—¿No puedes dormir? —llegó la voz de Román desde junto a ella, y Julie giró la cabeza para mirarlo, donde había abierto los ojos, y notó que no estaban negros sino rojos.
—Recién desperté. ¿Tú no dormiste? —preguntó Julie con su suave voz.
—Difícil dormir cuando tú estás despierta. ¿Algo te molesta? —Los dedos de Román apretaron los suyos, y Julie sintió su corazón saltar un latido.
—No, no pasó nada —respondió Julie, y se acercó más a él, observando más de cerca sus ojos, y dijo:
— Tus ojos.
—¿Están rojos? —Ante la pregunta de Román, Julie asintió con la cabeza.
—¿Tienes sed?
—Estoy bien, no te preocupes por mí —dijo Román, pero sus palabras solo acrecentaron su preocupación—. Solo tengo un poco de sed.
—Puedes tomar mi sangre si quieres. El Corvin dijo que el agua plateada no me afectaría mucho. No será tan malo —ofreció Julie.
Román soltó la mano que hasta ahora había estado sosteniendo —Cuando se trata de ti, no tomaría ningún riesgo. Nunca.
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