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Dominio de Douluo: La Maestría del Corazón Oscuro (Español)

Sumérgete en las páginas de 'Dominion of Douluo: The Dark Heart's Mastery', una novela que te arrastrará a las profundidades de un mundo gobernado por la fuerza y la astucia. En una aldea envuelta en misterios, un niño es abandonado bajo la sombra de una antigua niebla, marcando el inicio de una era de sangre y conquista. Xue Sha, el niño elegido por el destino, crece bajo la tutela del jefe de la aldea, pero dentro de él arde el fuego de un espíritu oscuro y poderoso. Su corazón, un abismo de ambiciones insondables, late al ritmo de un tambor de guerra que augura la caída de imperios y el ascenso de un nuevo orden. 'Dominion of Douluo: The Dark Heart's Mastery' es una historia de poder desenfrenado, donde cada victoria se tiñe con la sangre de los caídos y cada sonrisa esconde una traición. El protagonista, un villano de una inteligencia y fuerza sobrenaturales, teje su camino a través de masacres y manipulaciones, desafiando a los dioses y a los hombres por igual en su búsqueda de dominio absoluto. Con cada capítulo, serás testigo de la transformación de un niño en un tirano, de un protector en un conquistador. Las páginas de esta novela están impregnadas de la esencia misma de la ambición, y cada giro te sumerge más en un mundo donde la oscuridad es el mayor aliado y el miedo, la herramienta más afilada. Prepárate para una historia que no solo rompe los límites del bien y del mal, sino que los redefine. 'Dominion of Douluo: The Dark Heart's Mastery' no es solo una novela; es una experiencia que te desafiará a mirar más allá de la superficie y a cuestionar todo lo que creías saber sobre el poder y la dominación.

Iosif_72 · Anime & Comics
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52 Chs

Capítulo 14: Preparativos y Partidas

El jefe de la aldea, con una mirada firme y un tono que no admitía réplica, instruyó a Xue Sha: "Ve arriba y coge todo lo que necesites. Recuerda que puede que estés hasta un mes en el bosque. Una vez tengas todo, nos vamos."

Xue Sha, con un energético "Sí", se puso de pie y comenzó a subir las escaleras rápidamente. "¡No corras, que te vas a caer!", le advirtió el jefe de la aldea con una voz que llevaba el peso de la experiencia.

"Está bien, está bien", contestó Xue Sha, moderando su paso pero manteniendo la urgencia.

Al llegar a su habitación, Xue Sha procedió a reunir sus pertenencias. Abrió armarios y cajones, y sobre la cama fue colocando todo lo que consideraba necesario para su viaje: ropa adecuada para el bosque, herramientas útiles, provisiones para varios días, y algunos objetos personales de valor sentimental.

Una vez que todo estuvo sobre la cama, Xue Sha tomó cada artículo y, uno por uno, los fue introduciendo en el espacio del anillo. Su práctica anterior con el anillo hizo que el proceso fuera rápido y sin contratiempos.

Con todo almacenado de manera segura en el anillo, Xue Sha bajó las escaleras y se presentó ante el jefe de la aldea. "Ya estoy listo", dijo con confianza.

"Vamos", respondió el jefe de la aldea, y ambos salieron de la casa. Caminaron juntos hacia la casa de Zhu Long, donde darían los últimos pasos antes de partir hacia el bosque en busca del anillo de alma.

La puerta de la casa de Zhu Long resonó con tres toques firmes. Zhu Xiang, el hijo de Zhu Long, se apresuró a abrir, al abrir y ver a Xue Sha, dijo con respeto: "Jefe, pase, pase", mientras hacía un gesto con la mano invitándolos a entrar.

El interior de la casa estaba bañado por la luz tenue que se filtraba a través de las ventanas de papel de arroz. Zhu Long, un hombre de postura imponente, estaba sentado en el suelo sobre un cojín de meditación, rodeado por cinco niños que se levantaron respetuosamente al ver entrar a los visitantes.

Yu Wen, el joven que había despertado al espíritu marcial del dragón, tenía una mirada penetrante y una postura que irradiaba confianza. Liang Bo, vinculado con el espíritu de la sombra, se mantenía ligeramente apartado del grupo, su presencia casi tan etérea como el espíritu al que estaba ligado. Liu Kang, el de la espada, sostenía con reverencia su arma, que descansaba en su regazo. Feng Mian, el que desperto los hilos mentales, observaba la escena con ojos perspicaces, mientras que Wei Jian, el del cuervo, se mantenía en silencio, con una mirada que parecía ver más allá de lo evidente.

Todos, al unísono, saludaron a Xue Sha con un simple pero firme "Jefe", a lo que él respondió con un asentimiento de cabeza.

El jefe de la aldea, con una mirada que pasó de un joven a otro, como si evaluara su preparación, se dirigió a Zhu Long con un tono que mezclaba la seriedad con la confianza: "Te los dejo a ti, asegúrate de protegerlos". Luego, se volvió hacia Xue Sha y, con un toque de calidez en su voz, añadió: "Y tú, Xiao Xue, cuídate". Sin más preámbulos, el jefe de la aldea se giró y salió de la casa, dejando atrás a Xue Sha y a los demas niños, quienes ahora estaban bajo la tutela de Zhu Long.

Zhu Long observó a los seis niños que se encontraban frente a él, cada uno con una mochila cargada sobre sus hombros. "¿Tenéis todo?" preguntó con una voz que resonaba autoridad y preocupación paternal.

"Si," respondieron al unísono, con la determinación reflejada en sus jóvenes rostros.

Zhu Long notó que, a diferencia de los niños, Xue Sha no llevaba ninguna mochila. Estuvo a punto de preguntarle por qué, pero entonces sus ojos se posaron en el anillo que Xue Sha llevaba. Era un anillo sencillo, pero emanaba un aura de poder que solo podía percibirse al mirarlo de cerca. Entendiendo que Xue Sha estaba preparado a su manera, Zhu Long asintió para sí mismo y no dijo nada al respecto.

"Seguidme," instruyó Zhu Long, y todos obedecieron sin dudar.

Salieron de la casa y se dirigieron hacia la entrada del pueblo, donde de vez en cuando pasaban carruajes. Zhu Xiang, con la curiosidad propia de su juventud, miró a su padre y preguntó: "Papá, ¿podemos coger un carruaje?"

Zhu Long negó con la cabeza. "No, vamos a ir hasta la ciudad de Nuoding a pie. Será un buen entrenamiento," respondió con firmeza.

A pesar de que algunos murmullos de queja se escucharon entre los niños, ninguno desafió la decisión de Zhu Long. Con energía juvenil y un toque de reluctancia, siguieron a Zhu Long, quien marcaba el paso corriendo hacia la Ciudad de Nuoding.

Después de varias horas de marcha, Zhu Long y los niños finalmente llegaron a la gran puerta de la Ciudad de Nuoding. El agotamiento se reflejaba en sus pequeños rostros, sus respiraciones eran pesadas y sus pasos, cada vez más lentos. Todos parecían estar al borde de sus límites, todos excepto Xue Sha, que, aunque claramente cansado, solo mostraba una respiración un poco más profunda de lo habitual.

Zhu Xiang, con la mirada suplicante de quien ha caminado más allá de sus fuerzas, se dirigió a Zhu Long con una mezcla de esperanza y fatiga en su voz. "Papá, ¿podemos tomar un carruaje para ir al bosque?" preguntó, casi sin aliento.

Zhu Long miró a los niños y tras un momento de reflexión, en el que el cansancio de los niños pesó más que la disciplina del entrenamiento, Zhu Long asintió con comprensión. "Bien," dijo con voz suave, pero aún así resonante, "una vez que salgamos por la puerta oeste, tomaremos un carruaje."

Un suspiro colectivo de alivio se escapó de los labios de los niños, y sus hombros caídos se elevaron ligeramente, como si el mismo aire que exhalaban llevara consigo parte del peso de su cansancio.

"Vamos," animó Zhu Long, y con un nuevo aliento, el grupo se adentró en la bulliciosa ciudad.

Mientras se dirigían hacia la puerta oeste, pasaron junto a niños vestidos con uniformes azules con bordados dorados que jugaban en las calles. Al atravesar un concurrido mercado, Zhu Long se detuvo ante un puesto de manzanas. "Dame ocho manzanas," solicitó con firmeza. El vendedor, con movimientos ágiles, seleccionó las frutas más rojas y jugosas, y le informó el precio: "Será una moneda de plata."

Zhu Long pagó sin regatear y regresó al grupo, entregando una manzana a cada niño. Las mordidas crujientes y jugosas rompieron el silencio mientras continuaban su camino, y por un momento, la dulzura de la fruta les hizo olvidar su fatiga.

Finalmente, salieron por la puerta oeste y se encontraron frente a una hilera de carruajes. Zhu Long se acercó al conductor de uno de ellos y preguntó cuánto costaría el viaje hasta el Bosque de Bestias de Alma en Cautiverio.

"Cinco monedas de plata," fue la respuesta rápida.

Zhu Long asintió, entregó el pago y ayudó a los niños a subir al carruaje. Con un crujido de ruedas y un suave trote de caballos, se alejaron de la ciudad, dejando atrás el bullicio y acercándose cada vez más a la naturaleza salvaje que los esperaba.

Al llegar, se bajaron del carruaje y se encontraron en un lugar que parecía un pueblo, pero había algo peculiar en el ambiente. Se podía oír a la gente gritando con entusiasmo: "¡Tengo permiso para entrar al bosque, nos falta una persona!" mientras mostraban una ficha que parecía ser la llave para la aventura que les esperaba.

Lo primero que hicieron fue buscar un lugar donde descansar. Después de un breve paseo, encontraron un hotel que parecía acogedor y adecuado para sus necesidades. Se dirigieron a la recepción y Zhu Long, con su habitual serenidad, preguntó: "¿Cuánto sería por una noche para cuatro habitaciones?"

El recepcionista, un hombre de mediana edad con una mirada amable, respondió: "Serían cuatro monedas de plata, señor."

Zhu Long asintió, sacó las monedas de su bolsa y las entregó al recepcionista, quien a cambio les proporcionó cuatro llaves. Zhu Long le dio una llave a Xue Sha y repartió otras dos entre los niños, indicándoles que se dividieran en dos grupos de tres para ocupar las habitaciones.

"Ir subiendo a vuestra habitación, que tengo que buscar algo", les dijo Zhu Long con una voz que indicaba que no había tiempo que perder.

Los niños asintieron y algunos se dirigieron a sus habitaciones, ansiosos por explorar el espacio que sería suyo por esa noche. Mientras tanto, Zhu Xiang y Wei Jian se acercaron al recepcionista y le preguntaron dónde estaban los baños.

"En el primer piso, al fondo. Cuando estéis en el primer piso, lo veréis", les informó el recepcionista con una sonrisa.

"Gracias", dijeron Zhu Xiang y Wei Jian al unísono, y subieron al primer piso en busca de los baños.