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CAPITULO 18: SE ROMPE EL CICLO

Con pocos mantuvimos contacto de meses de diferencia.

No era lejos, pero, con la escuela, era difícil vernos.

No pasó mucho tiempo, en que, la tormenta llegó de nuevo.

Teníamos pocos muebles en aquel entonces.

Pero, un ropero era nuestro salvador.

En aquella ocasión, estaba agrediendo a mi hermana.

Ella se había metido al ropero, para evitar que, mi padre, con sus botas de casquillo la pateara.

El, trataba de sacarla del mismo.

En esa noche, cayó la venda de los ojos de mi madre.

Esa noche, mi madre le puso un alto.

Todavía no entiendo lo que causó que, esta vez, mi padre escuchara, mi padre, sorprendido, le gritó que no se metiera.

Mi madre se atrevió a detenerle las manos.

Sin duda, si hubiese querido, la hubiera tirado sin problema.

Pero, esta vez, escuchó.

Amenazó con irse si no lo dejaba hacer lo que quisiera.

Mi madre, le dijo que se fuera.

No tardó en ir al cuarto de mis padres.

Echó su ropa en unas maletas.

Ninguna de nosotras se movió de donde estaba.

Yo miraba desde un rincón de la sala, cerca del ropero, mi hermana dentro del mismo.

Mi madre, entre la cocina y la puerta de salida, frente al ropero.

No recuerdo donde estaba mi pequeño hermano.

Fue un corto tiempo, mucho ruido, cosas tiradas, el ruido de las maletas, la puerta azotada.

Lo vimos salir, amenazando que no volvería jamás.

Todo ese momento, parecía una eternidad.

Se subió a su carro, y arrancó con violencia, se escuchó el ruido del auto, alejándose.

Luego de un rato, pudimos reaccionar.

Mi madre cerró la puerta que había dejado abierta.

Las 3 lloramos, mi hermana salió del ropero.

Todas nos miramos, sin poder si quiera, abrazarnos, cada una tenía un duelo individual.

Tristeza, dolor, alivio, todos los sentimientos mezclados.

Como en ese tiempo, no teníamos las rejas todavía, apenas había pasado más de una semana.

En algunas ocasiones, de noche, mi padre volvía a golpear la puerta y amenazar con romper las ventanas si mi madre no le abría.

Mi madre no lo hizo.

La acosaba en su trabajo, el cual descubrió.

Ya sea a la salida, o frecuentaba lugares u horarios de nosotros.

En esta etapa, mi hermana fue la que más sufrió, fue la que conoció la etapa bonita de mi padre, aparte de la cruel.

Fue quien puso esperanza en las palabras de su padre, la que compartía momentos especiales por ser la grande.

Como cantar con él.

O jugar a aprender a tocar guitarra.

No aprendimos, ninguna de las dos hasta la actualidad.

Ella creía en la palabra de su padre.

Por esto, fue que, ella fue la más fácil de manipular, a veces iba por nosotras a la escuela, en el camino a casa, nos hablaba de que pidiéramos a mama volver con él.

Esto funcionó cuando éramos pequeñas, hoy, todo quedó enterrado.

Por esto, creo que, el duelo de mi madre y de mi hermana, era muy doloroso.

FRASE:

Dicen que el amor es ciego, pero, no es verdad.

Ciega es la persona que no valora el amor que le dan.

-ANONIMO

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