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A VECES SOLO SE NECESITA UN BALÓN

Hogwarts preparaba su campo de Quidditch para la primera clase de vuelo. Aunque los nervios burbujeaban en el interior de los cinco amigos, sabían que las expectativas de sus casas siempre estaban a la altura.

Balan sostenía su escoba Meteoro 1777 con firmeza al saber lo frágiles y mal cuidadas que estaban las escobas.

La clase estaba llena de estudiantes de Gryffindor y Slytherin. Se podía sentir la tensión en el aire, especialmente entre los jóvenes más audaces.

La profesora Hooch, con su característico silbato y actitud firme, les dio instrucciones sobre cómo levantarse del suelo y hacer su primer vuelo.

Balan prestó atención, intentando ignorar las burlas que venían de algunos de sus compañeros de Slytherin, en especial Draco, quien no se callaba. Miró furtivamente a su alrededor y vio a Neville Longbottom casi temblando de miedo junto a su escoba. Sabía que Neville no era particularmente bueno con la magia y podía ver que la perspectiva de volar lo aterraba; al menos intentaría ayudarlo.

Cuando Hooch dio la señal para despegar, todos los estudiantes se elevaron en el aire. Balan, sintiéndose seguro, comenzó a hacer un recorrido alrededor del campo y, después de dos vueltas, empezó a ayudar a Hermione y Daphne. Ellas eran las que tenían dificultades para manejar esas escobas de tercera clase y, mientras las guiaba, Blaise y Rose disfrutaban volando alrededor del estadio.

La sensación de libertad que le otorgaba el vuelo, ya con sus cuatro amigos, fue relajante. Sin embargo, su diversión se vio interrumpida cuando escuchó un grito desgarrador. Era Neville, que había perdido el control de su escoba y estaba cayendo en picada hacia el suelo.

Instintivamente, Balan recordó la situación del canon y, a pesar de los problemas que causaría cambiar este evento, no podía permitir que un compañero se lastimara. Sin pensar en las consecuencias, giró su escoba y se lanzó hacia abajo, intentando alcanzar a Neville antes de que fuera demasiado tarde.

Con reflejos rápidos, Balan se acercó a Neville, que estaba aterrorizado y gritando. Justo cuando Neville estaba a punto de caer, Balan extendió su mano, la cual tenía un guante especial, a la vez que sacaba su varita y preparaba uno de los hechizos más fuertes de Legacy.

—Arte Black: látigo negro, levioso.

Una cuerda hecha de oscuridad rojiza capturó a Neville cuando el hechizo levitatorio lo golpeó, tirándolo hacia Balan y su escoba.

—¡Agárrate fuerte!

gritó Balan, mientras ambos se estabilizaban en el aire. Con un giro rápido, Balan llevó a Neville de regreso a la seguridad del grupo, aterrizando con un ligero golpe en el suelo.

—¡Ggggg gracias, Balan! -agradeció Neville al abrazar el suelo y vomitar.

—No te preocupes, Neville. ¿Por qué saliste disparado como loco?

—Yo salí bien... No es la primera vez que subo a una escoba y puedo decir que la escoba se volvió loca de la nada.

—Déjame ver.

Balan se acercó a la destrozada escoba e inyectó algo de su energía en ella para ver el sistema runico desgastado por el tiempo, ya que las runas eran de calidad media. Junto a eso, el núcleo de pluma de diricawl estaba podrida, siendo este el que le permitía volar a la par de esa ave con alas pequeñas.

—Neville, esto ni debería flotar, por Quetzalcóatl. Tienes una absurda cantidad de energía mágica dentro de ti si puedes hacer volar esta cosa que no debería flotar.

Y Balan no mentía. La condición de Neville y su deseo guiaron la magia de Neville a darle la capacidad de flotar a la escoba. Pero el poco control de energía que poseía guió al desastre y Balan aprovecharía esto para ayudar al conmocionado Neville.

—Al igual que yo, tu núcleo es demasiado grande para controlar tu magia. Por eso fallabas en Transfiguración y tus pociones fallaban al estar impregnadas en exceso con tu magia. ¿He de adivinar que también posees una varita capaz de soportar tu energía mágica?

Los ojos de Neville se abrían más y más de horror al sacar su varita y verla detenidamente para encontrar pequeñas fisuras.

—Mi varita es heredada... yo... creo que tengo que hablar con mi abuela.

—Ya veo, no te preocupes, Neville. Si algún día necesitas consejo sobre control de energía mágica, estaré encantado de ayudarte.

La clase siguió relajadamente en el suelo al ver que las escobas ya no eran seguras. Hooch paró la clase para dejarnos dos horas libres para jugar al aire libre. Claramente, como buen latino que se respeta en el mundo, balan no dudo en sacar un balón de fútbol y tras explicar el funcionamiento de uno de los juegos que literalmente se juega en todo el mundo, siendo que vivió el México 86 y el año anterior logró ver el Italia 90, junto a que el Mundial de Quidditch y el de Estados Unidos 94 se iniciarían al mismo tiempo.

Sorprendentemente, algunos Slytherin reacios a los deportes muggles, como Crabbe y Goyle, se unieron al primer juego amistoso mixto de Slytherin vs. Gryffindor, terminando en un 2-2., como conocedor y nieto de un espectador de la CONCACAF balan, se enfrentaba a los locales que tenían la Champions que tanto amaban sus padres... lo peor es que la frágil Rose fue la que empató el partido.

Claramente, los amargados puristas se quedaron en una esquina viendo cómo algo tan simple como un juego de patear una pelota unía a Slytherin y Gryffindor de primer año, los cuales eran ajenos a los demás años, mirando. Los años más altos de sus casas observaban el juego de los niños con diversión mientras iban a sus demás clases.

Los niños corrían de un lado a otro, riendo y gritando mientras intentaban controlar el balón. Algunos de ellos se tropezaban y caían, pero rápidamente se levantaban, sacudiéndose el polvo y riendo de sus propias caídas. El balón rodaba de un lado a otro, y los pequeños jugadores mostraban su mejor esfuerzo, aunque la técnica dejaba mucho que desear, siendo esa la primera vez de la mayoría.

Mientras tanto, en un rincón del campo, Severus Snape y Minerva McGonagall observaban con una mezcla de preocupación y diversión. Snape, con su habitual expresión seria, intentaba mantener el orden, mientras que Minerva sonreía al ver la camaradería que se formaba entre los niños de ambas casas después de tantos años de odio mutuo.

—¡Cuidado con la portería!

gritó Minerva, mientras un grupo de niños de Gryffindor intentaba marcar un gol. Snape, por su parte, se cruzó de brazos y murmur.

—No quiero ver a nadie usando magia para ganar este partido.

Pero, a pesar de su tono severo, no pudo evitar que una pequeña sonrisa se asomara en su rostro al ver a los niños disfrutar, pero sobre todo al notar la sonrisa de la pequeña Rose que, a pesar de su condición, no dejó de arremeter contra la portera de Slytherin.

El partido continuó lleno de risas y pequeños conflictos amistosos y sin burlas. Blaise corría y, con una gran sonrisa, eludió a varios Gryffindor y se acercó a la portería. Pero justo en ese momento, Neville se lanzó para bloquear el tiro, y ambos terminaron en el suelo, riendo a carcajadas.

Finalmente, el partido terminó en un empate, pero eso no importaba. Lo que realmente contaba era que, después de 25 años, Slytherin y Gryffindor tenían una convivencia sana y eso sí tenía un porqué... Dumbledore.

En 1966, él tomó el mando de dirección de Hogwarts. Su sesgo tras el surgimiento de Tom creó un ostracismo hacia Slytherin, junto a varias clases que se daban, y al no cambiar al difunto Beans desde 1968 causó que la historia se deformara hasta tal punto que Gryffindor consideraba a Slytherin como malos, y Slytherin atacaba para defenderse.

Dumbledore tomó decisiones que favorecieron a Gryffindor en ciertos momentos, especialmente en las competiciones y en la selección de estudiantes para ciertos privilegios. Esto hizo que muchos en Slytherin se sintieran marginados y resentidos por estas prácticas de Dumbledore.

Y uno de esos Slytherin fue, claramente, Severus, quien detestaba esta práctica que continuaba ejerciendo Dumbledore, haciendo todo lo posible para asegurar la integridad de su casa y los niños que la integraban. Como director de Slytherin, tenía un papel muy importante en la protección de sus estudiantes. Su lealtad a la casa Slytherin era inquebrantable, y siempre estaba atento a las amenazas que podían venir de Gryffindor y, en ocasiones, de Dumbledore.

Snape era conocido por ser un maestro estricto, pero su enfoque también incluía cuidar de sus alumnos. Se aseguraba de que tuvieran las herramientas necesarias para defenderse y sobresalir en sus estudios. Además, era muy astuto y sabía cómo manejar las situaciones en las que los estudiantes de Gryffindor podían intentar intimidar o menospreciar a los de Slytherin.

En cuanto a Dumbledore, aunque era un aliado en muchos aspectos, Snape también era consciente de que sus decisiones a veces podían poner en riesgo a los Slytherin. Por eso, actuaba con cautela y trataba de proteger a sus estudiantes de cualquier posible manipulación o desventaja que pudieran enfrentar debido a la visión sesgada de Dumbledore sobre el bien y el mal.

En resumen, Severus Snape cuidaba de Slytherin con un enfoque protector y estratégico, siempre buscando el bienestar de sus estudiantes en un entorno que a menudo podía ser hostil. Su lealtad y dedicación, aunque a veces cuestionadas, eran fundamentales para mantener la integridad de su casa.

Al igual que Severus, Minerva McGonagall, como profesora y jefa de la casa Gryffindor, siempre ha tenido un fuerte sentido de la justicia y la equidad. A lo largo de los años, ha notado que existe un sesgo bastante marcado entre los estudiantes de Gryffindor hacia Slytherin, donde muchos ven a los de esta casa como antagonistas, a menudo basándose en estereotipos y prejuicios. Consciente de que cada casa tiene sus propias virtudes y que no todos los Slytherin son malos, Minerva comienza a trabajar en iniciativas para fomentar la comprensión y el respeto mutuo entre las casas.

Sin embargo, la influencia de Dumbledore, aunque generalmente positiva, a veces complica sus esfuerzos. Dumbledore es una figura carismática y poderosa en Hogwarts, y su propia historia y decisiones pueden reforzar ciertas percepciones. Por ejemplo, su relación con James y su enfoque en la lucha contra el mal pueden hacer que los estudiantes de Gryffindor vean a Slytherin como un enemigo natural, lo que dificulta que Minerva logre cambiar esa narrativa.

A pesar de sus esfuerzos, Minerva se da cuenta de que el legado y las creencias profundamente arraigadas son difíciles de cambiar, especialmente cuando hay una figura tan influyente como Dumbledore que, aunque no lo intente, puede perpetuar el sesgo. Así, sus intentos de promover la unidad y la comprensión entre las casas se ven obstaculizados, lo que la lleva a reflexionar sobre cómo puede seguir adelante en su misión de crear un ambiente más inclusivo en Hogwarts.

Es un desafío constante, pero Minerva sigue creyendo en la importancia de la empatía y el entendimiento, y no se rinde en su búsqueda de un Hogwarts más unido.

Pero este año ambos tenían algo que los unió para parar una vez por todas esta situación. Rose Potter fue el clavo en el ataúd de Dumbledore; Severus y Minerva perdieron fe en el hombre y comenzaron a actuar más ferozmente, cooperando junto a los otros dos jefes de casa para acabar de una vez por todas con las dañinas relaciones entre las casas. El primer paso es evitar que los alumnos más mayores infecten los corazones de los nuevos.

Severus fue más relajado a petición de los otros jefes, mientras que ellos, más estrictos a petición de este, dejaron cero tolerancia al comportamiento tóxico que se había generado en estos 25 años de gobierno de Dumbledore. Tras una reunión, el proyecto de integración escolar fue aprobado por el consejo estudiantil, dejando cero interferencia de Dumbledore hacia cualquier casa y, sobre todo, cero interacción o manipulación de cualquier alumno, tras presentarse los dos casos donde intervino, y siendo ya adultos algunos de los afectados, el actuar de Dumbledore sería seguido y juzgado.