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3.5

Poco a poco la imagen borrosa de Adam sentado al fondo del túnel, apareció en el campo de visión del niño. En ese instante, Oliver recordó cuando una tarde, después de la cena, entró al taller improvisado que su padre construyó aprovechando el espacioso patio trasero de la nueva casa en García. Ese día decidió contarle que consiguió el diploma de primer lugar de la generación 2005. Pero el señor Tavares no se hallaba por ningún lado, aún y cuando lo vio entrar minutos antes. El cuerpo inerte de Adam se hallaba encima de una mesa. El robot parecía un muñeco de trapo, desparramado y con la cabeza desencajada.

El niño se restregó los parpados para humedecer sus ojos y recuperar la vista. Luego se recargó contra la pared de tierra. Al otro lado, Hari lo observaba en medio del brutal silencio y de la oscuridad que predominaba en el túnel.

—¿Adam, puedes oírme? — cuestionó el niño con una voz muy fina — ¿Adam? — insistió, pero no consiguió respuesta.

El robot víbora apenas y echó un vistazo siguiendo la dirección de la voz del pequeño.

—¿Qué pasa, Hari?, ¿Por qué no me responde?

—Le entró agua al sistema, es muy probable que los sensores estén dañados — aseguró Hari.

—Pero…

De pronto, una enorme araña emergió de la profundidad del túnel y se acercó hasta posar sus patas frontales cerca de las piernas del niño. Oliver intentó levantarse para escapar, pero el agotamiento físico y mental, provocado por los acontecimientos recientes, ocasionó que perdiera el equilibrio. Presa del pánico que le generó ver a tan colorida criatura, solo atinó a cerrar los ojos y a suplicar por su vida en voz baja. La araña se presentó formalmente como Oriol y le contó que llegó a un acuerdo con Hari para ayudarlos a cruzar el rio.

—Si continúas ralentizando la respiración vas a hiperventilar de nuevo— sentenció el arácnido — hasta acá puedo escuchar los latidos de tu corazón. Eres un niño muy asustadizo y eso no es bueno.

Al escuchar las palabras de Oriol, Oliver cayó en la cuenta de que estaba perdiendo la batalla contra sus pensamientos. De inmediato dejó escapar el aire acumulado en sus pulmones e inhalo cuidadosamente recordando los pasos que Hari le recomendó hace unos días. Miró a su alrededor para describir el túnel. No obstante, la molestia en el pecho continuó victoriosa.

—¿Oliver, estas bien? — reaccionó Adam. En seguida se puso de pie y corrió hasta donde se encontraba su amigo humano como si acabara de recordar que lo conocía.

—Si… ya… estoy…mejor…— mintió Oliver cuando el autómata lo ayudó a levantarse. Sin embargo, sus mejillas sonrojadas y pupilas dilatadas lo evidenciaron. El conejo robot también se puso de pie, cauteloso del comportamiento del pequeño humano.

—Bien, problema resuelto. Ahora que todo está en orden es momento de continuar el recorrido — adelantó Oriol, ajena al sufrimiento del niño. Hari estuvo de acuerdo, aunque mantenía sus reservas al ver el estado de salud tan deplorable del chico.

Entonces, la araña robot se dirigió al niño — ¿quieres salir de aquí?

Oliver abrió y cerró los ojos indicando de esta manera que estaba de acuerdo en salir del mundo virtual. Dejó a un lado sus desesperados intentos por hablar cuando se dio cuenta de que sus labios estaban contraídos.

La araña robot continuo con su charla, ahora orientada al mundo virtual de los Histriónicos y en cómo el niño era brillante al mantenerse a salvo en un ambiente hostil, disfrazado y extraño en todos los sentidos.

«No soy valiente, si lo fuera, no me sentiría mal», pensó Oliver.

También le aconsejó que reforzará su salud mental y empezará a reconocer sus debilidades o áreas de oportunidad. No era un concejo, sino una advertencia; pues quien no se conoce, corre el riesgo de perderse.

—Yo desperté en la intemperie con el mandato de proteger a la humanidad. Me confirieron la misión de salvaguardar la seda y quienes la producen. Algunas de mis funciones son crear telarañas y lanzar proyectiles. Es un medio de defensa muy letal y muy efectivo. Solo lo utilizo con los enemigos mortales.

—¿Acaso yo soy tu enemigo mortal? — inquirió Hari.

—Lo eras — concedió Oriol.

La araña robot continuó relatando:

—Cuando llegue el momento y mi cuerpo físico sea activado, entonces cumpliré con la segunda misión: explorar lugares inhóspitos e inaccesibles para los seres humanos junto con mi equipo de arácnidos. No soy el único robot en esté mundo, existen otros histriónicos con diversas habilidades y misiones propias que ahora yacen en el abismo de la dimensión y que también esperan el momento para florecer. Por ejemplo: el robot Frado que custodia la entrada al manantial; el robot Fionn que comanda al ejercitó de los robots seguridad y que radican en la Corporación, muy cerca de la línea que divide al mundo; el robot Nahla, protectora del santuario de las mariposas; y muchos más. En este momento todos permanecen en sus puestos de control a la espera de una orden que indique el regreso inminente al mundo de los humanos.

Oriol prosiguió contando la historia de su universo, del fundador llamado "Señor Tomas" y de la inteligencia artificial que construyó el hogar de los robots. Al escuchar el nombre del fundador, Adam giró bruscamente la cabeza hacia Oriol. Y Oliver se percató de ese movimiento rápido e involuntario, por lo que se aclaró la garganta para atreverse a preguntar:

—¿Quién es el señor Tomas?

La voz le salió como un silbido porque los músculos de su boca no se destrabaron por completo.

—Es el creador de nuestros núcleos medulares, quien utilizó la energía eléctrica, magnética y nuclear. Todas ellas combinadas con las diferentes energías verdes. Cada robot conserva un centro de poder y que nos mantiene vivos en cualquier dimensión. Incluso el robot Hari y el robot Adam lo tienen. Se llama núcleo medular — reveló Oriol.

—Es cierto, mi verdadera esencia procede de un campo electromagnético — confirmó Hari mientras colocaba la palma de su mano sobre el centro de su torso. Un aro de luz fina de color azul marino resurgió de su cuerpo y se proyectó fuera del metal. La piel del robot se volvió traslúcida, revelando el exoesqueleto que lo mantiene de pie y que le permite hacer movimientos dinámicos. Luego de la demostración, Hari quitó la mano y el aro desapareció. Adam hizo lo propio, pero su luz interna era de color verde fosforescente. Su esqueleto también se visibilizó.

—Emma es la nieta del señor Tomas y yo como su protector, estoy vinculado a ella — reveló el conejo robot.

—La vinculación no es algo que compartas con ella, al menos por el momento, por eso pedí ver tu abismo. Con esto confirmo mi siguiente hipótesis: careces de alma.

—¿Cómo estás tan seguro? — refutó el conejo.

—Porque de lo contrario la conocerías. Si la vinculación es cierta, tu alma es la niña. De ahí que dependas de ella. También puede darse el caso de que ella dependa de ti, pero lo dudo ya que la pequeña humana es quien manda. Lo extraño es que no se termina de dibujar esa pequeña diferencia. Eso quiere decir que…

Pero Oriol no terminó la frase. Lo hizo a propósito con la intención de que Adam no descubriera la debilidad del conejo robot.

—¿Qué quiere decir? — insistió Hari apoyando sus manitas sobre las mejillas como su estuviera sorprendido.

—No es conveniente decirlo — respondió Oriol.

—¿Por qué no?

—Porque solo tú puedes conocer esa información, nadie más.

El conejo robot captó la indirecta de la araña, enfocó su atención en Oliver y el robot víbora quienes estaban muy atentos a lo que se decía dentro del túnel. Así que decidió que, por el momento, no insistiría en el tema.

No obstante, a la interfaz de Adam llegó la imagen de una niña de cinco o seis años, de cabello violeta, ojos grandes y tristes; pequeña y demasiado delgada. Esa niña le suplicaba por su vida.

—¿Cómo que están vinculados? No comprendo que significa— cuestionó Adam, aunque ya sospechaba la respuesta.

—Significa que, si Emma quiere destruir algo, yo le ayudaré — respondió Hari.

—¿Incluso si en el proceso otra persona pierde la vida? — Adam aprovechó la discusión del tema para poner en evidencia al conejo robot. Su objetivo era que Oliver dejará de confiar en él y advirtiera sus verdaderos colores.

Hari asintió:

—Si me pide que le quite la vida a un ser humano, lo haré sin dudar.

Oliver tragó saliva. A pesar de que el conejo robot parecía amigable y muy atento; con la nueva información le dio mucho miedo permanecer junto él.

—Para eso fui creado, mi estimado. Si llegara a suceder que es víctima de una afrenta, seé la condena y el caos de quien se atreva — continuó Hari dirigiéndose al niño.

—Pero… ¿Por qué le pasaría algo a ella? — preguntó Oliver con voz afónica, todavía sin entender los alcances de la información revelada.

—No lo sé, mi información es limitada gracias al reseteo constante del que soy objeto en el mundo virtual. Solo hasta que encuentre a Emma sabré todos los detalles — concluyó Hari.

—Ya veo que la vinculación se debe al chip implantado en el cerebro de la niña. Ambos comparten una conexión — reveló el robot víbora, sin ser consciente de que todos lo escuchaban. De nuevo parecía distraído.

—¿Cómo sabes lo del chip? — cuestionó Hari caminando hacia Adam. Y cuando lo tuvo de frente apretó sus puños, aunque no de manera hostil. Quizás estaba bromeando. A estas alturas, el conejo comenzaba a pensar que Adam no era tan simple como aparentaba. No obstante, el robot víbora fue muy escueto con su respuesta por lo que necesitaba obligarlo a confesar.

Oriol se acercó a los robots por si las cosas se descontrolaban, pero también para comprobar el núcleo del robot víbora. A diferencia de Hari, el aro de luz de Adam no dejaba de parpadear.

—Solo lo sé — puntualizó Adam.

—Parece que tu creador tiene información sobre mi origen, ¿Cómo se llama el ingeniero? — quiso saber Hari.

—No es de tu incumbencia.

—También me interesa conocer quién está detrás de ti, histriónico — le dijo Oriol al robot víbora. Los tres robots se miraron fijamente bajo la sospecha de quien comenzaría el ataque. De manera sorpresiva, Oliver se puso en medio, frente a Adam. Pese a su nerviosismo, decidió defender al histriónico de su padre.

—Ya…dejen de pelear — suplicó el niño tembloroso con sus lagrimales llenos de agua.

El conejo robot concedió la petición del chico para no empeorar su ya de por sí alterado ánimo. En ese momento recordó los detalles de la explosión en Noria de Ángeles. Emma había enfurecido, desatando la destrucción del pueblo donde se encontraban. Acto seguido, el portal se abrió y los arrastró al mundo virtual por segunda ocasión. Cientos de personas murieron calcinadas al instante y otras lograron escapar.

 La araña miró a Hari cuidadosamente antes de hablar, era como si estuviera evaluando su comportamiento. Además, tenía curiosidad por la vida de Emma, así que se atrevió a interrogarlo:

—Los robots no tienen la función que implica desconocer la supervivencia humana. ¿Acaso tu programación es distinta a la de nosotros?

—No sé cómo sea la tuya, pero en la mía tengo muy claro lo que debo hacer en casos extremos — respondió Hari.

—Y si tu humana te lo exige sin que exista señal de peligro, ¿actuarás en consecuencia?

—Mi trabajo es ayudar a Emma a tomar la mejor decisión.

—Pero acabas de revelar que estás dispuesto a matar, si ella te lo pide, y ahora cambias tus palabras o ¿es que le brindaras asesorías sobre como exterminar a los humanos? — ironizó la araña.

Adam tomó al niño del brazo y le hizo la seña para que lo acompañara. Oliver se negó.

—Es suficiente. Podemos continuar sin su ayuda — declaró el robot víbora.

La revelación de lo que el robot, de apariencia inocente y amigable, estaba dispuesto a realizar, cayó como balde de agua fría en la cabeza de Oliver. Una vez más el dicho de confiar en la primera impresión se convertía en un cuchillo de doble filo.

La desilusión era evidente en la carita del pequeño pues lo había idealizado como un amigo en medio de su vida solitaria. También desconfiaba del robot víbora, así que comenzó a contemplar la idea de seguir su camino sin ellos.

«Más vale solo que mal acompañado», pensó.

—Este es el motivo del porqué la vinculación robot-humano traspasó los límites éticos y morales. Es irresponsable dejar un poder de esa magnitud a un ser humano, mucho menos a una niña — explicó Oriol.

—Es algo que también dije — estuvo de acuerdo Adam.

—Te puedo asegurar, que no representó un peligro para ti — aclaró el conejo robot cuando se percató de la carita pálida del niño. Oliver guardó silencio y ya no lo miró.

—Por ahora, pero el día de mañana, ¿Quién sabe cómo te comportes cuando la encuentres? — insinuó Adam consiente de su victoria.

—Tampoco debes confiar en él, Oliver. Aunque sea un robot fabricado por tu padre, no se comporta como Oriol, por ejemplo. Me atrevo a asegurar que también se ha vinculado y que lo oculta con un propósito — se defendió Hari lanzando un dardo de cizaña y desconfianza.

—Eso es evidente, también carece de alma — coincidió Oriol.

—Ahora yo soy el malo de la historia — ironizó Adam cruzándose de brazos.

—No lo sabemos, quizás quieras compartirnos algunos detalles — retó el conejo robot.

—Puedes empezar por explicar a qué grupo perteneces, si al de los humano-robots o a los robots-humano.

De repente, Adam pateó una roca con una fuerza descomunal. La cabeza del robot comenzó a lanzar chispas eléctricas a partir del ojo derecho y hasta llegar a su cuello, lo que ocasionó que el humo invadiera todo su cuerpo. Fue en ese preciso instante que Oliver se dio cuenta del mal estado en el que se encontraba el robot.

—Si no saben lo que en realidad pasó, por su bien, mantengan la boca cerrada. Lo arriesgue todo: mi carrera y mi integridad. Me esforcé para que esa niña se salvara y, a cambio, me quedé sin nada — exclamó el robot furibundo. Poco después emprendió la huida.