—Todo eso quedó atrás, Ana —dijo él, como si le rogara que no pensara en ello.
Anastasia dejó su plato a un lado y bebió más agua. Íleo recogió los utensilios y los apiló en una bolsa. Cuando regresó, ella ya estaba acostada y mirando la vela parpadear. Instintivamente se acostó detrás de ella y enroscó sus manos alrededor de su cintura.
Se sentía segura en sus brazos y se acurrucó en el brazo que estaba debajo de su cara. —Lo siento —dijo pensando en cuánto él y su grupo estaban haciendo por ella. Era indescriptible. Además, él cuidaba de ella cada vez que las pesadillas la sacudían. Se avergonzaba de depender tanto de él, tanto emocional como físicamente.
—¿Por qué, princesa? —preguntó él, haciendo círculos perezosos en su vientre.
—Por depender tanto de ti. No lo olvidaré
—No te dejaré olvidarlo —sonrió él en su cabello.
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