La malvada sonrisa de Aldric le heló la sangre. Siempre supo que el príncipe oscuro tenía gustos inusuales, pero hacerlo frente a todos, debía haber perdido la razón.
Levantó la mano para empujarlo, él atrapó su muñeca y lentamente las aprisionó sobre su cabeza, mostrando su superior fuerza de manera arrogante.
—¡Suéltame! —siseó Islinda, luchando ferozmente contra él.
Lamentablemente, a Aldric parece divertirle sus esfuerzos, sus labios se curvaban diabólicamente.
—¿Por qué? ¿No querías que nos divirtiéramos? —preguntó él, con una arrogante diversión en sus ojos.
En lugar de aburrirlo hasta la muerte, de hecho, ella lo había excitado. Islinda se dio cuenta de que su acción era deliberada. Ella lo desafió y él aceptó el reto. A Aldric le encantaba el drama y ella le brindó uno.
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