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Capitulo 6: El Arzobispo De Orbes

La historia continúa.

Gabriel se levanta temprano con Eva para comprar un traje para la reunión de despedida. Caminan juntos por la ciudad, disfrutando de la compañía mutua y deteniéndose en un puesto de dulces donde Eva compra su dulce favorito. Luego, llegan a la misma tienda de ropa y Eva le ayuda a elegir su mejor traje. Gabriel se decide por uno de color negro con el logotipo del reino, sintiéndose entusiasmado con su elección.

Después de pagar por el traje, ambos estaban emocionados y se detienen en otra tienda de dulces antes de regresar a casa. Una vez en casa, Eva ayuda a Gabriel a arreglarse para la ocasión.

Durante la conversación, Eva comenta sobre su pareja de baile, Beatriz, y bromea sobre futuros nietos, mientras Gabriel, sintiéndose un poco abrumado, insiste en que todavía es joven para pensar en esas cosas.

Finalmente, Gabriel se despide de Eva y se dirige hacia la casa de Beatriz. A medida que se acerca a la puerta, siente nerviosismo pero se anima a sí mismo con pensamientos positivos, tratando de calmar sus nervios antes de tocar la puerta.

En su mente, Gabriel se pregunta qué podría salir mal y se prepara para lo que está por venir, sintiendo una mezcla de emoción y vergüenza.

Él toca la puerta y la señora Liz la abre, inicialmente con una expresión seria que hace que Gabriel sienta un escalofrío de miedo. Sin embargo, rápidamente cambia su semblante y le dedica una cálida sonrisa amable.

Liz dice:

-Qué lindo eres, Gabriel. Beatriz no tardará en alistarse, por favor, espere un momento.

Gabriel entra en la casa y se sienta en la sala, aguardando la llegada de Beatriz. Liz se acerca a él, y sus nervios aumentan. La señora le pide permiso para examinar su ojo, a lo que Gabriel asiente y se quita el parche. Liz inspecciona su ojo izquierdo con detenimiento.

Liz dice:

-El sello que coloqué funciona muy bien, aún puedes fortalecerte un poco más y el sello resistirá.

En ese preciso instante, Beatriz desciende las escaleras con un vestido verde y un peinado distinto. Su mera presencia cautiva a Gabriel, quien la observa como si estuviera contemplando a una diosa o a la mismísima Afrodita de la mitología griega. La señora Liz interviene, dirigiendo una advertencia hacia Gabriel.

- Joven Gabriel, cuida tus modales.

Recobrando la compostura, Gabriel se acerca a Beatriz, quien está sonrojada. Él le solicita la mano y juntos emprenden el camino hacia la escuela. Mientras avanzan, Gabriel no puede evitar pensar.

- Ella es exquisitamente hermosa, su vestido verde se funde perfectamente con el matiz de sus ojos. Es la encarnación de Afrodita en este mundo. Se toman de las manos, aunque Gabriel lucha internamente.

- Mejor no pienses en eso, o mi mano comenzará a sudar..

Beatriz, con rubor en las mejillas, murmura:

- Me siento algo ridícula con este vestido.

Gabriel la sostiene suavemente y replica:

- No digas eso, desde el instante en que te vi, me cautivaste. Eres tan hermosa como el paisaje que se avista desde la cima de un gran árbol.

Los dos se contemplan mutuamente, acercándose lentamente mientras la chispa del amor arde entre ellos. Sin embargo, Damián irrumpe bruscamente al empujar a Gabriel y continuar caminando.

Damián escupe:

- Aparta, tuerto idiota, no me estorbes.

A pesar de su disgusto, Gabriel decide no entrar en conflicto y simplemente ignora el comentario, aunque se siente molesto porque interrumpió un momento tan especial. Finalmente, arriban a la escuela, donde una multitud aguarda. El director se yergue en el estrado y vocifera.

El director anuncia con solemnidad:

- Mantengan silencio, por favor. Este día marca nuestra despedida. Durante mi permanencia aquí, he tenido el privilegio de conocer a cada uno de ustedes y de admirar la diversidad de talentos y personalidades presentes. Ha sido un periodo de crecimiento tanto a nivel individual como académico, y estoy agradecido por haber compartido este camino con cada uno de ustedes.

Una ola de aplausos resuena en el auditorio, algunos estudiantes contienen lágrimas de emoción. La música empieza a sonar, y en medio de la pista, Beatriz y Gabriel danzan juntos, sus miradas se encuentran, quedando ambos hechizados por la belleza del otro. La armonía musical se ve abruptamente interrumpida por la voz del director.

El director procede a llamar a los estudiantes que han obtenido el título de élite, y Damián se dirige hacia el frente del escenario.

Damián da su discurso con gesto arrogante

-Hoy me dirijo a ustedes, simples mortales, para anunciar mi triste despedida de este lugar. Ha sido un honor para mí caminar entre ustedes, aunque su ignorancia y mediocridad a menudo me han causado escalofríos. Pero no se preocupen, no todos pueden ser tan superiores como yo.

Mis brillantes ideas y mi intelecto superior siempre serán recordados por algunos de ustedes, los más aptos para comprender mi genialidad.

A pesar de la actitud arrogante de Damián, la gente aplaudió. Ahora era el turno de Gabriel.

Gabriel comienza su discurso:

"Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a mis profesores, que con su dedicación y pasión por la enseñanza han contribuido a mi formación como persona y como mago. También a mis compañeros de clase, que con su apoyo y amistad han hecho de esta experiencia algo inolvidable.

Hoy me despido con nostalgia, pero también con la certeza de que llevo conmigo todo lo aprendido y todas las experiencias vividas. Estoy seguro..."

El estruendo de la explosión sacudió la escuela, sembrando el caos entre los estudiantes y el personal. Gabriel reaccionó rápidamente al ver los escombros caer hacia Beatriz y la empujó fuera del camino, protegiéndola con su cuerpo. Entre gritos y llantos, tres misteriosas figuras encapuchadas emergieron de entre el polvo y se postraron frente a Gabriel y Beatriz.

El líder de los encapuchados habló con una voz serena pero llena de autoridad:

- Es un honor estar ante usted, señor. Hemos logrado nuestro cometido, mi señor.

Gabriel, confundido y alarmado, miró fijamente a los encapuchados y cuestionó con firmeza:

- ¿Quiénes son ustedes y qué buscan con todo esto?

El hombre encapuchado, identificándose como el arzobispo de un oscuro personaje llamado Orbes, pronunció palabras inquietantes:

- Eres la clave para el descanso de mi señor. Por favor, sacrifícate para que pueda encontrar la paz eterna.

Gabriel, con desconcierto y determinación en su voz, le respondió al hombre encapuchado:

- No entiendo nada. ¿Sacrificarme? Después de que todo me está yendo bien, lo siento, pero no puedo cumplir con ese deseo. Por favor, váyase.

El hombre encapuchado pareció suspirar con resignación antes de responder:

- Es una lástima. No quería tener que hacerlo personalmente, pero no tengo otra opción.

El hombre levantó la cabeza, y Gabriel se quedó congelado al darse cuenta de que aquel individuo tenía los dos ojos iguales al izquierdo de Gabriel. En un instante, el hombre empuñó una daga con intenciones amenazantes, pero antes de que pudiera llevar a cabo su ataque, unas raíces misteriosas surgieron y lo retuvieron firmemente.

Beatriz, con decisión, tomó a Gabriel de la mano y, con agilidad, lo arrastró hacia atrás, alejándose del peligro inminente. En medio del caos y la confusión, Gabriel, aturdido, balbuceó:

- Beatriz, ¡le viste los ojos...!

Antes de que pudiera terminar la frase, Beatriz colocó su mano sobre el ojo izquierdo de Gabriel y rompió el sello.

Con una mirada de urgencia en sus ojos, Beatriz le dijo a Gabriel:

- No hay tiempo para preguntas ahora. Estamos en problemas, necesitas despejar tu mente. Gabriel, te necesito a mi lado en esto.

Gabriel sintió un poder arrollador recorrer cada fibra de su ser. Su ojo izquierdo comenzó a brillar intensamente. Gabriel se vuelve a poner el parche. Un viento cortante dispersó la nube de polvo, revelando la presencia de Damián.

Damián se dirigió hacia los individuos encapuchados con una mirada desafiante.

Damián afirmó con firmeza:

- ¿Así que han venido aquí a enfrentar su destino, servidores de Orbes? Con mi poder, los purificaré.

Damián se preparó para enfrentarse a los dos seres oscuros, y la batalla estalló en un frenesí de poderosos hechizos que llenaban el aire con destellos de luz y fuego. Los conjuros chocaban en un espectáculo de magia deslumbrante, iluminando el escenario de la confrontación.

Con agilidad sobrenatural, Damián esquivaba los hechizos y ataques de sus adversarios, contrarrestando con su propia magia que desataba explosiones y torbellinos de energía que sacudían el suelo.

Los seres oscuros no se quedaban atrás, lanzando ataques implacables que combinaban hechizos mortales con golpes certeros que amenazaban con acabar con Damián. Sin embargo, Damián demostró una destreza inigualable, moviéndose con gracia y determinación para defenderse y contraatacar, convocando una variedad de elementos en su lucha por la supervivencia.

Por otro lado, Beatriz y Gabriel se encontraban cara a cara con el arzobispo, un adversario formidable cuyos ataques demostraban su destreza y poder. Con gesto de complicidad, se prepararon para el enfrentamiento, esquivando con destreza los potentes golpes del hombre mientras avanzaban decididos hacia él.

La batalla se desató con ferocidad, con puñetazos y hechizos cruzándose en el aire en un frenesí de acción. A pesar de la resistencia del arzobispo, Gabriel y Beatriz demostraron una coordinación impecable que les permitía mantener la delantera en el combate. Gabriel lanzó una onda de aire para distraer al arzobispo, mientras Beatriz se lanzaba hacia él con determinación. Sin embargo, el arzobispo logró esquivarla y la agarró del cuello, propinándole un golpe en el estómago acompañado de un poderoso conjuro de viento que la arrojó violentamente contra la pared.

El impacto dejó a Beatriz aturdida, y la reacción furiosa de Gabriel no se hizo esperar. La ira que surgía en su interior provocó que su ojo izquierdo brillara intensamente debajo de su parche, mientras una grieta empezaba a formarse en su rostro. Con intención de atacar, Gabriel se preparaba para desatar su furia, cuando de repente la señora Liz apareció frente a él. La presencia inesperada de la señora Liz detuvo a Gabriel en seco, sorprendiéndolo.

Con las manos brillando en un tono verde, la señora Liz intervino en el enfrentamiento con palabras imperativas.

- Es suficiente. Sería mejor que se marcharan antes de que me vea enfadada - advirtió con firmeza.

El arzobispo, molesto, expresa: "Qué pérdida de tiempo, chicos, vámonos. Retiremos por ahora."

Damián, a punto de atacar a uno de los hombres con la lanza de Fulgor, es detenido por el arzobispo con una defensa de Fulgor oscuro. Damián retrocede asombrado.

Damián pregunta: "¿Eso es Fulgor oscuro? Pero, ¿cómo es posible?"

Los hombres escapan junto con el arzobispo. Gabriel está ayudando a Beatriz y ella le dice: "Vete a tu casa, Gabriel, antes de que lleguen los soldados del reino y te vean."

La señora Liz sujeta a Beatriz y la ayuda a caminar. Gabriel camina a su casa y llega y le cuenta todo a sus a Eva

Eva le dice a Gabriel: "Menos mal que llegó la señora Liz, dime ¿no pasará nada si no tiene el sello?"

Gabriel responde: "Después de que Beatriz me quitó el sello, sentía mucho poder. Antes me agotaba muy rápido, ahora tengo más resistencia."

Eva y Gabriel estuvieron hablando, conversaron sobre muchas cosas y luego llega Sam. Él le cuenta lo que pasó, a lo cual Sam se sorprende. Terminan de hablar y Gabriel sube la escalera y se queda dormido.

Al día siguiente, Gabriel va a buscar a Beatriz, quiere saber cómo está después de lo ocurrido el día anterior. Llega a su casa y toca la puerta, pero nadie sale. Sigue tocando y nadie responde. Se cansa de esperar y decide regresar a su casa. Alguien toca su puerta, Gabriel abre y se encuentra con el director, quien le entrega unos papeles y le dice: "Este documento te permitirá estudiar en la capital de forma gratuita. Fuiste muy valiente ayer, nos vemos, Gabriel."

Gabriel cerró la puerta con suavidad y se acercó a Eva, su rostro mostraba determinación.

"Madre, he tomado la decisión de ir a la capital para estudiar", declaró con firmeza.

Eva, preocupada, respondió: "No puedo permitirlo, Gabriel. Es demasiado peligroso. Sería mejor que te quedaras aquí, donde estás a salvo."

Gabriel insistió, con convicción en su voz: "Tranquila, me cuidaré y estaré bien. No quiero desaprovechar esta oportunidad."

Pese a las palabras de su madre, Gabriel no se dio por vencido: "Entiendo tus preocupaciones, pero necesito hacerlo. Prometo ser cauteloso y responsable."

Eva, con gesto serio, replicó: "No lo permitiré. Después de lo que pasó ayer, no puedo arriesgarte de nuevo. Esperaremos a que tu padre deba viajar a la capital por trabajo."

Gabriel, frustrado, se retiró a su habitación. Una carta en la ventana captó su atención y, al leerla, sus ojos se llenaron de lágrimas, mostrando la tormenta de emociones que lo invadían.

La carta dice:

Querido Gabriel,

Es con un nudo en la garganta que escribo estas palabras. Me resulta difícil imaginar un día sin tu amistad, y esos momentos de complicidad que solo nosotros entendemos. Sin embargo, la realidad es que debo irme al Reino de los Elfos, y aunque me duele, es un camino que debo seguir.

Nuestra amistad ha sido una luz constante en mi vida, una fuente inagotable de alegría y apoyo. Desde el primer día que nos conocimos, supe que habías llegado para quedarte. Hemos compartido tantas aventuras, retos y risas que es imposible resumirlo todo en una carta.

Con mucho cariño.

Tu amiga la medio Elfa Beatriz Yōsei

Gabriel se siente triste y confundido. Se acuesta en su cama, mira al techo y continúa llorando.

En la sala del trono del reino de Trini, se puede ver al rey teniendo una reunión con gente importante.

El Rey de Trini pregunta: "¿Los preparativos para la guerra están listos?"

El consejero responde: "Sí, Majestad. Tenemos 10 mil soldados, 4 mil magos enviados por el reino de Altagracia, 2 mil tropas de caballeros y la ayuda del peon, uno de los 7 pensadores de Dios."

El Rey de Trini dice: "Señor tesorero, ¿tenemos suficiente oro para la guerra?"

El tesorero responde: "Sí, señor. Contamos con oro para 5 años de guerra, no se preocupe."

Entra un hombre a la sala del trono.

El General Militar dice: "Disculpa la interrupción, mi señor. Toda nuestra fuerza está lista para empezar."

El Rey de Trini afirma: "Muy bien. Esos malditos elfos y semihumanos deben desaparecer."

Fin del capítulo.