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[Inmortalización]

El conductor de nombre Lok, era un anciano especializado para presentar sus servicios al Príncipe. Posterior al nacimiento de Federick, se determinó su únicamente uso personalizado a su disposición y para él.

El clima del día era ideal, sin resaltar por ser árido; pero incluso en esas condiciones, su frente sudaba, mientras mantenía una sonrisa veraniega.

Se estaba encargando de bajar y transportar diferentes víveres almacenados en dirección al interior del orfanato. A pesar de su estatus que lo consolidaba su posición, no era arrogante. Ayudando con esmero junto a la ayuda de otros encargados.

"Se lo reitero, señor: No es necesario su esfuerzo, somos jóvenes con la suficiente fuerza y espíritu para lidiar con este asunto. Por cierto, me llamó Agus". Dijo Agus con una sonrisa, quién se trataba de uno de los encargados del orfanato. Mientras se refería a los otros adultos encargados.

Se trataban de tres individuos, dos hombres y una mujer. Cada uno representado por un espíritu diferente, pero voluntario.

"Chico, te lo diré otra vez, no te preocupes. ¿O me dirás que mis músculos están flácidos?". Dijo Lok mientras se reía al cargar una bolsa de considerable peso.

"No, no es mí intención... Sólo que ya es suficiente con tu ayuda al Príncipe Federick". Respondió Agus, llevando un gran cajón con ayuda de su compañero.

"Jaja, una voluntad construida en valores, es igual de valorable. Supongo que cobraís bien para realizar tal esfuerzo". Comentó Lok observando las acciones de los cuatros individuos.

"No lo hacen". Murmuró otro de los encargados. Un murmullo involuntario, que había dicho sin querer.

A lo cual, simplemente recibió una mirada dudosa de Lok.

"Lo que quiere decir mí compañero, es que estás acciones parten más allá de fines económicos. Más bien, voluntarios". Rápidamente complementó Agus con cierto nerviosismo.

"Básicamente les han pintado la cara y cobran lo mínimo... O incluso nada, ¿no?". Dijo Lok sin tacto, observando sus reacciones.

"¿Creen que él realizará un cambio?". Preguntó Lok mientras observaba en la dirección a donde se había retirado Federick.

Ante está mención, observó cambios micro-faciales de la mayoría, acentuandose en el caso de quién había protestado en primer lugar.

"Aún es joven". Comentó Lok al aire, mientras observaba el cielo, pesando los veinte kilos de granos de arroz en sus manos.

Federick ya se había retirado en dirección al interior junto a los niños pertenecientes al orfanato. Al principio ayudó a transportar los diferentes víveres almacenados en el carruaje, pero fue "convencido" de no exponerse a tareas duras.

Se encontraba compartiendo un tiempo con los diferentes niños y algunos adolescentes. Eran numerosos, curiosos y con poco amor propio.

Fácilmente caerían en telarañas, incluso si supieran de su existencia.

Se reunían alrededor de Federick con emoción galopante, mientras las palabras volaban sin cesar. Las cuales recibió con total benevolencia, una sonrisa adornando su rostro.

A pesar que la diferencia de edad no era una disparidad, la altura sí lo era al comparar.

Sumado al hecho de la vibra alrededor de Federick, provocaba un efecto subjetivo. Como un hermano mayor, recibió con un abrazo moral las diferentes preguntas, incógnitas y anécdotas que le comunicaban los niños exaltados.

Pero esto fue interrumpido ante la entrada de los diferentes encargados y Lok.

"Bien, niños: hemos preparado un cronograma ante la llegada del Príncipe Federick... Por supuesto ante su de acuerdo". Dijo Agus con una sonrisa, mientras observaba a los diferentes niños que rodeaban al imperturbable e inconfundible Federick con un aura reconfortante.

"¿Quién sería yo, para atreverme a hurtar la felicidad ajena?". Comentó retóricamente Federick, con una sonrisa en sus labios.

Con esto, metafóricamente empezó otro día para los niños. Quiénes recibieron la noticia con emoción, expectantes de lo prometido.

Con un Federick neutral.

Un Lok melancólico.

Y cuatro encargados emocionados.

El día transcurrió sin problemas. Realizando diferentes juegos y actividades recreativas que tomó una tarde entera.

El juego de la bolsa, donde diferentes niños corrieron y se tropezaron, riendo con una sonrisa infantil.

Disfrutar de la lectura, siendo el vocero: Federick. Empleando sus mayores esfuerzos en concentrarse, entre risas y extraños silencios ocasionales.

Un extraño juego con balón, totalmente novedoso incluso para los adultos.

Así, el día iba finalizando. Todos reunidos se encontraban descansando mientras observaba el pronto atardecer.

"Federick, dime, ¿acaso el mundo es feliz?". De repente preguntó un niño, con grandes orejas y poco pelo, su cuerpo demostraba clara deficiencia nutricional.

Federick observó con atención al niño.

De hecho, con anterioridad, había permitido que lo llamen por su nombre en momentos de intimidad; pero está pregunta lo sentaba mal.

"Buscas una respuesta bastante compleja. Irónicamente, otros incluso podrían tildarte de pecador por arrogancia. Vengan, acompañenme". Comentó Federick con una leve risa, invitando a que lo persigan todos los niños.

"Un mundo feliz... Depende de las diferentes perspectivas que difieren en cada único humano. Por un punto, podrías considerar un mundo feliz al sol proporcionarnos su carga solar, en complemento del aire proporcionado por la naturaleza". Decía Federick con una sonrisa familiarizada, su figura era madura. Mientras señalaba sus ejemplos, los cuales observaban con curiosidad o aburrimiento los niños.

"Je, aunque pude haber dicho que es compleja, allí finaliza mí respuesta. Soís únicos, y ello depende únicamente de ustedes". Dijo Federick mientras restregaba sus dos dedos en los ojos del niño que preguntó, en forma vertical, arrugando su rostro no caracterizado por ser infantil.

Su recorrido había terminado junto a sus palabras, finalizando al frente de una laguna cristaliza. En la misma se reflejaban las diferentes figuras de los niños junto a Federick.

Sus palabras calaron profundamente en sus rostros necesitados, los cuales se suavizaron en gran medida. Otorgando una imagen reconfortante para la posteridad, que se reflejaba serenamente en la laguna.

Una imagen que acompañó a Federick, pero no a su visión. La cual difería en un amplio margen a las de los otros.

En sus ojos se reflejaban la imagen sonriente, penosa y dependiente de los niños, pero su rostro era indiferente, frívolo y neutral.

Una imagen contraria a su sonriente y amoroso 'yo'.

Todo en un atardecer, reflejado en una laguna.