Después de aquel aliento, Frajesmate se animó, y con él, tomo el ejército. Así pues, tomaron espadas, rifles, cañones, bayonetas, arpones, lo que tuvieran, algunos calentando fierros, otros con machetes, o hasta con palos que utilizaban como macanas y látigos, se armaron de valor, y entregándose a Kraba con un rito religioso, procedieron a avanzar, con miradas decisivas.
Oh poderosa Kraba, madre de toda Biomeda
a ti me encomiendo yo y mi ejército, porque tu sabes lo que tus hijos sufrieron, las injusticias que pasaron, ¡lo sabes todo!, sabes como fueron torturados y cruelmente asesinados, nos encomendamos a ti, oh madre celestial, envía a tus guardianes celestiales para que nos protejan.
¡YYYYYYYYYYYVLIYATMUUUUUUUUUUUUUUUUUUUTTTTTTTTTTTTTT!
Acto seguido, avanzaron al campo de batalla
La batalla comenzó con una precisión coreográfica. Frajesmate había dividido a sus fuerzas en varias unidades, cada una con una tarea específica. Las primeras escaramuzas fueron rápidas y efectivas, con los rebeldes utilizando su conocimiento del terreno para emboscar a las avanzadas del virreinato. Las tácticas guerrilleras habían sido perfeccionadas a lo largo de meses de combate, y ahora daban sus frutos.
Frajesmate lideraba desde el frente, su espada brillando mientras cortaba a través de las filas enemigas. Sus movimientos eran fluidos, casi como una danza mortal, combinado con el dominio de los dedos que tenía Frajesmate, que le permitían mover, la espada de una manera aún más rápida. Los gritos de los soldados enemigos, el sonido del metal chocando contra metal y el de los ensordecedores disparos junto con explosiones inmensas llenaban el aire. La batalla era feroz y caótica, pero los rebeldes no se dejaron intimidar. Cada golpe que daban, cada enemigo que derrotaban, los acercaba un poco más a la victoria.
La estrategia de Frajesmate estaba funcionando. Las líneas del virreinato comenzaron a desmoronarse bajo la presión de los ataques constantes y coordinados. Pero la verdadera prueba aún estaba por venir. En el centro del campo de batalla, rodeado por sus guardias personales, estaba el virrey, la figura imponente que simbolizaba todo lo que los rebeldes estaban luchando por destruir.
El enfrentamiento entre Frajesmate y el virrey fue inevitable. A medida que los rebeldes empujaban más y más al ejército enemigo, los dos líderes se encontraron cara a cara en el corazón de la batalla. El virrey, con su armadura pesada y su espada ornamentada, representaba el poder y la autoridad del virreinato. Frajesmate, con su armadura ligera y su mirada resuelta, era el símbolo de la resistencia y la esperanza de su pueblo.
Los dos hombres se miraron por un momento, como si cada uno estuviera evaluando al otro. El virrey, seguro de su victoria, sonrió con desdén y le dijo -chiquillo imbécil-. Pero Frajesmate no se dejó intimidar. Con un grito de guerra, se lanzó al ataque.
El duelo fue intenso, un choque de voluntades tanto como de espadas.
-cómo te atreves a insultarme de tal manera
-porque eso eres, un indígena imbécil que no sabe lo que hace
-tu mamá
-mi madre fue la reina Cladilet IV de Oftalmolecusamp, descendiente directa de Kyllia I
-¡y eso me importa!
-¡come torta!
-maldito viejo velorio
-¡Qué me has dicho!
-no te escucho
-dije, ¡Qué
-¡So!
-muchacho malcriado, ya verás
El virrey, aunque poderoso, subestimó la habilidad y la determinación de Frajesmate. Con cada golpe, Frajesmate se acercaba más a la victoria, utilizando su velocidad y agilidad para superar la fuerza bruta del virrey.
Finalmente, en un movimiento rápido y preciso, Frajesmate desarmó al virrey, derribándolo al suelo. El campo de batalla pareció detenerse por un momento mientras ambos bandos observaban el desenlace. Con un último golpe, Frajesmate grito -Fue un gusto discutir contigo sir Baletizer XXI de la Torre y García- y terminó con la vida del virrey, un acto que marcó el punto de inflexión en la batalla.
La caída del virrey fue devastadora para el ejército del virreinato. Los soldados, desmoralizados y sin líder, comenzaron a rendirse en masa o a huir del campo de batalla. La victoria, que había parecido tan lejana, ahora estaba al alcance de la mano.
Cuando la última resistencia del virreinato fue aplastada, un grito de triunfo surgió del ejército rebelde. La batalla había terminado, y contra todo pronóstico, habían salido victoriosos. Los rebeldes se reunieron alrededor de Frajesmate, aclamándolo como su salvador. Sus rostros, cubiertos de sudor y sangre, brillaban con una mezcla de alegría, alivio y orgullo.
Frajesmate, exhausto pero eufórico, levantó su espada al cielo, y con lágrimas en los ojos, agradeció a sus compañeros. Sabía que la victoria no había sido solo suya, sino de todos los que habían luchado y sacrificado tanto por la libertad. Agradeció a Skavila, cuyo apoyo había sido fundamental en la batalla, y a cada uno de sus compañeros que había estado a su lado desde el principio.
La celebración se extendió hasta bien entrada la noche. Habían derrotado al virreinato, pero más que eso, habían recuperado su libertad y su dignidad. Frajesmate se dio cuenta de que este era solo el comienzo. La reconstrucción sería un desafío enorme, pero estaba listo para enfrentarlo, sabiendo que, con su pueblo unido, no había nada que no pudieran lograr.
La batalla había terminado, pero el verdadero trabajo apenas comenzaba. La libertad, que tanto habían anhelado, ahora estaba en sus manos. Frajesmate sabía que tendría que liderar a su pueblo en los tiempos de paz, con la misma determinación y sabiduría que había mostrado en la guerra. Pero esa noche, mientras observaba las estrellas desde el campo de batalla, se permitió un momento de tranquilidad, saboreando la dulce victoria que habían ganado juntos.