Íleo entrelazó sus dedos con los de ella y los llevó a sus labios. Dejó sus manos allí, dándole besos ligeros como plumas en el dorso de su palma. —Duerme Ana. Guarhal está inquieto y también lo está Kaizan.
Anastasia adoraba la dulce sensación de sus besos. Abrió su mano libre sobre su pecho y la llevó donde estaba su pezón. Formó una estrella allí y susurró —Me gustaría ver eso algún día. La cosa es que estaba hablando del tatuaje en su pecho.
Pero el pobre Íleo—él no sabía lo que ella estaba pensando. Así que sus pensamientos se desviaron y la erección que ya palpitaba como el infierno, ahora dolía como el infierno. ¿Ella quería verlo con el pecho descubierto?
—Duerme, gatita —susurró de vuelta. Tomó su cabello en su rostro y los olió. Nunca en su vida había sido afectado tanto.
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