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Cyberpunk. Radioactivo

Otro milenio... En Las Colonias, la existencia humana y artificial se ve amenazada por las constantes apariciones de contaminados, criaturas radioactivas que provienen del Nido Capital. Encerrada entre murallas de piedra, hierro y acero, la Ciudad Metro es una de las zonas más afectadas del país. Los cementerios están cada vez más llenos y la población desprecia con todas sus fuerzas a los únicos que mantienen la seguridad del territorio: la guardia de la muralla. La joven Ashe, viajará al sur para unirse a los exploradores de la zona prohibida, pero la suerte irá de su lado y se encontrará con Henry S'Larret, uno de los habitantes en la Gran Zona Superior, a quien pedirá ayuda. Henry le proporcionará a la guardia del sur armamentos y jóvenes aptos para la exploración y así Ashe abandonará la zona segura para eliminar a los contaminados. Una historia desde el punto de vista de varios protagonistas, llena de acción, romance y sexo. Rivalidades entre humanos, robots y cyberpunks; las tres razas existentes en esa época; muerte, terror y misterio; tormentas de sentimientos y hormonas serán los desencadenantes de las tragedias en cada capítulo.

Diana_Liz_Villazan · Sci-fi
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7 Chs

Prefacio

— Voy a caer...— caminaba tambaleándome en un andamio un poco más ancho que mis pies, simulando una cuerda floja.

Las vigas de hierro oxidado eran la única separación entre mis pies y la horrorosa caída de trescientos metros de altura. El hierro jorobado colgaba desde la superficie del Cielo de Acero hace más de cien años. Un andamio conocido por muchos jóvenes como nosotros.  Lo llamábamos el Puente Rojo, pues era similar a un puente antiguo, de color rojo por el óxido acumulado durante siglos, que unía a dos rascacielos abandonados. El aire aquí arriba era mucho más agradable que el que de la ciudad bajo nosotros, y se podía contemplar plácidamente la puesta del sol, mientras la niebla desaparecía poco a poco por la iluminación neón. Los rostros de Ketty, Lil, Andrew, Nick y Joe estaban totalmente iluminados con la luz anaranjada y rojiza de la tarde, y sus cabellos parecían finas hebras de bronce que se movían de un lado a otro.

— ¡Esto es asombroso!— Nick se reía a carcajadas mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Todos estábamos acojonados.

— Mantengan los brazos abiertos para mantener el equilibrio— Ketty tenía la voz quebrada.

Miré hacia abajo. Todo bajo nosotros era neblina pura. Solo se distinguían las luces en neón de la ciudad. Por un pequeño momento sentí vértigo y me paralicé, pero inhalé profundamente y seguí por el estrecho camino. Lil caminaba como si se tratase de un simple hecho, seguro y con la cabeza en alto. Era el más tranquilo del grupo. Sin embargo, yo estaba completamente excitado, la adrenalina me había poseído por completo, y estaba seguro de que al resto le pasaba lo mismo.

— Es una pena que solo esté Ketty— dijo Andrew tras mí. Ketty frente a mí le sacó el dedo corazón.

— Puedo con los cuatro— comentó ella y todos reímos—. ¿Se puede saber que les da tanta gracia?

— Nuestro código de amistad nos impide responder tu pregunta— le dijo Joe. Era el último de nosotros.

— ¿Quién dijo que ustedes son amigos?— bufó Nick.

— ¿Otra vez con eso?— Ketty perdió el equilibrio en un instante, pero se recuperó—. Fue hace dos años.

— Eso dice ella— habló Joe por lo bajo.

Todos reímos otra vez. Ya estábamos al otro lado del abismo, en el helipuerto del rascacielos. Lil le dio una calada a su porro, y al exhalar, el humo de color rosa acarició por breves segundos mi rostro. Tosí un poco y agradecí que la señora Beatriz no tuviera fosas nasales, así no podría indagar en que cosas andaba.

No debería estar en un andamio a trescientos metros del suelo.

— Dicen que en la Gran Zona Superior no se puede ver el sol al atardecer— comenté y Ketty bufó. A la cyberpunk no le agradaban los comentarios sobre la superficie.

— ¿Y?— preguntó ella—. Estoy completamente segura de que a ninguno de ellos les interesa ver cómo el sol se esconde diariamente. Hay cosas mejores allá arriba.

— ¿Cómo qué?— insistí. Quería saber qué opinaban todos sobre la superficie.

— Ni idea — Joe respondió por Ketty. Era un cyberpunk delgado y con pocos arreglos—. Pero estoy seguro de que son ciudades libres de cyberpunks chatarra como nosotros y criaturas radioactivas. No hay necesidad de mirar hacia abajo cuando vives en la cima.

Y Joe tenía razón...

Parpadeé dos veces seguidas y mis lentes inteligentes se activaron:

Información actual:

16:38pm

13%

Alerta! Peligro de caída. Superficie poco estable y muy alejada del suelo.

Batería baja: por favor cargue los lentes.

El mensaje de alerta me tomó por sorpresa. Borré las notificaciones y me senté sobre una de las vigas, con las piernas apuntando al vacío. Mis amigos me copiaron, y en pocos minutos estábamos todos charlando, embriagados y riendo bajo la reciente noche. En ese momento estaba totalmente seguro de que el olor a hierba se me había pegado a la ropa, pero ya me daba igual.

— Dice mi padre... — Andrew casi susurró— que los soldados de la guardia ya no son suficientes para defendernos de un ataque de contaminados.

— Eso lo sabe toda la ciudad— Lil hizo una mueca—. Por cada explorador hay ciento cincuenta contaminados— le dio una calada a su porro—. En las zonas no protegidas, cada día, nacen decenas y decenas de crías. Son más rápidos que nosotros.

— Y aún no hemos contado las muertes diarias...

— Cincuenta ataques diarios con cuarenta muertes confirmadas de cyberpunks o humanos— completó Lil y exhaló el humo de color rosa.

— ¿Cómo es que sabes tanto del tema?— le pregunté— El esposo de Beatriz es el jefe de la guardia, pero tiene prohibido hablar sobre esos asuntos.

— A veces... Cuando estoy fumando me siento entre los callejones que rodean al club P.G, y los veo salir borrachos, hablando sobre sus pesares. No es casualidad que el tema de la guardia esté presente.

— ¿Cómo luce un contaminado?— preguntó Joe arrastrando las palabras — ¿Que se siente matar a uno?

— Su sangre es azul o violeta— Ketty saltó. Parecía estar orgullosa de saber ese dato —. Algunos son más grandes que un humano promedio; otros caminan en cuatro patas y son rápidos como...

— Un lagarto gigante...— completé. El esposo de Beatriz me había enseñado fotos de los contaminados —. Esos son los más comunes, pero en sus madrigueras hay de todos los tipos y tamaños. Todos se encuentran fuera de las ciudades, en territorios no protegidos. Cercanos al Nido Capital.

— ¿Se imaginan un ataque de contaminados en la ciudad?— Joe abrió los ojos como platos. Sin dudas era el que más había bebido—. Cientos y cientos de mierdas radioactivas andantes atacando a humanos y a cyberpunks... La guardia se cagaría en los pantalones— Todos reímos con él.

Bebí otra vez de la botella. Habíamos comprado un whisky viejo, pero para nada agradable.

<<Esta mierda tiene mucho alcohol...>> maldije en mis pensamientos. Mis lentes se activaron, pero el alcohol me había mareado demasiado. Me tambaleé y solo pude distinguir un mensaje:

Batería baja 9% : cargue de inmediato sus lentes.

— Joder— Me puse de pie y con uno que otro tambaleo logré bajar del andamio. Me colé por una ventana rota del antiguo rascacielos de la ciudad y agradecí al cielo de acero el no haber perdido el equilibrio en las vigas.

—¡ Ey!— Nick me llamó— ¿A dónde vas?

— No quiero ser el humano aguafiestas pero mis lentes... Apenas tienen carga para una hora o dos. Tengo que irme. Es de noche y necesito cargarlos.

— ¿Ustedes los humanos siempre son así de aburridos? — Joe empezó a llorar. Lil le quitó la botella de las manos — Ethan. Pensé que eras mi amigo. ¡Mira esta vista!— abrió los brazos y sin querer le dio una cachetada a Ketty. La cyberpunk lo fulminó con la mirada —. ¡Es el lugar más elevado que nos podemos permitir y tú vienes a jodernos el día! ¡Vete a la mierda Ethan!

Joe siguió llorando. Andrew lo ayudó a levantarse y lo llevó hacia la ventana con cuidado. Joe les gritó varias groserías y luego siguió caminando el sólo hacia el ascensor. Le di una última mirada al paisaje.

Estaba sobre el antiguo rascacielos que marcaba una de las fronteras de la ciudad, la famosa Ciudad del Metro llena de rascacielos que sostenía el Cielo de Acero. Frente a mi se veía el territorio no protegido y su extensión hacia el sur cálido capitalino; tierras verdes y grises, edificios oxidados y carreteras desoladas desde hace más de un milenio. Los extremos izquierdo y derecho portaban las murallas de cemento y piedras blancas con manchas negras de hierro que mostraban los puestos de guardia vacíos hace años por falta de personal. La vista de esa noche era similar a uno de esos cuadros de lienzo que los artistas pintaban hace siglos, con contrastes entre el negro metalizado y el verde natural. El mar no tenía cabida en esos lugares.

— Ethan— era Lil. Estaban dentro del ascensor— Vamos. No te quedes atrás.

El suelo inclinado del edificio estaba lleno de polvo y vidrio, alguno que otro musgo cubría las paredes húmedas, y las ratas de cinco patas y dos cabezas corrían con la misma rapidez que en el metro subterráneo de la ciudad.

Las rejillas oxidadas del ascensor cerraron con un crujido, y tras oprimir los botones, el habitáculo descendió con fiereza. Tras ellas, la fricción de la superficie del ascensor con los soportes y los cables, generaba un chirrido metálico acompañado de cientos y cientos de chispas blancas y anaranjadas. De un momento a otro, el descenso se vio interrumpido por un fuerte movimiento del habitáculo, el cual provocó la disminución de la velocidad y el aumento de las chispas y el sonido. En cuestión de segundos, estábamos en el primer nivel.

El edificio de titanio donde estaba era uno de los cientos y cientos de pilares que sostenían a La Gran Zona Superior. En su fachada, letras verdes enumeraban a la edificación: "SW_204". Abajo, los grafitis con spray de neón le otorgaban vida a la base gris con un letrero a color decía: "Todo por la paz". En anaranjado, una gran hoguera ardía llena de armas, el símbolo de una de las nuevas filosofías de Roice State, gran político de Ciudad Metro.

La imagen trajo consigo un pequeño dolor en mi pecho...

Aquel grafiti me recordaba a mi chica. Solo tuve oportunidad de estar con ella una vez, a los diecinueve años. Fue en una fiesta en la zona norte de Ciudad Metro, cercana a la frontera con la Urbe Nevada. El esposo de Bea había viajado al norte de la ciudad en busca de armas para proteger el sur de los crecientes ataques de contaminados, y yo había insistido en acompañarlo. Allí, conocí a los exploradores de la guardia norte, ella estaba con ellos. Cabellos rojos como la sangre, piel blanca translúcida, ojos negros, labios rojos <<Expertos a la hora de besar, y otras cosas...>> y la silueta femenina más agraciada que había conocido.

Ese día, los exploradores habían creado una hoguera junto a las murallas. Recuerdo que era el único chico de la fiesta que no había probado la bebida. La hoguera ardía con tanta fuerza, que mis ojos estaban llenos de lágrimas y la ropa se pegaba a mi piel cubierta de sudor. Hacía tanto calor, que la mayoría de las personas estaban desnudas del torso para arriba. Yo era uno de ellos, pero ella no. Y eso, fue lo primero que me llamó la atención. Me acerqué y comenzamos a charlar. Había tanto en común, y el deseo de besarla crecía según pasaba el tiempo junto a ella. Esa noche fui su primera vez... Y la segunda, la tercera, la cuarta... Hasta que amaneció. Su nombre empezaba con A. Algo de Amber, Ales, Ashley...

— ¿Otra vez pensando en ella?— Ketty me sorprendió.

A diferencia de mi amor platónico, Ketty no era humana. Era una cyberpunk de piel bronceada, cabellos castaños hasta los hombros, que cada mañana llenaba de grasa y peinaba hacia atrás. — Han pasado tres años desde que la conociste, y nunca ha tenido la intención de devolverte la visita.

— Ya hemos tenido esta conversación antes Ketty...

— ¡Y una mierda!— Lil frunció el ceño ante su grito—. No eres capaz de llevar una relación normal por su culpa. Apenas recuerdas su nombre, ella seguro ni te recuerda. Nunca ha estado aquí para tí. Yo si lo he estado, Ethan.

— Lo sé— dije secamente.

Ketty suspiró exasperada y se pasó la mano de hierro por el cabello graso. Sus extremidades superiores eran artificiales, de color negro y cubiertas por una fina capa de piel sintética que ella podía retirar cuando deseara. Lil y Joe tenían una mandíbula y un cuello artificial, que apenas podían ocultar, Andrew y Nick un abdomen metálico y yo era el único humano del grupo.

Los humanos éramos la cúspide de la pirámide de la sociedad: seres inmunes a la radiación gracias a la evolución en el último milenio. Bajo nosotros estaban los robots de inteligencia artificial, creados por nosotros con un propósito único— ya sea social o personal—  y por último, en la base, los cyberpunks: humanos que nacieron con malformaciones por la radiación, y sus defectos fueros arreglados con chatarra. Eran considerados basura metálica y tales pensamientos los convertían en la raza más resentida de la humanidad

Una de las esquinas del rascacielos estaba a menos de un metro de la muralla sur, cubierta con cables de púas, para evitar que alguien la escalara y saliera de la zona protegida o viceversa. La muralla de hormigón blanco estaba algo agrietada por el paso del tiempo, pero las vigas de acero y titanio en su interior la mantenían erecta. El cuartel vigía más cercano estaba a un kilómetro de distancia, al igual que la ciudad. Agarramos nuestras motocicletas y nos subimos en ellas, pero cuando Nick fue a ayudar a Joe, este se soltó y corrió hacia la muralla a toda la velocidad.

— ¡Joe!— le gritamos, pero siguió corriendo— ¡Maldita sea! ¡Vuelve a aquí!

Encendimos los vehículos y fuimos hasta él, estaba detenido frente una grieta en la muralla. Al prestarle atención a la grieta, notamos que había un agujero hacia el otro lado por donde cabía sin duda alguna un cuerpo humano. Al parecer, Joe llegó a la misma conclusión y se metió dentro de él, desapareciendo al otro lado de la muralla.

— ¡Joe!— Ketty le llamó—. El otro lado es peligroso. ¡Regresa!

— Mierda— caminé de un lado a otro pensando. Una vez que pusiéramos un pie al otro lado sucederían tres cosas: nos pillarían e iríamos todos a la cárcel, las minas en el suelo y los cables trampa nos harían volar por los aires o ... los contaminados nos despedazarían. Las tres opciones eran terribles—. Es mi culpa...

— No es tu culpa, Ethan— Ketty sujetó mi rostro. El contacto de la piel sintética era extraño—. Él estaba borracho. Él quiso entrar.

— Oh vamos— Nick escupió—. ¿Puedes dejar de sonar como una estúpida?

— ¿De qué hablas, idiota?— Ketty caminó hacia él y lo empujó.

Cayó un rayo y luego comenzó a llover fuerte. La lluvia olía a azufre.

— Siempre estás corriendo tras Ethan como una niña. Acéptalo ya, no le gustas. ¿Tu puto ex está al otro lado de la muralla y tú simplemente apoyas a quien tuvo la idea de venir?

— ¡Ethan no fue quien trajo la botella de alcohol! Fuiste tú, Nick.

— ¿Y lo sigues defendiendo?

— Cállense los dos— Lil habló bajo—. Tenemos que ir a buscarlo.

— ¿Qué?— Ketty hizo una mueca— Yo no voy a entrar a allí.

— ¡Es tu ex!— volvió a gritar Nick. Las gotas de lluvia caían por cada uno de nuestros rostros.

— ¡Fue hace dos años! No moriré por una de sus borracheras.

— ¿Si, hola?— Andrew hizo una llamada—. Necesitamos ayuda. Un amigo salió de la zona segura... Estamos a un kilómetro del cuartel vigía del sur...

— ¿Que mierda hace?— Ketty puso sus manos en su cabeza.

— ... Nuestras coordenadas son...

— Está llamando a la guardia— respondió Lil.

— ¿Acaso está loco?— Ketty parecía desquiciada— Nos van a meter en la cárcel— Agarró mi mano—. Vamos Ethan, huyamos.

Nick escupió con asco, Lil seguía tranquilo y Andrew la miraba con desaprobación. ¿En qué momento ella había cambiado tanto?

— No puedo. Tengo que buscarlo.

Retrocedió lentamente y soltó mi mano.

— Todos estáis locos.

Agarró su motocicleta, la encendió y se fue por el mismo camino por el cual habíamos llegado sin mirar atrás. Los chicos presentes nos miramos en silencio, la lluvia era el único sonido que se escuchaba. Lil fue el único que rompió el silencio.

— Mientras más rápido lo encontremos, más rápido volveremos.

Caminó hacia la grieta, se coló en el agujero y desapareció al otro lado. Andrew fue el segundo, seguido de Nick, y luego yo. Era un agujero de medio metro de altura, lleno de arañas e insectos. Le agradecí mentalmente a la señora Beatriz por el traje de goma impermeable que me cubría hasta la mandíbula. Este me mantenía seco y caliente, a diferencia de mis amigos que estaban tiritando. Al salir del agujero, la tierra y las hojas secas estaban pegadas en mis brazos, abdomen y rodillas. Las sacudí.

— Cuidado por donde pisan— advirtió Lil.

Parpadeé dos veces seguidas y mis lentes se activaron.

Información actual:

19:14pm

5%

Conexión:

Andrew Jackson (activa)

Nick Tyson (activa)

Ketty Palmer (inactiva)

Joe Brown (activa)

Batería baja!!! Por favor cargue los lentes inmediatamente.

Alerta: Zona no protegida.

— Todavía tenemos conexión con Joe— anunció Lil—. Solo hay que seguir sus coordenadas.

El GPS de mis lentes se activó y la ubicación de Joe apareció en un mapa de la zona. Los puntos azules intermitentes marcaba nuestra posición y uno rojo a unos cien metros marcaba la suya. Había avanzado bastante.

— Para estar borracho es más rápido que nosotros— protestó Nick.

Nos movimos lentamente, siguiendo su rastro en el suelo con la ayuda de los lentes. La vegetación era tan hostil como el entorno. Los arbustos estaban llenos de espinas e insectos con tres cabezas a pesar de que estaba lloviendo. Cerca, unos ojos amarillos pequeños nos observaban en silencio, tal vez era un mapache o una rata gigante. Mi cabello estaba pegado a mi rostro, lleno de tierra y hojas gracias al agujero en la muralla. Buscar a Joe nos iba a costar mucho.

Caminamos durante minutos. Cada paso que avanzábamos, Joe lo recuperaba, y se alejaba más de la muralla. Cuando revisé el mapa, llegué a la conclusión de que estábamos a más de doscientos metros de la muralla. A esta distancia la guardia ya no nos encontraría. Nuestra esperanza eran los exploradores.

Una notificación apareció:

Joe Brown (Llamada entrante)

— ¡Es Joe!— me detuve. Toqué mi oreja dos veces y sentí su voz— ¡Joe!

—¡Chicos!— gritó con la voz quebrada— ¡Ayuda!... Joder... Estoy rodeado. Me tienen rodeado— comenzó a susurrar.

—Joe, amigo— Lil habló—. Regresa a nosotros. Estamos a unos cien metros de tí.

—No puedo...— empezó a sollozar— Estoy escondido. Los contaminados están aquí.

— ¡Mierda!— Ketty tenía razón. Salir era suicida— No te muevas. Ya vamos para...

Un sonido muy fuerte me hizo caer de pecho en el suelo. Mis oídos empezaron a sangrar y un pitido insoportable me dejó casi inconsciente. Al virar mi rostro al lugar donde provenía, encontré a mi lado la mitad de una cabeza con los sesos desparramados en el suelo de tierra. Las gotas de agua escurrían la sangre y dejaban a la interperie el color rosado de los órganos del rostro conocido. Era él.

— ¡Lil!— mi grito se fundió con el pitido en mi cabeza. Traté de ponerme de pie, pero perdí el equilibrio y caí de rodillas frente a un cable trampa. Un centímetro más y mi cabeza volaba por los aires.

Miré hacia el lugar de Lil.

Los pies seguían en su lugar, intactos hasta la rodilla, pero había desaparecido el resto de su cuerpo. Supuse que el cable trampa lo había tocado a la altura de los muslos. Solo sus piernas y la mitad de su cabeza habían quedado intactas tras la detonación.

El resto de los chicos estaban bien.

—Joder...— Andrew abrió los ojos como platos y retrocedió lentamente. Alejándose de la zona minada. Nick y yo le copiamos. Teníamos que seguir adelante y encontrar a Joe. Caminamos cuidadosamente, calculando cada uno de nuestros pasos. La luz de la ciudad apenas servía para que nuestras siluetas se distinguieran, pero nuestros lentes iluminaban nuestros pasos. Sin ellos, estaríamos totalmente perdidos.

Nick se paró en seco.

— ¿Qué fue eso?

—¿Qué cosa?— le pregunté—. No escuché nada.

— Algo cerca de nosotros se movió— subió las manos en posición de alerta—. ¡Algo en esos arbustos se movió!

Miré a mi alrededor e hice silencio, afinando el oído. Estábamos rodeados de árboles de poca altura, pero lo que les faltaba de altura lo compensaban con la cantidad de hojas. Los arbustos espinosos que nos impedían el paso rápido cubrían el suelo, ocultando cualquier sombra o huella. Lo que escuchaba era un pequeño pitido en el interior de mi cabeza, pero todo estaba tan tranquilo...  Activé el sensor de calor y una mancha azul apareció justo frente a nosotros.

— ¡Cuidado!— grité demasiado tarde. La mancha ya se había lanzado sobre Nick, con sonidos y movimientos inhumanos.

Los dos cuerpos luchaban entre sí. La mancha azul golpeaba a la roja mientras está última trataba de apartarse. Desactivé el sensor de temperatura y caí en el suelo al descubrir lo que golpeaba a Nick. La mancha azul era un contaminado. Tenía el mismo tamaño que nosotros, y los mismos rasgos: era bípedo, con dos brazos y una cabeza. La última estaba deformada, similar a la cabeza de un lagarto o un topo, con dientes puntiagudos sobresalientes. La garganta producía un eco similar al canto de un murciélago, y al mismo tiempo el graznar de un delfín. Con sus garras, golpeaba y arañaba a Nick, tratando de agarrarlo de manera desesperada, mientras que el cyberpunk gritaba y luchaba. El contaminado sujetó a Nick por los hombros, inspiró abriendo su boca y de un solo movimiento arrancó un trozo de su garganta con los dientes.

La sangre de la arteria carótida en su garganta salió a presión, rociando al contaminado. Este lo siguió mordiendo, hasta que no quedó ningún pedazo. Tres mordidas de aquellos afilados dientes fueron suficientes para dejar sin cabeza a mi amigo.

Comencé a hiperventilar, aquella adrenalina que hace unas horas me había excitado, ahora me tenía paralizado en el suelo. Tenía que huir. Salir de ese lugar.

<<Ayuda>> las palabras de Joe en mi subconsciente me hicieron jadear y recuperar mi control.

Me puse de pie, ayudé a Andrew, que también estaba atónito,y nuestras piernas temblorosas nos guiaron hacia nuestro amigo. Cada vez estábamos más cerca de él. Los puntos azules de Nick y Lil habían desaparecido, pero el de Joe aún seguía palpitando. Llegamos a un claro. El contaminado no nos había seguido.

—Joe debería estar aquí— susurré. Le envié un mensaje de voz—. Joe, estamos cerca de tí, pero no te vemos.

¡Joe!— gritó Andrew. Le tapé la boca en seguida.

— No debemos llamar la atención de los contaminados. Son sensibles a los sonidos.

— No me importa— me empujó a un lado—. ¡Joe, maldita sea! ¡Sal de tu escondite!

— Shhhhh— le hice una seña con mi índice y di un paso atrás. Algo me decía que me alejara de Andrew.

— ¡Joe¡— al grito de Andrew, Joe salió sigilosamente de un arbusto. Inmediatamente puso el índice en sus labios— Joe... Vamos, debemos huir...

Tres contaminados saltaron hacia él. Joe sujetó mi brazo y ambos corrimos desesperados por el mismo camino por el cual llegamos a ese lugar. Los gritos de Andrew tras nosotros pidiendo ayuda eran irreconocibles.

— ¡AYUDAAAAA!... NO...PARA...¡CHICOOOSS!

Salté, me agaché, ignoré el latido desenfrenado de mi corazón, mi garganta seca, mis ojos llenos de lágrimas, las espinas que dañaron mi rostro y rasgaron mis ropas. Mi instinto de supervivencia era superior. Corrí hasta que todo oscureció a mi alrededor. Pensaba que había muerto.

Batería 0%

Sistema muerto.

Carge

El cuerpo de Nick estaba cerca de nosotros. Al parecer el contaminado no había dañado sus lentes. Estos estaban salpicados de sangre a un lado. Tiré los míos sobre lo que quedaba de él y agarré los suyos.

28%

Joe se detuvo cuando vio las piernas de Lil en el suelo. Maldijo por lo bajo, limpió sus lágrimas y lo rodeó lentamente. Corrí para alcanzarlo. Deberíamos ser sigilosos, el contaminado que mató a Nick estaba cerca. Emprendimos la carrera otra vez...

Prashf

Salí impulsado hacia mi lado izquierdo y caí sobre mi hombro, sintiendo un crujido. Mis oídos volvieron a producir ese pitido, y de mi rostro colgaba algo viscoso que no puede identificar. No era necesario. Ya me encontraba solo en el territorio radioactivo.

Sujetando mi hombro adolorido, simulé que corría por la superficie irregular. La muralla estaba a unos cien metros de mí. La veía como a un gigante blanco acostado en el suelo, borroso, pero seguro. Llegar hacia ella era mi única intención en ese momento. Quería llegar a ese agujero, montarme en mi moto, viajar al norte otra vez y volver a aquella hoguera. Ni siquiera sabía el porqué me encontraba en este lugar, todo había comenzado por un chiste sobre los rascacielos, donde yo había propuesto atravesar el Puente Rojo, pero terminó conmigo mismo al otro lado de la muralla... Completamente solo... Luchando por mi vida...

Cincuenta metros de la muralla.

Mi sonrisa y mis ansias aumentaron. Ciudad Metro lo era todo para mí. Gracias a ella había conocido a todos mis amigos, a mi verdadera familia, a ella... El encuentro con estas cosas me serviría para madurar y enmendar errores. Tenía que vivir.

Diez metros.

Me acerqué al agujero y jadeé de alivio. Me arrodillé y metí la cabeza, pero unas manos con garras me hicieron salir de él. Era ese sonido que había escuchado antes. Las manos me sujetaron por las piernas y me arrastraron por el suelo hacia atrás. Pateé, golpeé y traté de aferrarme al suelo con mis manos, pero lo único que conseguí fue remover el piso de tierra. No podía gritar, o eso volvería loco a aquella cosa y terminaría como Nick y Andrew.

Arañé el suelo con mis manos, pero fue inútil. Mi destino estaba marcado...