Tras tan eventual e incómodo momento las reacciones violentas surgieron de Emma cosa que eran de esperarse, aunque no iban estas cargadas con intención alguna de dañarme pues más bien parecía que se había alegrado de que todo haya sido un simple juego.
Nuestros movimientos en la esterilla producto de tal gracia hicieron que los alimentos que en las bandejas se encontraban cubiertas fueran movidos, dejando salir de ellas su agradable aroma y las sorpresas por nueva vez surgieron.
La fragancia que de ellas emanó era muy singular, sin dudas era una esencia la cual nunca podría olvidar y que era ante todo extremadamente conocido para mí y no hablo de una simple familiaridad sino de una cuestión exacta al respeto.
Sin tener que analizarlo mucho sabía exactamente qué había debajo de aquella bandeja, algunos postres característicos del centro de Venecia y solo uno resaltaba ante su diferencia un pie de arándanos con esencia floral, lo que me llevó a cuestionar a tal chica respecto a la procedencia del mismo.
— Emma por cierto que hay debajo de esas bandejas — cuestione una primera vez para intentar ver si tal chica oponía resistencia, pero no, Emma sin pensarlo dos veces dio una respuesta.
— Son unas sorpresas para la tía Susan.
— ¿Qué clase de sorpresa? porque podría decir que huelen bastante a dulce, acaso sería alguno que otro postre recién horneado que digamos.
— Precisamente son postres y la verdad no cualquiera sino los favoritos de la tía, el tío Martín me pidió el favor de que los preparase en vista de que conocía la receta, porque sus intentos por replicarla fueron más que fallidos, fíjate que por poco quema la cocina.
— Como, tú los hiciste.
— Sí, todos y cada uno de ellos.
La curiosidad tras cada respuesta aumentaba más mi deseo de obtener información, pero no podía demostrarlo, ante todo intentaba disimular mis ansias debido a que no quería asustarla pues sabía que si eso sucedía aquella simplemente se bloquearía y no me diría nada más al respecto.
— ¡Umm! Entonces eres buena en la cocina digo es lo que puedo notar.
— Podría decirse, aunque no me gusta para nada alardear de ello, para eso tendrías que probarlos por ti mismo la verdad, digo para poder deducirlo por tus propios medios.
— Pues si así huelen sin dudas me encantaría probar lo que eres capaz de hacer en la cocina.
Por primera vez en el rostro de Emma se dibujó una inocente sonrisa, una que producía más confusión en mí y así la vi girar su cabeza hacia el lado contrario al tiempo que se dedicaba a contemplar los árboles hasta que la escuché decir de la nada.
— Es tan raro.
— ¿Qué cosa?
— Estar aquí.
— Y eso porque Emma.
— Este lugar se parece tanto a uno en el cual viví en el bosque cuando tenía alrededor de ocho años, era justamente así, tranquilo, sereno y se respiraba tanta paz como en ningún otro lugar, luego del caos que viví.
Aquella chica se encontraba tan embelesada que parecía que en aquel momento podría revelar cualquier verdad oculta que ella mantuviera retenida, así que no quise decir nada para no interrumpirle por lo que meramente me dedique a escucharle.
— Sabes Dominieck no se si sepas que se siente nacer rodeado de dolor, de soledad, de rechazo y de tormento, aún peor, que incluso eso te lleve casi a la muerte y no lo voy a negar en ese momento en el cual todo se nublo intente entregarme a la parca para que ella me quitara esté dolor, pero sin embargo no me escuchó aun en cambió se me regalo una familia, una que me lleno de mucho amor.
Y aunque sí lo sabía, sí sabía exactamente qué se sentía el sufrimiento, no tenía forma de como decirle que le entendía, aquel sentimiento tan familiar chocó con fuerza contra mí una vez la escuché hablar, pero aún sin embargo simplemente pude quedarme quieto y contenerme, así que quieto me quede mientras la seguía contemplando.
Así fue que la vi respirar profundamente tomada por la imagen quizás de algún recuerdo mientras que en su boca se dibujaba una sonrisa cálida que me desconcertaba y luego de algunos segundos la escuche decir.
— Durante un tiempo vivimos en un lugar muy parecido a este en medio del bosque diferenciado en todo caso por la ostentosidad de la residencia Lombardi al fondo, alejados de todo y de todos donde la naturaleza era mi más fiel compañía literalmente no había nada a la redonda, hasta que llegó el día de marcharnos y terminamos en Venecia tanto los abuelos y yo, así fue que estando allá que conocí al tío Martín junto a la tía Susan.
— Entonces ellos realmente no son tus tíos.
— No, no lo son, pero aun así son lo más cercano a una familia que me queda.
Cada palabra que de ella salía o cada cosa que hacía, volvía aún más insólita su mera existencia, Emma era todo un completo enigma uno que hacía más complicada aún mi vida, por lo que entenderla y aún menos aceptarla, no era nada sencillo la verdad.
Por un momento aquella chica guardó la misma postura y los mismos ojos perdidos en la nada, cuando en un segundo en el que solo me dedique a contemplarla fije mis ojos en ella como en ninguna otra mujer lo había hecho en mi vida y tal como sucedió en las anteriores veces el aroma que salía de su collar vino de nuevo a mi para perturbarme tras una nueva oportunidad.
— Aun no entiendo algo — replique al sentirme agobiado por tal esencia que sin dudas producía un gran cosquilleo en mi olfato.
— ¿Qué cosa Dominieck? — dijo Emma al tiempo que me observaba manteniéndose atenta a mis palabras.
— Pues tu collar Emma, no sé porqué me atrae tanto, es como si estuviera ante una droga que me impulsa de lleno a ti, me hace querer acercarme como si él fuera capaz de controlarme, incluso pareciera que tiene mente propia o si no, no me explico el por qué reaccione siempre que estoy cerca.
— Eso si te lo debo yo tampoco sé porqué lo hace, aunque te concedo razón, en los tres años que llevo con él nunca había pasado nada igual nadie nunca se había percatado de que le llevo conmigo y aun menos percibido los aromas que guarda dentro, ahora bien, imagino que el tiempo nos dará la respuesta porque sí o sí se tendrá que aclarar todo esto.
Y así dio a entender Emma que al igual que yo aquella se encontraba desconcertada, aún más también permanecía envuelta en el sin sentido que proporciona todo aquello pues independientemente de que no nos conozcamos sin dudas algo nos mantenía unidos por la incierta fuerza del destino.
— Un momento ¿Qué hora es? — pregunto velozmente aquella al darse cuenta de que el tiempo había transcurrido.
— ¡Umm! Alguien tiene una cita.
—¡Cita! ... no tonto tengo que ir a cambiarme antes de que llegue la tía y juzgando por cómo se va escondiendo el sol temo que no queda mucho tiempo para ello.
— Pero si estas bien así.
Dije, pero a quien quiero engañar pues la verdad solo quería que ella se quedase allí quieta sentada a mi lado.
— No me eh duchado desde esta mañana, llevo todo el día dando vueltas, así que créeme cuando te digo que necesito un muy buen baño y cambiarme de ropa.
— No pues solo decía.
Así que elevando mi mano derecha removí la manga de mi camisa usando mi mano izquierda, aunque poco retiré de su suficiente la tela hasta el punto en el que pudiera ver la pantalla a la perfección e indicando...
— Faltan cinco minutos para que sean las cinco y media — recalque la tan esperada respuesta.
— Te podría dejar cuidando las cosas un momento, no tardare.
— Seguro ve tranquila, aquí te esperare.
Emma se puso de pie con cuidado y de la misma forma la vi ponerse sus zapatos, así como acomodarse la ropa.
Aquella chica ya lista por un segundo me observó, con paciencia me diviso y de nuevo antes de marcharse indicó.
— Me alegro de que estés aquí.
Y sin más se retiró, ahora bien, verle actuar así me dio la impresión de que sin dudas algo cambio en ella, parecía que como si hablar de sus presumibles abuelos le hubieran proporcionado luz y calma a su alma inquieta.
Así desde mi asiento la vi marcharse y no aparte mi vista ni un segundo de ella hasta que la vi ingresar a la casa, ya tranquilo analizando la situación no pude evitar decir al confirmar que me encontraba solo a sabiendas de que entre los árboles hacia rato había sentido la presencia de alguien familiar.
— Cuanto llevas hay.
— Desde antes de que llegaras.
Desde los árboles Lyall salió llevando mí misma postura, la misma con la que me presente a Emma tras aparecerme ante ella; aquel hombre llevaba una actitud confiada, un rostro inexpresivo y mantenía sus manos entre sus bolsillos.
— No dirás nada, verdad Lyall.
— No por el momento.
— Quiero entender, necesito entender que es lo que sucede porque cada vez más todo se vuelve extraño y confuso, porque ella todo lo que hace o dice no tiene sentido, se parece tanto a Aerdmond aunque físicamente son opuestas aún más sería imposible valla con su evidente diferencia en sus edades y ahora esto.
Indique tras señalar a aquellas bandejas que se mantenían sobre la esterilla mientras un nudo se formaba en mi garganta y me presionaba hasta el punto de casi robarme el aliento mientras intentaba seguir diciendo — cómo es posible que ella pueda llegar incluso a hacer esto, se suponía que no había nadie capaz de replicar ese platillo.
— Se suponía, pero, veo que tuvo una buena maestra de la cual aprendió sin dudas...
Lyall me miró porque sin dudas aquel sabía que le había agarrado probablemente en su juego y sabía que sin dudas ya no había forma de que por mucho tiempo ocultase la verdad, así que era inevitable pronto se sabría lo quisiera él o no.
— Mira Dominieck sé que ahora mismo no lo comprendes y que tienes muchísimas preguntas de por medio, pero por lo pronto debes de esperar, como te dije ella no es mala ni mucho menos un peligro para ti, solo al igual que tu es víctima de las circunstancias.
Lyall buscaba recalcarme aquellas mismas palabras una y otra vez siempre que me veía o entendía que pensaba en tal chica, porque sabe que un posible arrebato de los míos terminaría haciendo lo peor y lo impensado solo por sacarle la verdad a Emma.
— Quieres que espere, pero yo ya no puedo más la curiosidad y las tantas preguntas me están consumiendo, entiéndelo Lyall necesito saber la verdad, debo saber la verdad y debe de ser ya, no estoy dispuesto a esperar más tiempo del que ya he aguantado, este misterio terminara ya en esta casa.