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—Cuando Román entró en el dormitorio masculino, el celador del edificio levantó la vista desde detrás del escritorio para mirar a la persona que había entrado. Y aunque era pasado el horario del toque de queda de la universidad, el celador no hizo ningún esfuerzo por detener a Román. Mientras caminaba, el sonido de sus botas era prominente y resonaba.
Aunque Román no hablaba con todas las personas, conocía a la gente y con quiénes estaban involucrados. Era una de las ventajas de sentarse y observar a la gente como si fueran parte de un experimento. Se dirigió a una de las habitaciones del dormitorio y llamó a la puerta.
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