encontraba Lisa. En su recorrido, se encontró con Datch, quien regresaba de buscar la espada del ángel. Datch decidió acompañar a Gabriel. Llegaron al lugar, pero no encontraron a Lisa y compañía.

Gabriel utilizó su ojo derecho para localizarlos y se encaminó hacia ellos.

"¡Hola de nuevo! Me preguntaba cómo estaban", dijo Gabriel con amabilidad.

Lisa lo miró con odio y se fue hacia el arroyo.

"Por favor, discúlpennos por lo de ayer", dijo la madre de Lisa. "Gracias a tu ayuda, estoy mejorando un poco a poco.

Gabriel se sintió aliviado al escuchar las palabras de agradecimiento y solicitó permiso para revisar la herida de la mamá de Lisa, a lo que ella accedió. Al acercarse, notó signos de infección y constató que la temperatura corporal de la señora era elevada.

Decidido a ayudar, Gabriel se dirigió a unos arbustos y seleccionó una hoja. creó un recipiente de arcilla con su habilidad para manipularla con tierra. Luego, añadió hojas y agua al vaso improvisado, lo calentó con sus manos y se lo ofreció a Lisa. A pesar de su inicial desconfianza, ella finalmente aceptó el brebaje.

Observando que a Lisa le costaba pescar, Gabriel intervino usando su destreza en la manipulación del agua para ayudarla a atrapar un pez en una burbuja acuática. Mientras Lisa continuaba pescando, Gabriel cocinó los peces que había capturado y compartió una porción con Datch y la madre de Lisa.

Una vez Lisa terminó de pescar, encendió una hoguera para cocinar sus propios peces y los consumió sin prestar atención a los que Gabriel le había dado.

"¿Cuál es tu problema?", dijo Datch con molestia hacia Lisa. "Mi amigo te está ayudando y tú sigues comportándote como una niña caprichosa."

Lisa se levantó y se colocó frente a Datch, fijándolo con la mirada.

"Dime eso de nuevo, humano", dijo Lisa con firmeza, manteniendo la mirada fija en Datch. "Te mataré y luego te devoraré."

"No es necesario pelear. Todos somos amigos aquí", intervino Gabriel mientras separaba a los dos. "No te estoy obligando a confiar en nosotros, pero deberías mostrar más gratitud hacia las personas."

Lisa lo ignoró, lo que provocó la molestia de Datch, quien decidió salir en busca de la espada perdida. Gabriel lo acompañó durante todo el día en la búsqueda, pero no lograron encontrarla. Agotado, Gabriel regresó a su casa, entró por la ventana y se acostó en su cama en silencio. Desde allí, escuchó a Eva y Sam discutiendo.

"Eva, es solo un niño, claro que querrá ayudar a quien lo necesite", dijo Sam. "Déjalo estudiar en la capital, él se puede cuidar a sí mismo."

"Pero Sam, la última vez lo salvó la señora Liz", expresó Eva preocupada. "¿Estás seguro de que estará bien?"

"Por supuesto, Eva", afirmó Sam. "Él se volverá muy fuerte y no necesitará que venga nadie a ayudarlo."

"Sam me entiende, pero ¿por qué Eva no?", murmuró Gabriel mientras se dormía. "Me volveré más fuerte y no se preocuparán por mí, lo juro. ¡Jamás, padres!"

Gabriel se queda dormido y comienza a soñar con un pequeño fuego ardiendo con la suave brisa del viento. De repente, el fuego se apaga, lo que solo puede significar una cosa: Lisa está en peligro. Gabriel se levanta de un salto, rompe la ventana y corre hacia el bosque, decidido a llegar al lugar sin importar que no tenga puesto su parche, su única preocupación es llegar a tiempo.

Fin del capítulo.