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[Las cuatro verdades]

En la Ciudad atheniense existía un ecosistema variado, llevado a cabo con éxito en base a diferentes políticas de conservación y respeto mutuo.

Manteniendo una clara observación de la reproducción y multiplicación de los diferentes animales que coexistian, marcando la diferencia intrínseca entre humanos y animales.

Antiguamente se vivió una época violenta, dónde se pudo observar las implicaciones de una eliminación masiva de diferentes especias. Esto inspiró a los sabios monarcas, quienes tejieron lentamente una realidad de paz y prosperidad, a pesar de la cultura bélica impregnada violentamente en los innumerables ciudadanos.

Por ello, era común la tradición de la adopción y el respeto al animal libre.

Roedores y aves, eran comunes de observar en las zonas silvestres a pesar de la urbanización primeriza que se construía en Athenas.

En un parque dedicado al ocio ciudadano, caía de las alturas lentamente una pluma. Era de un color blanco puro, que recogió un niño con emoción.

Abandonando a sus compañeros, estiró sus brazos cortos con tenacidad, intentando alcanzar la pluma que caía.

Con ella entre sus manos, observó el cielo sin horizonte. De un azul profundo, en el surcaba sin temor alguno una paloma.

Batía sus alas sin parar, volando sin par. Sus ojos libres de sabiduría e ignorancia.

Desde su posición se observaba la arquitectura organizada en donde se construía Athenas. Innumerables ciudadanos, creando un flujo pequeño pero constante.

Luego de minutos de constante vuelo, finalmente paró sobre un pilar. Picoteando la nada, se rascó el ala con su pico.

Debajo de su ala izquierda, tenía una herida. Presunto producto de un ataque.

Fue ahí, sobre el pilar, fue cuando vertió sus heces sin disimulo ni consideración. Creando una marca constante sobre la piedra caliza.

Un adulto lo ignoro, a un niño le provocó risa sin par y un anciano no lo vio debido a su encorvada figura.

Un carruaje pasaba por la misma calle, ignorando tal evento. Bellamente decorado, exudaba prestigio con una mirada.

En su interior, un niño iba con la mirada aburrida. Federick observaba a las diferentes personas a través de la venta del carruaje.

"¿Predecible o predestinado?". Comentó en voz baja para sí mismo.

Las personas que andaban a pie eran separados únicamente por unos pocos metros, pero eran muy distintos entre sí. Guiándose únicamente por su apariencia exterior, sin profundizar en sus facetas interiores.

Increíblemente, los ancianos eran la minoría entre los individuos. Encorvados o amargados, serios o felices.

Resaltaba su estímulo para las actividades constantes. Trabajando o transportandose entre bastones. Sus rostros arrugados con un ligero brillo entre los ojos de algunos.

Los niños eran más comunes, entre los brazos o a la par de sus tutores. Felizmente, eran traviesos.

Con una simple observación, se fijó en la diferencia estética entre los adultos.

"Athenas es verdaderamente activa". Federick opinó para sí mismo, mientras veía a los diferentes individuos alrededor del carruaje que lo transportaba.

"Viejo, ¿qué opinas sobre las últimas políticas implementadas durante la década pasada, respecto a la descendencia activa?". Preguntó Federick al conductor de su carruaje.

"Es bastante agradable. De hecho, creo que contribuye a la organización social... Un cambio agradable". Respondió el conductor con una sonrisa en su rostro.

"¿Eras un estudioso antiguamente?". Preguntó Federick con curiosidad, su rostro pintado en aburrimiento.

"Que no te engañé mí puesto actual, chico". Comentó el conductor riendo.

"Me sorprende, pareces bastante inteligente... Así que, ¿cómo definirias la moral de la generación anterior?". Preguntó Federick con duda, mientras observaba a los distintos ancianos ocasionales por su ventanilla.

"Un ímpetu imparable. Tenaz y experimentada, con fuerza herculea, así sea física como moral". Comentó sin dudar el conductor, su rostro brillando en un leve orgullo.

"Bastante interesante... Y dime, como experimentado, ¿has escuchado sobre las revoluciones?". Preguntó otra vez Federick, mientras estiraba sus dedos tranquilamente.

Ante esto, el ambiente se enfrió. Un escalofriante silencio recorrió el carruaje.

"Cuando era más joven, fui un pueblerino. Un pueblo sólo compuesto por algunas centenas de miembros... Pero aún así, se registró la Revolución de las papas y los zapallos". Comentó el conductor, su voz grave. Incluso dirigió su mirada a Federick que se encontraba en el interior.

"Nadie estuvo orgulloso, pero ante la suba exorbitante de los precios de las papas y los zapallos, hubo un conceso pueblerino... El resultado fue desastroso. Los mayores fueron ignorantes, preparando fertilizantes caseros para las tierras donde se plantaban los dichosos alimentos". Dijo el conductor con lástima, su mirada similar a la de mil millas.

"Vaya desenlace". Dijo Federick mientras observaba la mirada del anciano conductor.

"No te preocupes, porque hemos llegado". Comentó el conductor volviendo a la normalidad. Observó el destino de Federick, el cual se trataba de un edificio antiguo.

"Orfanato". Se escribía en un cartel en grande.

Así, los dos abandonaron el carruaje. Teniendo que ayudar a bajar y almacenar diferentes productos que había traído Federick para donar.

Diferentes miradas se dirigieron hacía la figura inconfundible de Federick. Su porte, prendas y el carruaje, evidenciaban su identidad.

Finalmente siendo recibido por los encargados y diferentes niños sonrientes.

'Riquezas, reputación, apoyo y números... No es una salsa italiana sin Maquiavelo'. Pensó Federick siendo el foco de distintas miradas, diferentes entre sí. Compartiendo el fenómeno de la aprobación, aunque sea leve.