3 DIAS DESPUES
El olor era fuerte, se sentía como un perfume del que no te podrás olvidar nunca más, tanto que le lastimaba la nariz, no estaba acostumbrado. Recordaba que había pasado luego de su encuentro con Percy, pero no recordaba nada luego de que apareció sumergido en el mar y un Percy que le decía que se relajara y que confiara en que no se iba a ahogar, que se concentrara en respirar sin aspirar aguar. No podía entender como rayos esperaba que hiciera eso sin un curso previo de respiración bajo el agua. El resto de recuerdos eran borrosos, muchos golpes, mucha velocidad, Katie y luego todo era oscuridad.
Cuando hubo recuperado la consciencia totalmente Percy le había dado un paseo por todos sus dominios, su palacio, su santuario y ayudarlo a poder respirar con normalidad en el agua sin necesidad de una burbuja de aire alrededor de su cabeza. Los primeros días habían sido difíciles porque necesitaba recuperar la estabilidad mental porque había ingerido mucha agua y falta de aire. Le dolían las fosas nasales, el paladar, el esófago, la garganta y cuando intento hablar simplemente no salía voz de su boca. Pero en cuanto a su cuerpo ya se sentía restaurado, ya no se sentía deprimido o aletargado. Percy le diría que era uno de los efectos del poder del mar infundía una nueva emoción y fortaleza a todos los niveles.
Ya había tenido su primera reunión con Percy para poder llevar a cabo los primeros entrenamientos. Iba a ser brutal, iba a ser desafiante, pero tal como prometió Percy iba a permitirle vaciar su mente de todo los pensamientos que le atormentaban para darle un nuevo propósito, esta vez se encargaría de ayudar a los semidioses y eso le daba felicidad porque Percy le daría carta blanca para poder recorrer el mundo y buscar semidioses en aprieto para poder salvarlos y ofrecerles un lugar seguro como el campamento y también dar soporte a campistas en misiones.
Pero en la mente de Travis también estaba una gran interrogante: Katie. Se sentía fatal de ni siquiera haber dejado una nota explicando todo o de despedida. Sabía que Katie sufriría por esto y sería una gran brecha entre ellos a futuro. Sentía la culpa que le pesaba sobre ello, pero por otra parte esperaba que Katie pudiera volver a la vida de normalidad y no quedarse estancada en un páramo depresivo de su propia existencia, de la cual necesitaba salir, pero tal vez necesitaba enfrentarse a esto solo y no arrastrarla hacia ello, no podría ir en contra de todo lo que el padre de Katie esperaba de él y de ella misma, tenía un futuro increíble por delante y necesitaba espacio para volver a empezar y ser todo aquello que tenía potencial para lograr, mientras él se encargaría de recoger los pedazos de su vida y restaurar su propia confianza para poder volver a Katie siendo el viejo Travis y entregarle el corazón sanado y preparado para acogerla para siempre.
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—Tienes un largo camino por recorrer —la voz de Percy sonaba seria mientras le trazaba puntos en el mapa del recorrido que iba a emprender Travis. Aún no estaba del todo recuperado del ahogamiento, pero su cuerpo ya respondía a los movimientos necesarios para emprender una misión.
—Entonces ¿me estás diciendo que cuantos más monstruos venzamos, mejor será la bendiciones que puedes darles a los héroes? —Percy asintió mientras ponía un libro sobre la mesa lleno de las grandes hazañas de los dioses.
—Si, es por ello que vemos grandes hazañas contra grandes monstruos, gigantes, titanes y dioses mismos que repercuten en la suerte de los dioses, solo piensa en cómo alguien como Paris pudo darle exactamente en el talón a Aquiles. Eso es la bendición de Apolo —Travis miraba las láminas ilustrativas de los logros de Artemisa, Apolo, Poseidón, Hades y demás dioses.
—Tiene sentido, Paris… era lamentable —Percy se rió por un momento mientras acomodaba las banderillas en el mapa, iban a empezar un vieje por toda Norteamérica, luego Sudamérica pasar por Europa y terminar en África y Asia para buscar monstruos míticos correspondientes a antiguas civilizaciones, quería evitar remover las cosas en el mundo de los dioses griegos.
—Que ni te oiga Apolo, es uno de sus protegidos —casi podía imaginar cómo podría reaccionar el dios de la profecía.
—Entonces debemos empezar forjar victorias para poder ayudar mejor a los semidioses —susurró reflexivamente Travis mientras Percy estaba preparando algunas cosas para partir a su aventura.
—Exacto, es por ello que iremos por el mundo derrotando a cuanto monstruo, gigante, titan, deidad y amenaza se nos ponga en frente para que cuando ya este ejerciendo mis funciones de dios del Olimpo pueda ayudar a los semidioses con todo lo que tengamos a nuestro alcance —cuando ya tuvo todo lo que necesitaba pensó en su primer destino.
El primer destino fue en las alejadas tierras del estado de Washington, empezar por lo más cercano a salir del radar de los dioses para luego entrar en tierras canadienses para las grandes bestias marinas. Cuando tocó enfrentarlas Tritón dio una mano para no crear un desastre. Leviatán, el Kraken y el Morgawr. Íbamos detrás de los monstruos más devastadores de diferentes mitologías. También se encontraron con las grandes serpientes antiguas en las regiones montañosas de Canadá: Jörmundgander (antigua serpiente mitología nórdica) fue todo un desafío y Travis salió herido por lo que fue momento para para por un par de días e incinerar en ofrenda a Percy dichos trofeos para que la fuerza de Percy aumentara aún más.
Percy no dejaba de escuchar las plegarias de Katie y le empezaba a doler la cabeza, pero no podía ceder, porque Travis necesitaba estar concentrado en ser el mejor de los mejores un campeón no sólo para él sino también para el Olimpo. Le dolía no poder hacer nada al respecto fue de las cosas que le dejó claro a Travis en su conversación en la cabaña de Deméter aquel día, necesitaba que se concentrara en viajar para dar muerte a cuanto monstruo se cruzara por el camino era un viaje sin fecha de retorno y debía hacerlo solo Travis con él, no había lugar a nada más ni a nadie más. Percy no pretendía separalos, pero cuando conversó con ambos supo una cosa: necesitaban tiempo para recuperarse, seguir en la misma rutina solo haría dos cosas, que Travis siguiera en un espiral descendente y que Katie se frustrara por no poder hacer nada al respecto y eso pondría las cosas tensas, finalmente podría ser una ruptura de algo que él consideraba destinado a triunfar. Con la idea que tenía en mente tanto Travis como Katie se mantendrían enlazados por un vínculo fuerte y en su debido momento en el reencuentro ambos serían golpeados, pero el vínculo seguiría intacto, conocía la fuerza del sentimiento de Katie y no dudaba del corazón de Travis.
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—¡Percy Jackson! —una furiosa Katie estaba en medio del Olimpo gritando furiosa, algunos dioses menores que pasaban por allí le miraban con asombro mientras ella trataba de encontrar alguien que le diera razón de Percy. No supo cuan fuerte y cuánto tiempo estuvo gritando hasta que sintió la mano de Hestia sobre ella porque automáticamente su respiración agitada se calmó.
—Katie, detente por favor —se giró para ver a la diosa del hogar dándole una mirada un tanto severa, pero en el fondo seguía habiendo esa dulzura que todos admiraban.
—No pienso irme de aquí hasta que me traigan a Percy Jackson —expresó un poco más calmada, pero con la misma determinación que la había llevado a ir a gritar el nombre de Percy al centro del Olimpo.
—No es momento ni lugar para hacer una escena —escucho la voz de Hermes que llegaba a toda velocidad a sus espaldas.
—Necesito respuestas —Katie estaba tan determinada que no pensaba rendirse por nada del mundo antes de dar con el paradero de Travis.
—Recuerda que ahora Percy es un dios y merece tu respeto como tal —la voz de Hermes fue un poco más severa de lo normal por lo que Katie bajo la guardia un momento.
—Lo siento… pero necesito hablarle —Hestia sonrió ligeramente ya que sabía que las intenciones de Katie eran las mejores, recordaría darle un buen sermón a Percy y a Travis por esto.
—Percy está en retiro de entrenamiento y aún no está en funciones oficiales como dios del Olimpo —le informó Hermes revisando su iPad.
—Pues en ese caso dime donde está para poder darle una amistosa visita —la voz de Katie se tornó peligrosa y Hermes se estremeció ligeramente.
—Pues seguramente a 6000 metros en las profundidades del mar —le respondió Hestia con una sonrisa de satisfacción al ver la cara de desanimo de Katie.
—Oh —Hermes sonrió burlescamente.
—Si, oh —respondió Hestia.
—Travis desapareció, no lo encuentro por ningún lado —Hestia y Hermes se miraron entre ellos y fue Hermes el que tomó la palabra.
—No debes preocuparte por Travis, según la información que manejamos está a salvo, pero no hay una fecha de regreso para la misión en la que se encuentra —Katie se sorprendió de lo que Hermes dijo, no pensó que la desaparición de Travis se debería a una misión.
—Señor Hermes —suplicó, pero fue en ese momento que sintió la particular sensación de la presencia de su madre.
—Katie, sé que te preocupas por él, pero está a salvo y este tiempo les servirá a ambos para poder expandir sus horizontes —Katie se giró para ver a su madre con una mirada un tanto reprochable por la situación en la que se encontraba. Saludo a Hermes y Hestia asintiendo con la cabeza.
—Madre, pero yo… —Deméter no le permitió continuar solo con la mirada.
—Hermes, Hestia, denme unos minutos con mi hija —ambos asintieron y luego se retiraron mientras Katie se sentía a merced de su madre. Iba a ser una larga charla.
Fue una charla dura, pocas veces había recibido el regaño de su madre como esta vez, ella había sido una asidua contraria contra su relación con Travis cuando Connor había muerto porque la había llevado en un espiral descendente, pero Deméter no se había atrevido a intervenir directamente porque respetaba las decisiones de su hija a pesar que no estuviera de acuerdo, pero en su corazón sentía que esta era la oportunidad para que Katie siguiera adelante como una de las líderes del campamento, no en vano tenía la inmortalidad para poder ayudar al desarrollo del campamento y guiar a las futuras generaciones de semidioses.
Paso un rato largo antes de que Katie reaccionara a la reprimenda que le había impuesto su madre, no se atrevía a contradecirla, no había forma de que eso sucediera, siempre, siempre al igual que su padre había pensado en lo mejor para ella, pero le habían dejado decidir sobre ello, a veces había visto sonrisas por sus decisiones y otras veces miradas sombrías, pero al final del día siempre estaba las palabras de su padre "aferrate a tus decisiones, solo si estas completamente segura que son las correctas" había seguido esa pauta toda la vida, también hubo momento en los que tuvo que detenerse y reflexionar para ir hacia la dirección contraria en la que pensaba era el camino correcto, pero ni un segundo dudo sobre sus sentimientos por Travis y que había tomado la decisión correcta de estar a su lado por este escabroso camino que le tocaba recorrer. Ella lo sabía: le amaba. No podía explicarlo, simplemente lo sabía, sabía que su corazón se volvía cálido de solo pensar en él, nunca había hablado de ello con Travis y tampoco él le había hablado de ello, pero simplemente era algo intangible que tocaba su corazón cada vez que estaba cerca suyo.
Se quedó parada suspirando en soledad donde su madre la había dejado luego de regañarla por la escena que había hecho en Olimpo, sabía que se había equivocado, pero lo había intentado todo, IM, ofrendas a Percy, había ido a sumergirse en la playa, nada, había gritado bajo el agua y hasta fingir que se ahogaba, pero no había ninguna respuesta, ninguna señal. Se empezó a sentir enojada a tal manera que la tierra reaccionaba con cada pisada que daba porque las plantas empezaban a reaccionar a sus emociones y fue tanto que sus hermanas de cabaña le habían pedido que parara con esto.
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Tuvo muchos días para poder pensar sobre lo que venía para ella, sentía nauseas de solo pensar en las posibilidades que le habían dado, alejada de la caza, la aventura, el riesgo y la convivencia para vivir en Roma en el santuario de Hestia, no le gustaba demasiado su contraparte romana, por lo que esa idea le desagradaba, ya no podría presentarse al Olimpo nunca más, solo recibir visitar y vivir una vida enclaustrada en el olvido de lo que un día fue.
Por otra parte, era la idea de contraer matrimonio. Eso era repudiable para ella. Atentaba contra todos sus principios desde los albores de su existencia. Todas las cosas que una vez le tocó vivir le hicieron entender que no quería un hombre en su vida, que no quería la compañía de nadie más que de sus cazadoras en una relación de confianza, compañerismo y hermandas todo vestigio de sentimientos románticos lo había matado día a día hasta que no quedo nada que se pareciera a eso por nadie que no fuera la caza. Sabía que esto también había afectado la relación con su hermano, quien tanto había cuidado de ella cuando aún vivían con su madre. Pero para ella no había vuelta atrás, no dejaría que todo se diluyera y su huella en la historia se viera manchada por lo que les había tocado vivir y menos tratar de parcharlo con un matrimonio arreglado.
Pero lo que más angustiaba su corazón era el hecho de que no quería quedar marcada como la diosa que acepto entregarse a Gea y a Perses y aunque no había sido tomada por Perses eso no importaría para manchar su honor y ser juzgada como traidora del Olimpo, no podía permitir eso. Mientras hablaba con Apolo, Atenea y Hestia su mente y corazón ardían de rabia y sus pensamientos deseaban no tener que haber dejad que su deseo de demostrar ser la mejor la hubieran llevado a tan funesto destino.
—No sé en que estabas pensando, pero no pienso aceptar a nadie, eso está fuera de discusión, Apolo —susurró mientras se movía de manera incomoda sobre el sofá que estaba acomodado en el templo de Hestia en Roma.
—Creo que te estas perdiendo un detalle hermanita —le respondió Apolo mientras las dos diosas que estaban a su lado lo miraban con ojos que le gritaban que fuera prudente con lo que pensaba decir.
—No me llames asi —el peligro en su voz no había cambiado, no había bajado la guardia en lo más mínimo.
—Artemisa, el punto es que no puedes estar segura de que alguno querrá aceptar de buena gana esto —le dijo Atenea mientras pensaba en todos los nombres que podían postularse para ello. La diosa de la sabiduría debía reconocer que algunos nombres le producían nauseas de solo pensarlo, pero tampoco es que hubiera muchos disponibles. La mayoría de los dioses ya tenían una pareja.
—Bromeas, soy Artemisa la diosa de la caza ¿Quién podría negarse? —todos la miraron con una cara de fingido desconcierto por lo que Artemisa se ofusco un poco por ello.
—Bueno tengo un par de nombres que podrían aceptar… —Hestia sabía que iba a reaccionar de la peor manera.
—Morfeo, Thanatos, Mercurio, Tritón, Silvano y Hermes —Atenea también dudaba con cada nombre y más viendo la cara de Artemisa. Apolo solo cerraba los ojos y respiraba profundamente.
—Bromeas, todos son unos enfermos y retorcidos seres —Artemisa podía enumerar la cantidad de atrocidades que estos dioses habían hecho en sus ceremonias y cultos, donde muchas jóvenes vírgenes habían sido ejecutadas no sin antes haber sido tomadas por todos los prosélitos de aquellos dioses. Le daba asco siquiera pensar en ello.
—Tampoco hay mucho de donde escoger… —suspiró con un poco de cansancio Hestia esto era inútil. No había forma de que hubiera alguien que pudiera complacer a Artemisa, pero lo que más le preocupaba es que la persona elegida quisiera esto.
—Podrías elegir un mortal y darle la inmortalidad de las cazadoras… —opinó Apolo y la mirada de Artemisa se suavizó un poco mientras pensaba vagamente.
—No hay mortal que pueda merecerme —no había forma de que Artemisa sintiera que alguien pudiera merecerla.
—Podríamos decir eso del propio mortal —las palabras de Atenea se salieron de su control solo para encontrarse con la mirada dura de su hermana.
—¡Como te atreves! —dijo mientras avanzaba hacia ella. Apolo la detuvo a medio camino con algo de fuerza mientras un nombre vino a su mente. Sus ojos se abrieron ampliamente y sentía que había descubierto la solución definitiva. Miro a Atenea, necesitaría su bendición por el pasado que había tenido con Annabeth, ella se había vuelto cercana a la idea de ver a Percy como su yerno, aunque nunca se consumó una unión matrimonial, pero cuando hubo entendido el dolor de Percy supo que Annabeth hubiera querido que sean cercanos.
—No, no ni lo pienses —le respondió la diosa de la sabiduría mientras Hestia caía de cuenta de que nombre había pasado por la mente de Apolo. No podía negar que también lo había pensado, pero no podía desearle ese mal a Percy, el necesitaría una compañera en el futuro, pero no ahora, no había forma.
—Que ¡Que! —grito Artemisa tomando de la túnica a Apolo quien cerró los ojos pidiendo perdón a Percy por haber pensado en su nombre. Sería una tarea titánica lograr convencerle, siendo hermano de Artemisa sabía que no podía condenar a Percy a una vida de sufrimiento.