webnovel

3.4

Oliver no dejó de gritar durante todo el trayecto. Estaba asustado y titiritando del frio por estar tanto tiempo en la intemperie. Pero, una vez que la araña lo dejó caer al suelo, sintió la calidez del refugio. Miró a su alrededor, el túnel estaba cubierto de seda y sellado por una red del mismo material.

En seguida reparó en la creatura que tenía de frente, la cual no se molestó en aparecer en todo su esplendor. El robot araña caminó de puntillas sobre la tierra rocosa y oscura. El corazón del niño latió con mucha intensidad ante la expectativa de lo que iba a suceder. Cada pisada del robot provocaba que las partículas de tierra bailaran alrededor del chico. También tenía miedo de hacer un mal movimiento y poner a su captor sobre aviso. Sin embargo, Oliver agradeció que, dentro de todos sus temores, la aracnofobia no estuviera entre ellos, o de lo contrario, ya estaría perdido.

«Hari dijo que los robots protegen a los humanos. Solo debo evitar mirarlo a los ojos para que no se enoje» pensó aquel niño con la mirada clavada en la tierra.

Entonces se concentró en los latidos de su corazón. Para aliviar las molestias, tomó una bocanada de aire, la retuvo y en seguida exhalo. Al final, terminó con un dolor en las costillas y con un doloroso vacío en sus pulmones. La sensación resultó contraproducente.

La criatura robótica se componía de un exoesqueleto metálico situado en la zona del torso. La espalda tenia extraños dibujos con detalles intrincados. De su cuerpo ovalado se extendían cuatro pares de patas locomotoras unidas por articulaciones y segmentos velludos. El abdomen era cilíndrico con patrones geométricos en los que predominaban los colores naranja y negro.

—No me hagas daño, por…por favor— titiritó Oliver tratando de soltarse del agarre de la cinta sedosa que aún lo mantenía cautivo — Si no me dejas ir, mis amigos te…te golpearan — agregó.

Oliver comenzó a sentir que no había aire dentro del túnel. Pensó que por estar debajo de la tierra y continuar amarrado, no podía respirar correctamente. A continuación, comenzó a hiperventilar mientras miraba a todos lados, en busca de una idea para sobrevivir. Luego de una devastadora lucha gestada en su mente, dejó escapar el último aliento y ya no luchó contra la seda amarrada a su cuerpo.

Pasados los minutos, se tomó su tiempo para inhalar por la boca ya que su nariz terminó congestionada. Oliver buscaba aligerar la tensión depositada en cuello y hombros. Así paso el tiempo hasta que recuperó el control de la respiración. Para el niño, la sensación que se produce cuando obtiene una calificación perfecta, no se compara a la tranquilidad que siente cuando se destapa uno de los hoyos de la nariz.

 «¡Funcionó!»

Ya en una ocasión, Hari le había pedido que contara hasta seis dando a entender que el truco era respirar despacio, largo y tendido; sin prisas.

—Los robots no pueden ser amigos de los humanos, solo deben proteger y servir. Creo que ellos te mantenían cerca debido a sus intenciones ocultas — declaró la araña con voz monótona. Sus ojos no dejaban de parpadear.

Oliver comenzó a sentirse mareado, otra vez estaba forzando la entrada de oxígeno. El niño carraspeó para liberar su garganta después de acomodarse en el suelo, cansado de estar en la misma posición durante mucho tiempo. Aunque su mirada recayó en el techo, lo cierto es que su mente se encontraba en otro lado. Específicamente en el sillón junto a su madre donde cada noche le contaba una historia del Libro de Cuentos Infantiles. El hecho de anticipar una muerte trágica a manos de aquella criatura, y de creer que jamás volvería a casa con sus padres; hizo que, de nuevo, surgiera la molestia en su brazo derecho. Luego, la punzada se extendió hacia el corazón.

—Si algo malo me pasa… ¡Hari te buscará! — grito con las pocas fuerzas que le quedaban.

A continuación, el arácnido agachó la cabeza al nivel del niño y lo observó por algunos minutos, algo que para el niño resultó ser una eternidad: —Solo te estoy protegiendo, humano. Por lo que mis sensores captan, puedo interpretar que tu pulso perdió el ritmo adecuado.

Los ojos del autómata se ampliaron, incluidos los ojillos ubicados en los costados de su cabeza.

—¡Mírame, humano! Soy un robot programado para servir a la humanidad. ¿Piensas que yo te haré daño?, yo no soy tu enemigo. ¡Levántate! — exigió el robot con voz hipnótica.

Oliver quedó encandilado con los brillantes ojos del robot y un efecto sedante invadió su cuerpo atrofiado mientras repetía las palabras que escuchaba: —No temo a nada.

El niño cayó al suelo ante el repentino sueño que comenzaba a envolverlo. El nudo de la telaraña se desató hasta que Oliver quedó profundamente dormido.

Presurosa, la araña robot salió de su escondite. Finalmente, la tormenta había cesado, aunque el lugar se convirtió en la zona cero del desastre. Voló por el oscuro cielo estrellado hacia el otro extremo del río, con la intensión de echar pleito y acabar con los malvados. Antes los había visto en el ejido Icamole, muy cerca de la Parroquia de San Juan Bautista. Le pareció extraño que los histriónicos anduvieran con un pequeño humano, que más bien parecía una mascota feliz de que sus dueños lo sacaran a pasear.

Las reglas en el mundo virtual de los robots se hicieron con dos objetivos principales: no trasgredir el portal y no utilizar la vida humana para viajar a otra dimensión. Los niños no son escudos o un medio para obtener un fin. Incluso llegó a pensar que los robots también se infectaron con un "malware". Es así que el arácnido resolvió seguirlos para averiguar lo que tramaban. Además, necesitaba saber qué ocasionó el vendaval sobre el lecho del rio y sus alrededores. Aterrizó en sus cuatro pares de patas frente a Hari quien, de inmediato, se puso a la defensiva activando la esfera de luz de su escudo. El conejo robot presentaba orificios tanto en su cabeza como en los brazos y piernas, producto de los proyectiles lanzados por el arácnido.

—¡No eres rival para mí, Histriónico! Tu capacidad de energía es casi nula, así que no te desgastes — reveló la araña de inmediato clavando sus afiladas patas a la tierra.

—De cualquier manera, no me rendiré, aunque me convierta en chatarra — respondió Hari con los brazos extendidos y las piernas flexionadas. En ese momento, la araña robot descubrió el aro de luz en el centro del torso de su contraparte.

—No eres un robot común y corriente, ¿verdad? — afirmó el arácnido ladeando la cabeza; sus ojos no dejaron de parpadear.

Hari guardó silencio.

—¿Ese robot víbora es igual que tú? — cuestionó la araña.

—Te lo diré una sola vez, ¡libera al niño de inmediato! — amenazó Hari con voz estridente y elevándose hacia el cielo.

—¿Qué intenciones tienes con el niño? ¡Admite que lo usas para tu propio bien! — rugió el robot araña. Bajo su comando, los segmentos velludos de cada pata se erizaron, listas para la defensiva en cualquier momento.

—Mi único objetivo es que Oliver regrese a su casa, a su mundo. Es verdad que soy un histriónico; pero también soy un guardián al servicio de Emma —reveló Hari.

Un crujido de ramas se escuchó detrás de la araña robot. Ambos repararon en las pequeñas manos de fierro aferradas en las vigas ancladas sobre la tierra. En ese momento el robot víbora resurgió del agua, rodeado de energía verde fosforescente, elevándose sobre su eje hasta revelar todo su maltrecho cuerpo de hojalata, oxidado por la falta de mantenimiento. Tenía la cabeza abollada, uno de los ojos chorreaba agua y en el lugar donde se hallaba la mano derecha, aparecieron decenas de cables rotos.

—¿Adam? — llamó Hari cuando notó que aquel robot parecía desorientado, ya que miraba a todos lados y a ninguno a la vez.

Adam aterrizó sobre la tierra y avanzó dos pasos en dirección a las casitas de hormigón. Parecía estar inmerso en otro plano mientras murmuraba unas cuantas palabras que no tenían sentido. Por más que mirará de un lado a otro, no conseguía decidirse hacia donde avanzar. Incluso, parecía no darse cuenta de la presencia de los robots.

—El agua alteró su sistema sensorial — observó la araña robot.

Hari apagó su energía vital y volvió a su estado natural para concentrarse en el robot víbora.

—Adam, ¿me reconoces? — le preguntó. Para ello tuvo que girar los hombros del autómata.

El robot víbora ladeo la cabeza, así pudo observar al conejo que tenia de frente. las palabras de Hari hicieron eco en su cerebro y pronto la imagen de un niño menudito, cabizbajo y de cabello castaño claro, apareció en su cerebro.

—¿Recuerdas a Oliver? — insistió Hari con sus largas orejas puntiagudas dobladas a la mitad.

—¿Quién es…Oliver?

La araña robot realizó una breve inspección de la zona con ayuda de su cabeza, la cual ascendió un par de metros y efectuó un giro perfecto. Luego se reincorporó. Su intención era corroborar la existencia de un cuarto robot dentro del perímetro, pero no logró encontrar al autómata responsable de alterar el viento. Cuando el arácnido se dio la vuelta para darse a la fuga, Hari se teletransportó frente al robot araña.

—Oliver desea regresar a su mundo y yo lo voy a ayudar — afirmó el conejo con los brazos extendidos en forma horizontal.

—No eres digno de ejecutar esa misión — respondió la araña.

—Te equivocas, como protector de un humano, soy el más indicado para llevar acabo la tarea.

—¿Te refieres a Emma?, ¿Emma Handall?, ¿es a ella a quien proteges?

—Ella.

La araña robot ocultó cada segmento velludo en sus extremidades y cerro sus ojos, a excepción de los dos más grandes.

—Entonces es cierto que tienes otras intenciones — confirmó la araña robot.

—Por supuesto. Mi prioridad es localizar a Emma y abandonar el mundo virtual. Con todo, soy la mejor opción para ayudarlo, porque yo conozco este mundo y sé dónde está el portal. 

—Talvez tengas razón, pero no puedo confiar en un histriónico protector que utiliza a un humano para llegar a otro humano.

—Entonces, ¿quieres decir que lucharemos hasta la destrucción?

El arácnido no respondió de inmediato, sino que se dio el tiempo suficiente para deliberar en la mejor opción que beneficiara al pequeño humano. Aunque es cierto que el conejo robot conoce mejor que nadie el mundo real, sus dudas sobre la seguridad del niño pesaban mucho más. Tras un momento de deliberación en silencio, decidió que dejaría libre al humano y con ello permitirles continuar el viaje, pero bajo la condición de que Hari le permitiera ver el abismo de su núcleo medular.

El conejo robot retrocedió, sorprendido por la inusual petición —¿El abismo?

—Las entrañas de tu núcleo medular — aclaró la araña robot.

—Jamás escuche semejante palabra. No sé a qué te refieres.

—Acabas de confirmar mi teoría de que no eres un simple robot. El núcleo medular no es solo un almacén de energía, sino el alma del robot, su esencia y magnificencia. Lo que nos hace únicos. Todos los histriónicos lo sabemos, al menos aquellos que no hemos activado nuestros cuerpos físicos.

Desde hace tiempo que en el mundo virtual se corrió la información de los humanos-robots y viceversa. Hari no parecía formar parte de ningún grupo, lo cual acrecentaba las dudas sobre su verdadera identidad.

—Bueno, no sé cómo hacer que lo veas — dijo al fin el conejo.

—¡Olvídalo! Si no sabías de su existencia tampoco sabrás activarlo.

Hari comenzó buscar en su base de datos, alguna información que esclareciera dicho termino, pero no encontró nada.

—¿Puedo ver el abismo de tu alma? Si es cierto que la conoces como afirmas — retó Hari.

La araña se apoyó en las extremidades traseras y se elevó, de tal manera que dejó expuesto la parte baja de su abdomen, lugar donde un diamante naranja comenzó a latir. Luego, cayó al suelo sobre sus cuatro pares de patas. Hari permaneció en silencio en todo momento.

—¿Hay otro robot, además de ustedes dos, que esté interesado en el niño? — cuestionó el arácnido.

—Solo Adam y yo.

La araña robot echó un vistazo a la zona, aún tenía sus reservas sobre Hari, pero decidió darle el beneficio de la duda. En un abrir y cerrar de ojos, el arácnido enredó a los histriónicos con su telaraña de alambre y los ayudó a cruzar el río. Después los condujo por el túnel donde encontraron a Oliver quien yacía profundamente dormido. Hari notó una ligera sonrisa dibujada en el rostro del niño por lo que pudo comprobar que se encontraba bien, pese al rebuscado secuestro del que fue víctima.

— Me llamo Oriol de los histriónicos del tipo arácnido y soy el protector de los portadores de la seda en todo el valle — se presentó el arácnido.