2º. EL PICNIC.
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Ranma se despertó, miró hacía la ventana, hacía un día estupendo. Notó un peso en su estómago, sonrió, Akane lo estaba abrazando. No se quejaría que ella durmiese con él, lo llevaba haciendo desde mucho tiempo atrás. Tampoco se quejaría de que se moviese mucho, ni que le daba calor. De lo único que tenía queja era de que el tiempo que permanecían durmiendo juntos fuera tan corto.
El chico bostezó y se preparó para levantarse. Sus movimientos despertaron a su acompañante, que abrió los ojos, se desperezó y lo miró, le sonrió.
-Hola, buenos días. Que bien he dormido, es tan agradable dormir a lado tuyo. - comentó la chica.
Ranma se ruborizó, esa mujer lo volvía loco.
-No menos agradable que dormir contigo- contestó él.
Se quedaron mirando un rato y él se levantó.
-Hoy nos vamos de pinic, hay que celebrar que nos han cogido en la misma universidad, aunque en distinta carrera y que no tendremos que irnos a otra ciudad, ni movernos de nuestra casa.
-Si- contestó ella alegre.
-Ahora bajaré y me ducharé- dijo el chico- después te tocará ducharte a ti.
Ranma bajó a la planta de abajo y se metió en la ducha, estuvo allí disfrutando del baño casi una hora.
Cuando salió se dirigió a la cocina y encontró a su amiga preparando la comida del picnic. Ranma cogió la chica por los hombros y miró lo que hacía la chica.
- ¿Qué buena pinta que tiene? - dijo el chico, e intentó coger algo, pero Akane le pegó en la mano.
-No seas impaciente- le amonestó la chica.
-Déjame picar un poco- suplicó el joven.
-No, esta comida es para el picnic.
-Pero sólo una pizca. - pidió el chico.
Ella sintió compasión y le dio un trocito de tortilla, que el joven engulló.
- ¡Delicioso! -exclamó el chico- como todo lo que tu cocinas.
Ella lo miró y sonrió, era una suerte tener a su lado a un chico tan atento y agradable como Ranma.
-Me voy a duchar- dijo la chica- no cojas nada de la comida del picnic. - advirtió la joven- prepara el desayuno y después de ducharme, desayunaremos.
Ella fue al baño. Él tenía preparado medio desayuno desde la noche anterior. Akane oyó al chico cantar mientras cocinaba, sonrió la animaba oírlo cantar, no se dio cuenta cuando ella empezó a cantar la misma canción. Para los dos se había vuelto habitual cantar mientras se duchaban o cocinaban. Los dos cantaban a dúo. Y aunque pensaban que lo hacían mal, pensaban que más que cantar aullaban, realmente lo hacían muy bien.
La chica salió de la ducha y se vistió, cuando llegó a la cocina, Ranma había acabado de preparar el desayuno e iba a ponerlo en la mesa. Akane le ayudó a sacarla la comida en la mesa y se sentaron y comieron.
Durante la comida hablaron de su futura vida de universitarios… y de sus infidelidades.
-Te he sido infiel- comentó Akane- a escondida tuya, me comí esos donuts que tenías escondidos y compré de esas galletas que te gustan tanto y me comí la caja entera.
Ranma la miró con rabia, Akane se había pasado, comerse una caja entera de esa galleta sin darle ni una era un crimen, decidió confesar su crimen.
-Pues no eres la única. Yo visite la nueva pastelería y no sólo una vez. Las pastas de trufa están de muerte, y la de nata no veas.
Akane miró a Ranma con gana de matarlo. La nata era la perdición de Ranma, pero para ella la nata era un vicio. No comprarle una pasta o pastel de nata era para matar a su amigo.
Los dos se miraron y se empezaron a reír, confesar sus infidelidades sobre los dulces era muy divertidos. ¿Tener infidelidades con otras personas? Nunca se habían engañado con otras personas.
Al acabar de desayunar recogieron la mesa, limpiaron los platos y se prepararon para salir.
Akane llevaba una cestita con la comida y Ranma un bolso donde iba una mata para ponerla en el suelo, los platos, vasos y demás utensilios que usarían durante el picnic.
Abrieron la puerta de casa, fuera relucía el sol, hacía un día estupendo, dieron un paso y…
De golpe, sin aviso. Ni el hombre del tiempo lo había previsto. En un segundo el cielo se oscureció y empezó a llover.
La lluvia era intensa, no se veía nada a un metro. No llovía, diluviaba.
Los dos chicos se miraron deprimidos y designados. No era el primer día que les llovía en un día importante. El día de la graduación en el instituto ya les paso. La ceremonia estaba planeada en el patio, y en el último momento tuvieron que salir corriendo al gimnasio por que empezó a llover.
-De nuevo- dijo el chico- y no es la primera vez, ni siquiera la segunda. Siempre que planeamos algo llueve.
-No es cierto-contestó ella- aunque últimamente llueve muchos días, no siempre que salimos llueve. Hemos hecho salidas y hemos disfrutado de un buen día.
El chico la miró y sonrió.
-Debemos aceptarlo, tenemos mala suerte. Debemos haber cabreado a un dios de la lluvia, para tener esta suerte.
Akane le dio un golpe suave en la cabeza y se rió, él la miró extrañado y también se rió.
Los dos chicos apartaron la mesa del comedor, extendieron la manta y allí hicieron el picnic.
-Cualquier sitio es bueno para hacer un picnic-dijo el chico, cogió de la cesta un pedazo de fruta y se la comió.
-Si, y aquí al menos tenemos a mano la nevera y tomar refrescos fríos. O hacernos un té.
-Si- contestó el chico- o comer helado, que aun tenemos una tarrina de helado de chocolate sin empezar, no debemos permitir que caduque-.
Los dos chicos se rieron.
-Ya que te has ofrecido, te toca ir por el helado-contestó la chica.
- ¿Por qué yo? - respondió el chico.
-Por qué eres un caballero, y debe complacer a tu dama que soy yo- y sonrió de forma encantadora.
Ranma se levantó refunfuñando. No podía negarle nada a su amiga cuando se lo pedía así.
Al volver acabaron con el helado y Akane fue a la cocina y preparó el té.
Cuando llegó al comedor y lo sirvió.
- ¡Gracias! -le dijo el chico.
-Todas que yo tengo y me merezco- contestó la chica. Esa frase era de Ranma. Y siempre la decía, pero el chico algunas veces cambiaba la frase y decía "Todas que tú tienes y te mereces"
Ranma la miró y los dos se rieron.
Pasaron un a tarde agradable y a la hora de ir a dormir.
Ranma entró en su habitación y vio que Akane ya estaba acostada y lo esperaba.
-Hoy te has dado prisa en acostarte- comentó el chico.
-Tengo un poco de frío y en momento así me gusta estar acostada y oír como llueve.
El chico se acostó, seguía lloviendo, al menos no tronaba, a Akane la aterraban los truenos.
-A mi también me gusta oír como llueve mientras estoy acostado. Es muy relajante.
Ella asintió, se pegó al él y se dejó abrazar. Un momento después los dos chicos estaban durmiendo, ajenos al mundo y felices de dormir los dos abrazados.