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Capítulo 15 - Caemlyn

No llegaron a Carysford hasta el anochecer. Mat parecía cada vez estaba más cerca de perder las esperanzas.

Mat: ¿Crees que lo lograremos? Sé que Tar Valon aún está bastante lejos, pero Caemlyn. ¿Crees que llegaremos a Caemlyn? – le preguntó a Rand con cansancio.

Rand: Maese Kinch ha dicho que estaba a dos jornadas. Así que pronto estaremos allí, estoy seguro de ello.

Mat: Eso es si no hay Amigo Siniestros que acechen en el camino, o un Myrddraal o dos. – tras una pausa agregó – Creo que somos los únicos que quedamos con vida, Rand. Sea lo que sea lo que nos persigue, sólo quedamos dos ahora. Sólo nosotros dos.

Rand: Te equivocas. No sé cuándo nos encontremos de nuevo, pero estoy seguro que lo haremos. Ahora duerme Mat. – estaba agotado, pero no quería que Mat continuara deprimiéndose.

Mat no dijo nada más y solo se aferró a que las palabras de Rand resultaran correctas.

Al día siguiente continuaron avanzando, mientras más se acercaban a Caemlyn mas personas podían ver en los caminos también dirigiéndose a Caemlyn. La mayoría eran jóvenes como ellos que iban a ver al falso Dragón. Días después llegaron a un pueblo y Mat no estaba dispuesto a continuar caminando, estaba completamente agotado. Rand no se encontraba mucho mejor, hacía días que no comían.

Cuando llegaron al pueblo ya comenzaba a oscurecer, pero las calles eran iluminadas por las luces de las casas. Fue mientras atravesaban el pueblo que Rand vio a dos individuos cuya presencia le inquietaban. Uno de los individuos parecía estar envuelto por las sombras mientras el otro no parecía a gusto con lo que le estaba diciendo el primero.

Cuando los individuos se separaron y el más perturbador se alejó, Rand se acercó a Mat y le hizo una señal de que hablara bajo.

Mat: ¿Qué sucede? – le preguntó casi susurrando.

Rand: He visto un Myrddraal. – al ver la cara de Mat y que este parecía estar al punto de alzar la boca le indicó que hiciera silencio – Creo que se ha marchado, pero debemos ser cautelosos.

Luego ambos se detuvieron a escuchar la conversación que tenían un hombre que estaba cerca atendiendo un carruaje y el hombre que se había quedado.

???: Vaya unos amigos más extraños que tienes, Raimun Holdwin – su voz era la de un anciano, pero impregnada de firmeza – Unos amigos extraños para que los frecuente un posadero a oscuras.

Holdwin: ¿Y qué insinúas con eso, Almen Bunt? – el hombre lucía asustado de momento, pero logró recuperar la compostura.

Bunt: Simplemente lo que he dicho. Un amigo extraño. No es de por aquí ese, ¿verdad? Ha venido mucha gente rara las últimas semanas. Una terrible cantidad de gente rara.

Holdwin: Mira quién fue a hablar. – le dijo mientras dirigía una mirada al hombre del carro – Conozco a muchas personas, incluso a ciudadanos de Caemlyn. No como tú, que te pasas la vida encerrado en esa granja tuya. – se detuvo y luego prosiguió, como si se creyera en la obligación de dar una explicación – Es de Cuatro Reyes y va buscando a un par de rateros. Unos jóvenes que le robaron una espada con la marca de la garza.

Rand no estaba asustado, desde hacía días que había cubierto el mango de la espada, sabía que esta podía delatarlo en cualquier momento.

Bunt: ¡Una espada con la marca de la garza! – exclamó con sorpresa – No me extraña que quiera recuperarla.

Holdwin: Ven a decírmelo si te topas con ellos. Mi… mi amigo se ocupará de ellos. Cien coronas, pero los quiere a los dos.

Bunt: Un centenar de coronas para los dos. – murmuró pensativo – ¿Y cuánto da por esa espada que desea recuperar a toda costa?

De pronto Holdwin cayó en la cuenta de que el otro hombre estaba mofándose de él.

Holdwin: No sé por qué te estoy explicando esto. – espetó – Veo que aún estas empecinado en llevar a cabo ese descabellado plan.

Bunt: No tan descabellado. Quizá no haya otro falso Dragón que ver antes de que me muera y soy demasiado viejo para tragar el polvo levantado por un mercader durante todo el camino a Caemlyn. Tendré todo el camino para mí y mañana a primera hora estaré en Caemlyn.

Después de intercambiar unas palabras más ambos hombres se separaron. Rand al ver que el posadero, Holdwin, había entrado de nuevo a la posada salió de donde estaban y se dirigió al señor en la carreta.

Mat: Rand estás loco, nos reconocerá si nos acercamos a él.

Rand: Es mejor que arriesgarse a estar aquí con un Myrddraal por los alrededores. Además, si tenemos suerte no tendremos que caminar el resto del trayecto.

Rand: No he podido evitar oír que os dirigís a Caemlyn. – le dijo a Bunt quien se dio un buen susto al estar desprevenido.

Bunt: De modo que vosotros dos vais a Caemlyn. A ver al Dragón, ¿eh? – le respondió ya un poco más calmado y dejando reposar el bastón que había tomado en sus manos.

Rand: El falso Dragón. – le corrigió.

Bunt: Desde luego. – miró la posada por el rabillo del ojo y luego negó con la cabeza – Bien, si queréis venir, subid deprisa. Ya he perdido bastante tiempo.

Durante el camino Bunt conversó con ellos y les hablaba sobre cómo era Caemlyn, lo excelente reina que era la reina Morgase. También mencionó a Elaida, la Aes Sedai que actuaba como concejera de la reina. Al ese nombre Rand recordó que esta era una de las mujeres de la que debía hacerse cargo en algún momento. ¿Cómo? Aún estaba por verse.

Con el paso del tiempo Rand cayó dormido y fue afortunado de no recibir ninguna visita de Ba'alzemon, permitiéndole descansar. Durante esa noche Rand recibió una gran cantidad de conocimientos de lo que debía haber sido su vida pasada.

A la mañana siguiente cuando despertó ya estaban a las afueras de la ciudad. Rand tenía que admitir que era muy superior a Baerlon o Puente Blanco.

Bunt: ¿Qué os había dicho? – debía elevar la voz hasta casi gritar para que pudieran oírlo debido a lo ruidosa que era la ciudad llena de personas en las calles – La ciudad más grandiosa del mundo. Construida por los Ogier, ya sabéis. Al menos el casco viejo y el palacio. – mencionaba con orgullo.

Mat: ¿Cómo vamos a escondernos aquí dentro? – preguntó a Rand acercándose bien a él para que nadie fuera a escucharlo.

Rand: Esa no es la pregunta que debes hacerte. ¿Cómo nos encontraran aquí en una ciudad tan grande? Creo que por ahora estamos a salvo. Al menos de Myrddraals y trollocs. Thom nos dijo que nos dirigiéramos a Bendición de la Reina, hagamos eso cuando entremos a la ciudad, no perdamos el tiempo.

Todavía no habían entrado a la ciudad cuando Bunt preguntó algo que asustó a Mat.

Bunt: Lo que escondes debajo de la capa, ¿es realmente lo que Holdwin dice?

Mat: ¿A qué te refieres? – con cautela había llevado la mano bajo su capa y la había puesto sobre la daga.

Bunt iba a contestarle, pero Rand se le adelantó.

Rand: Es cierto lo que llevo, pero es mi pertenencia. Mi padre me la entregó antes de partir de casa. Ese amigo de Holdwin solo estaba furioso porque me negué a entregarla.

Viendo que Bunt no decía nada y que Mat lo miraba con los ojos abiertos hasta más no poder Rand le explicó.

Rand: Creo que maese Bunt se dio cuenta hace ya bastante, es inútil negarlo. Además, antes no me encontraba bien por lo que quería evitar todo tipo de problemas, pero ahora ya me he recuperado y mi padre me entregó la espada porque soy merecedor de ella así que no hay de qué preocuparse.

Bunt: Holdwin no me cae simpático y tampoco me gustó nada aquel amigo suyo, nada de nada. Da la impresión de que está más interesado en vosotros dos que en… otra cosa. Tal vez es porque se sintió ofendido pero que sabré yo. Aun así, les recomiendo que continúen tratando de evitar los problemas, es mejor así.

Cuando se hubieron desmontado de la carreta Bunt le hizo señas a Rand para que se acercara y cuando este estuvo cerca le dio lo que pensó sería un buen consejo.

Bunt: Yo que tu escondería eso... – el viejo campesino se detuvo para mirar cauteloso su entorno – Deja de llevarla, ocúltala, véndela o regálala. Eso es lo que haría yo. Una cosa así llamará por fuerza la atención y podría traerte problemas.

Se despidieron de Bunt y continuaron por su cuenta. Rand tomó la bufanda que le habían regalado y la envolvió en la espada tapando con esta la marca de la garza en la empuñadura y la funda.

Poco a poco, pidiendo indicaciones a las personas dieron con La Bendición de la Reina. Rand ya había escuchado el nombre del dueño de la posada y cuando entró comenzó a acercarse a él. El posadero era un hombre obeso de rostro sonrosado que vestía un delantal blanco y llevaba los canosos cabellos peinados hacia atrás, tratando de cubrir una calvicie con escaso éxito.

Rand: Maese Gill un amigo suyo nos recomendó que cuando llegáramos a la ciudad nos dirigiéramos a su posada. Su nombre es Thom Merrilin. – se aseguró de decir el nombre de Thom lo suficientemente bajo para que solo lo escuchara maese Gill.

La sonrisa se esfumó de los labios del posadero. Rand miró a Mat, pero éste se encontraba demasiado ocupado husmeando los aromas procedentes de la cocina para percibir algo más. El posadero los miró en silencio por unos segundos antes de indicarles que lo siguieran.

Gill: Síganme. – señaló a la parte trasera con la cabeza, Rand le hizo una seña a Mat y ambos lo siguieron.

Después el posadero los condujo al establo, donde miró en torno a sí para cerciorarse de que no había nadie antes de plantarse ante ellos.

Gill: ¿Qué hay en esa caja muchacho?

Rand: La flauta de Thom. – entonces le mostró.

Gill: Sí, la reconozco. Lo vi tocarla a menudo y no es probable que haya dos como ésta fuera de la corte real. – sus ojos eran ahora tan acerados como cuchillos – ¿Cómo llegó a vuestras manos? Thom se desprendería antes de un brazo que de esa flauta.

Rand en nuestro viaje hacia aquí, un hombre nos atacó. Thom me dio sus cosas y no dijo que huyéramos. Nos habría dado muerte de no ser por él. Fue él quien nos dijo que debíamos venir aquí.

Mat: Está muerto. – en los últimos días se había vuelto cada vez más pesimista. Rand pensaría lo mismo si no fuera porque sabía que Thom estaba con vida o así debía ser, eso esperaba.

Gill: Creeré que ha muerto – anunció lentamente el posadero – cuando vea su cadáver. Es un hombre duro de pelar ese viejo Thom Merrilin. Tenéis problemas con las Aes Sedai, me temo.

Mat: ¿Qué le hace suponerlo? – no podía evitar la desconfianza.

Gill: Porque lo conozco bien – respondió con una risa seca – Se precipitaría a inmiscuirse en este tipo de cuestiones, especialmente para ayudar a un par de muchachos de vuestra edad. – sus ojos adoptaron un aire cauteloso.

Gill: Bien... eh... No estoy acusándoos de nada, tenedlo en cuenta, pero... eh... Supongo que ninguno de vosotros dos puede... eh..., lo que quiero decir es ... ¿cuál es exactamente el tipo de problema que tenéis relacionado con Tar Valon, si no les molesta que haga la pregunta?

Rand que había entendido que se estaba refiriendo al poder único le contestó de inmediato.

Rand: No es lo que está pensando. Incluso con nosotros viajaba una Aes Sedai. Moraine, ese es su nombre.

Gill: Me alegra oírlo. No es que tenga especial simpatía por las Aes Sedai, pero son mejores ellas que... lo otro. Vosotros parecéis honrados y estoy dispuesto a creer que erais, que sois amigos de Thom, pero corren malos tiempos. Supongo que no tenéis dinero. No, ya me parecía. Los alimentos escasean y lo que venden cuesta un ojo de la cara, por lo cual os daré una cama a cada uno, no las mejores, pero secas y cálidas, y algo de comer, y no puedo prometeros más, a pesar de que me gustaría hacerlo.

Rand: Gracias. Es mucho más de lo que esperábamos.

Gill: Thom es un buen amigo.

Maese Gill continuó hablando por un rato con los chicos y les contó un poco sobre Thom. Mat estaba sorprendido al escuchar que Thom fue un bardo de la corte de Caemlyn y gozó de gran renombre en todas las cortes reales de Tear a Maradon. Que mantuvo una relación con la reina y que aún había una orden de captura a su nombre en la ciudad.

Maese Gill los llevó a una mesa e hizo que le sirvieran algo de comida. Los chicos estaban felices de comer algo tan delicioso como lo que le habían servido después de tanto tiempo. Cuando hubieron terminado maese Gill se dirigió de nuevo a ellos.

Gill: Y ahora, ¿por qué no me contáis en qué consisten vuestros problemas? Si voy a ayudaros, será mejor que sepa en dónde me estoy metiendo.

Rand: Ni siquiera sé por dónde comenzar. Como le explico. Moraine la Aes Sedai que nos acompañaba llegó a nuestro pueblo que había sido atacado. Nos dijo que muchos de los atacantes eran Amigos Siniestros y que era mejor que nos marcháramos. También había encontrado entre las chicas del pueblo a dos que podían unirse a la Torre Blanca.

Hizo una pausa para tomar algo de agua y ver si maese Gill lo seguía.

Rand: Nuestro destino era Tar Valon, pero fuimos atacados en el camino y terminamos separándonos. Solo Thom, Mat y yo nos reencontramos y decidimos entonces dirigirnos a Caemlyn y esperar por el resto aquí en la ciudad con la esperanza de que nos alcanzarían. Todo marchaba bien hasta que fuimos atacados nuevamente y entonces pasó lo que ya sabe con Thom.

Gill: Bueno ningún maldito Amigo Siniestro me hará darles la espalda a los amigos de Thom. Si esa aliada vuestra del norte viene a Caemlyn... bueno ya veremos. Hay gente que vigila las idas y venidas de ese tipo de personas y luego hacen correr la voz.

Cuando terminaron de comer una doncella, que estaba sacando brillo a los candelabros cuando habían entrado, les mostró la habitación del ático por orden de maese Gill. La muchacha, de ojos oscuros, tenía tendencia a retorcerse la falda y emitir risitas siempre que posaba los ojos en Rand. Era bonita y Rand no dudó en devolverle la sonrisa.