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Baila luna

El escenario se iluminó con la tenue luz de las estrellas, y el príncipe Clei emergió como un sueño etéreo. Su vestuario blanco se fundía con su piel, y su presencia irradiaba una mezcla de gracia y melancolía. La música, suave como el susurro del viento, comenzó a llenar el espacio.

Clei danzó, sus movimientos fluidos y llenos de significado. Cada paso, cada giro, era un recordatorio de la guerra pasada, de los corazones rotos y las almas desgarradas. Los bailarines a su alrededor representaban los diferentes reinos, sus trajes vibrantes en contraste con la pureza de Clei.

Los espectadores contuvieron la respiración mientras Clei extendía sus alas invisibles. Cada pliegue de su vestimenta parecía llevar la esperanza de un futuro mejor. Los ojos de Nat, ahora en la multitud, brillaban con una mezcla de admiración y tristeza.

La música creció, y Clei alzó los brazos hacia el cielo estrellado. Sus pies apenas tocaban el suelo, como si estuviera flotando entre mundos. Los corazones de los presentes latían al unísono, sintiendo la promesa de paz y reconciliación.

Cuando la última nota resonó, Clei se inclinó ante la audiencia. No solo era el príncipe, sino también el símbolo de la esperanza que unía a los pueblos. Las lágrimas brillaron en los ojos de algunos, mientras otros aplaudían con fervor.

La luna observaba desde lo alto, como si aprobara la danza de Clei. Y en ese momento, el príncipe comprendió que su papel iba más allá de liderar un reino. Era el puente entre el pasado y el futuro, la luz que guiaba a todos hacia un destino compartido.

Así, bajo el manto estrellado, Clei dejó que su corazón se elevara con la música y la esperanza. El festival de las estrellas no solo celebraba la belleza celestial, sino también la resiliencia de aquellos que habían luchado y amado en tiempos turbulentos.