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Cartas a Romeo.

``` —Solo bastó con romper una regla que no se suponía que debía —Él era el chico malo con tatuajes. Ella era la chica buena con gafas, y ella era suya. —Cuando Julianne Winters decide mudarse al dormitorio de la prestigiosa Universidad, ella tiene todo planeado para poder terminar su graduación y dejar el lugar. Pero su plan comienza a incendiarse desde el momento en que la mirada de Roman Moltenore de último año se posa en ella. Y su apariencia no grita nada más que PROBLEMAS. —¿Qué reglas? —preguntó Julianne con el ceño fruncido mientras leía la página. Estaba segura de que no había visto ninguna regla del campus mencionada en su sitio web. # 4. Prohibido usar teléfonos móviles. # 12. Los estudiantes no deben deambular fuera del campus después de las once de la noche. Cuanto más leía, más extraño resultaba ser. Su amiga pasó la página y luego señaló la última regla # 29. Escucha a Roman Moltenore. —Esto está inventado. Mira, la última incluso está escrita a lápiz —Julianne no podía creer que su amiga del dormitorio de al lado pensara que caería en eso. ¿Y sin teléfono? —Es importante que cumplas con todas las reglas. Especialmente con la número veintinueve —dijo la chica con tono serio—. Recuerda no involucrarte con Roman. Si llegas a verlo, corre en la dirección opuesta. Hay una razón por la que está escrita aquí. Con las reglas del campus, ella recurre a enviar cartas manuscritas a su tío. ¡Pero quién iba a saber que terminarían en manos de alguien más! ```

ash_knight17 · Fantasy
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Chica que no puede ser obligada

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Julie encontró a Román mirándola, y se aclaró la garganta diciendo —Debo irme. Gracias por responder a mi pregunta y por ayudarme allá atrás.

Se dio la vuelta, lista para irse, cuando Román la detuvo.

—Espera —volviéndose hacia él, Julie lo miró de nuevo—. Él preguntó —¿Habías hablado con el Sr. Evans antes de ayer?

—La noche que escuché el grito, él estaba allí con el Sr. Borrell en el bosque. Nos dijo a nosotras las chicas que no habláramos de ello con nadie. Ayer mencionaste algo y me pregunté si era lo mismo... —sus palabras se desvanecieron cuando Román continuó mirándola directamente a los ojos, y en algún momento ella se sintió consciente. Cuando el viento de la tarde se intensificó, los flecos de su cabello comenzaron a flotar frente a sus ojos, y ella llevó su mano para acomodarlo detrás de su oreja.

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