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Cita tímida (I)

Cuando llego al punto de reunión, Ya Xiulan está esperando. Me mira un instante, luego baja la cabeza. Tímida. Un poco roja. No sé si es porque va a estar a solas conmigo. O por el vestido que lleva. Más atrevido de lo habitual. Bueno, tampoco puede realmente decirse que sea atrevido. Solo un poco menos tapado. Un poco más ajustado. Está incluso maquillada.

–Hola, ¿te he hecho esperar?– la saludo.

–N… No. Aún es pronto… Ho… Hola– responde.

–Oh. Veo que te has maquillado. Te queda bien. ¿Han sido Liu'er y Lang'er? Para otra cosa son muy perezosas, pero para esto…

–No me han dejado decir que no, no me han dado opción– se queja, sin mirarme.

–Ja, ja. Son así. ¿Vamos?– propongo.

–Va… mos– acepta.

Se pone a mi lado. Un poco más atrás. Me mira, a no ser que me gire hacia ella. Al menos, lo estaba haciendo las dos veces que me he girado. Ha apartado la mirada en cada una de ellas.

–¿Hay algo que quieras visitar, aparte de joyas o materiales? ¿Quizás ropa?– le pregunto.

–Esto… Lo que tú quieras– vuelve a responder con timidez.

Me detengo y la miro. Ella se para en seco. ¿Está asustada? No estoy seguro. Quizás me he puesto muy serio. Bien, por un momento, lo estaré.

–Esto no funciona así. Si hay algo que yo quiera, vamos. Si hay algo que tú quieras, vamos. Me enfadaré si no me lo dices– amenazo.

Aunque lo cierto es que no creo que sea muy convincente. Me es imposible enfadarme con ella.

–Va… Vale– responde.

Oh. ¿Ha sonreído? Aunque tímidamente, diría que sí. 

–Vamos– la cojo de la mano.

–Eeh…

Parece que la he sorprendido cogiéndola. Ha sido un tanto inconsciente. Con las otras chicas, lo solemos hacer. Aunque no con ella.

–Lo siento, ¿te molesta que lo haga? Ha sido sin pensar– le pregunto, señalando a su mano con la mirada.

–Es… Está bien– responde ella.

Ahora sí que está roja. Parece nerviosa. Solo nos hemos cogido de la mano. Quizás debería hablar con ella de algo con lo que se sienta a gusto. Está demasiado tensa.

–¿Qué diferencia hay ahora que puedes grabar nueve runas?– le pregunto.

–Ah… Bueno… Puedo hacer los encantamientos un poco más fuertes. El tuyo, por ejemplo, almacenaría menos qi si fuera de ocho. Además, con cada runa nueva, se pueden hacer encantamientos más difíciles– me explica.

Se ha relajado un poco. Hablar de lo que le gusta la ayuda a ganar confianza.

–¿Entonces después vienen diez, once, doce…?– me intereso.

Parece que es tan sencillo como añadir más runas.

–No exactamente. Nueve es el número para completar un símbolo. Pueden colocarse varios símbolos consecutivos, o incluso runas sueltas, pero eso puedo hacerlo ya, si caben. El siguiente paso es superponer runas. Así, se pueden hace símbolos más complejos. O entramados de símbolos. Cada combinación es diferente, y no todas funcionan. Algunas oponen resistencia, se necesita más cultivación para grabarlas– me sigue explicando.

–¿Runas unas encima de las otras? ¿No se estropean las de debajo?– le pregunto, extrañado. No lo acabo de comprender.

–Ji, Ji. ¡Claro que no! ¿¡Cómo puedes pensar eso!? ¡Las runas se inscriben en diferentes capas! Se hacen un nivel, se tapa con el metal, y se añade el siguiente. También puede ser necesario hacer canales para que se comuniquen entre ellas– se ríe, antes de hacerme un curso acelerado de inscripción de runas.

–Parece complicado. Realmente eres increíble. Y deberías reír más. Estás preciosa cuando lo haces– la alabo.

Ella aparta de nuevo la mirada. Su rostro, que había ido recobrando su color habitual, vuelve a enrojecer. Quizás no se lo debería haber dicho. Ahora que se había relajado… Bueno, ya es tarde. Me aprieta un poco más fuerte la mano.

–¿Cómo te interesaste por la joyería? ¿Hiciste las pruebas y te gustó?– vuelvo a preguntar.

–No… Bueno, sí… Hice las pruebas, pero ya quería entrar…– confiesa.

–Oh, ¿y eso?

–Bueno, mis padres son joyeros. Siempre los veía hacerlo, y me interesé de niña– responde sin mirarme.

Ya veo. Me pregunto que se debe sentir teniendo padres.

–¿Tus padres? ¿Están en la ciudad? – le pregunto, antes de darme cuenta de que quizás no quiera hablar de ello –Perdona si te he preguntado algo muy personal. Olvida la pregunta.

–No, no. Está bien. No es ningún secreto. Viven en una ciudad a unos 100 Km al sur. Shangan. Están contentos de que haya llegado a Alma. Ellos apenas están en las primeras etapas de Génesis. Claro que allí el qi no es muy denso– me explica.

Hay nostalgia en su voz. Su mano vuelve a apretarme.

–Los debes de echar de menos. Al menos, no está tan lejos. Puedes ir a verlos de vez en cuando– presupongo.

–No puedo…– responde, deteniéndose, su voz quebrada.

Me giro sorprendido. Sus ojos se han humedecido. ¿Qué ha pasado?

–Xiulan'er… ¿Estás bien?

Nunca la había visto así. Ha sido de repente.

–Es culpa de ese idiota mujeriego dictador. Sob… Si no fuera por él, podría verlos…– empieza a sollozar. Me coge de la ropa. Tiembla.

La abrazo. Sus lágrimas humedecen mi ropa. Acaricio suavemente su cabello por detrás. No le pregunto. Ya hablará si quiere.

–Si ve una chica que le gusta, hace lo posible para seducirla. Si no lo consigue, la rapta. Y sus matones también lo hacen si al jefe no le interesa. Mis padres me han prohibido volver. Si me ve, con mi cultivación pero más débil que él, correría peligro. Por eso, me mandaron aquí. Para que estudiara y tuviera futuro. Lejos de él. Si no entraba en la secta, tenía que quedarme en la ciudad. ¡Lo odio! ¡Lo odio! ¡Lo odio!– se desahoga.

Me golpea un poco. Aunque sin fuerza. Parece que todos tenemos nuestros problemas. Incluso una chica tan adorable como ella. Lo único que puedo hacer es dejarle llorar hasta que se calme.

–Lo… Lo siento– se disculpa al cabo de un rato, con los ojos rojos.

–Está bien. Es también difícil para ti. Cuando sea suficientemente fuerte, te acompañaré a verlos. Si alguien te molesta, le daré una buena lección– le aseguro, sonriéndole, secándole las lágrimas.

–Vale– ella asiente, forzando una sonrisa.

—————

Un poco más tarde, llegamos al mercado. Parece un poco más relajada tras desahogarse. Aunque no me ha dirigido palabra desde entonces. Creo que está avergonzada. Mmmm. Huele bien.

–Mira, han montado un puesto de crepes. ¿Te apetece uno?– le pregunto.

–Eh… Yo…

No acaba de responder. La arrastro hasta el puesto.

–Uno de queso con carne de oso– pido.

Es el crep del día. Supongo que han conseguido barata esa carne.

–¿De chocolate? La última vez lo pediste y pareció gustarte– le pregunto a Yan Xiulan.

Ella asiente. De nuevo, roja.

Nos sentamos en un banco cercano. Comiendo nuestros crepes. En silencio. El mío está bueno. La carne es crujiente. La miro morder el suyo. Me tengo que contener. No puedo.

–Ja, ja, ja.

Ella me mira extrañada. Tiene la boca toda manchada de chocolate. Incluso un poco en su mejilla.

Señalo mi boca alrededor. Luego a ella. Ella enrojece. Se pasa la lengua por los labios. Como una niña pequeña. Está muy graciosa. Se limpia apresuradamente con un pañuelo.

–No te rías…– se queja.

–Te queda un poco aquí– le limpio con el dedo un poco que quedaba en la mejilla.

Me lo llevo a la boca. Es dulce. Oh. Me está mirando muy fijamente. Con los ojos bastante abiertos. Roja como un tomate. ¿Por qué?

–¿Pasa algo?– le pregunto.

–¿Cómo puedes hacer eso?– me acusa.

–¿El qué?

No tengo ni idea de qué habla. Ella va a decir algo, pero se calla. Un par de veces.

–Era mi chocolate…– se queja al final, girándose.

No sé. Tengo la sensación de que no era eso lo que quería decir. Estoy bastante seguro de eso. ¿Le ha avergonzado que le quitara el chocolate de la cara, o que me lo comiera? Supongo que no puedo preguntárselo.

–Pues muerde un poco del mío como compensación– le ofrezco, acercándoselo, intentando no reírme.

Ella lo muerde de golpe. Como enfadada. Puede que le moleste que me haya reído. Luego vuelve a girarse. Como indignada. Aunque de repente hace algo raro. Se pone la mano en la boca. Y vuelve a ponerse roja. ¿Cuántas veces lleva hoy?

Lo cierto es que se come el resto del su crep en silencio. Sin mirarme. Por lo menos, no dice nada cuando la cojo de la mano para ayudarla a levantarse.

—————

Recorremos los puestos sin prisa. Cuando hay algunos de materiales o joyas, nos detenemos más rato. Luego, a veces es ella quien me vuelve a coger de la mano. La primera vez que lo ha hecho, casi me suelta. Y se ha puesto muy roja. Las siguientes, parecía avergonzarse, pero menos.

A medida que vamos mirando, sonríe más. Esa sonrisa en su rostro claro ligeramente pecoso es preciosa. Estoy tentado de acariciar los tirabuzones que se forman en su cabello. Son adorables. Pero no quiero que esos ojos marrones me miren enfadados. Como con el crep. Ha estado muy graciosa.

–¿Cuánto por esta piedra?– pregunta.

–100.000 puntos. O 50 de oro– responde.

No sé si es cara. Pero se pasa con el oro. Con 5 oros podrían comprarse 250.000 puntos. Es exagerar un poco.

Noto como su mano me aprieta sin darse cuenta. Parece que está muy interesada. Pero debe de ser caro para ella. Parece un poco decepcionada. Hace intención de irse.

–¿100.000 puntos por una piedra? ¿No es demasiado?– pregunto.

–No tienes ni idea. Por dentro puede tener cristales de gran valor. Estas rocas forman cavidades, como una caverna llena de ellos– explica el vendedor.

–¿Puede? ¿Ni siquiera estás seguro? ¿100.000 puntos por una posibilidad? ¿En serio?– respondo con cierto desdén.

Ella me mira con los ojos muy abiertos. Queriéndome decir algo. Entiendo que puede valer eso. Pero eso no quiere decir que no pueda regatear.

Con el pulgar, acaricio el reverso de su mano. Para tranquilizarla. Queriéndole decir que he entendido. Ella se tensa un poco por un momento. Me sigue mirando.

–¿¡Qué vas a saber!? En la pedrería, lo venden a ese precio, es lo normal– intenta convencernos.

La pedrería es el nombre coloquial para una de las secciones del Gran Hall de Comercio. Es la zona en la que se venden gemas. Y supongo que este tipo de piedras.

–Pues, por ese precio, iría a comprarlo allí. Tendría alguna garantía, tienen una reputación que mantener. ¿Con qué reputación cuentas para pedir el mismo precio? ¿De dónde la has sacado? ¿No la habrás recogido por la montaña solo por tener un aspecto parecido?– pregunto, intentando aparentar desconfianza

Él me mira apretando los dientes. Sabe que tengo razón. No puede venderme al mismo precio que la "pedrería" sin garantías. Creo que lo ha pedido porque la ha visto interesada. Y algo inocente. Bastante, más bien. No está acostumbrada a regatear. La última vez, las demás chicas lo hicieron por ella.

–Te puedo bajar a 90.000 puntos, es mi límite– finalmente cede.

–Ja, ja. ¿Es una broma? 1.000, y ya me parece mucho– contraoferto.

Tengo experiencia. Aquí cogen a esclavos de la secta para limpiar. Ahora mismo, hay al menos tres. Yo había venido unas cuantas veces. Sé cómo va esto. Los había oído burlarse de los clientes por haber vendido algo por la mitad de lo pedido. Con el cliente creyendo que había hecho un gran trato.

–Al menos ofrece un precio razonable. Por ese, no te lo dejo ni mirarla– protesta.

Sin duda, el precio que he ofrecido es demasiado bajo. Lo sé.

–¿Y 90.000 qué es? Seguro que hay rocas por ese precio en el Gran Hall– refuto.

–Mira, 85.000, y es mi última oferta.

Al cabo de un rato, ha bajado a 40.000. No quiere bajar más. Pero yo me niego a subir de 10.000. Por su reacción, creo que puede venderlo a ese precio. Ha cambiado el lápiz de sitio. Creo que es un tic. Los hay que se muerden las uñas. O que aprietan los puños. Que mueven los dedos. Que se tocan el pelo. Una vez, los oí hablar de ello, cuando se reían de los clientes. Desde entonces, empecé a fijarme. Y muchos lo tenían. Lo vi repetir varias veces. Hablando con otros esclavos, me explicaron situaciones parecidas.

–Es demasiado. 10.000 es el límite que voy a pagar. No hace falta que hagas otras ofertas– aseguro.

–No es suficiente– se niega.

–Vámonos– cojo a Yan Xiulan de la mano.

Ella me mira reacia, pero me hace caso. Nos alejamos unos pasos mientras le susurro.

–¿Te parece bien ese precio? Puede ser totalmente falso.

–No creo que sea falso. Tienen la textura adecuada. Por el peso y el sonido, está hueco. Por ese precio, vale la pena arriesgarse, creo– responde, indecisa.

Aunque no me lo dice, creo que son bastantes puntos para ella. De todas formas, parece decidida.

–Si no dice nada, podemos hacer ver que discutimos. Así puedes ir y comprarlo– le propongo.

–Eres casi peor que Lang'er y Liu'er– me mira con los ojos muy abiertos, casi escandalizada.

¿Casi? ¿Qué hicieron ellas? No sé si quiero saberlo.

–Está bien, 10.000. Solo por esta vez– se resigna una voz a nuestra espalda.

Me mira sorprendida. Me dedica una enorme sonrisa. Solamente por eso, ha valido la pena. Es preciosa.