Las risas de los comensales reinaban en el espacio. Papá y la madre de Kenny, se veían bien juntos. Comí del plato envidiandolos. Porque ellos podían enamorarse, y yo no he querido volver a amar a alguien. La vida no gira en torno a solo una persona, pero hay ciertos detalles que nos recuerdan a ellos. Por ejemplo, la lluvia me recuerda a Leo, no sé precisar si lo amaba, pero formó una de las etapas más importantes de vida, y me hizo feliz, me hizo sentir libre. Mi primer novio fue un omega llamado Julen, nadie vió bien esa relación, pero en serio quise a ese chico y fue uno de los pocos que me alivió y comprendió. Si no fuera por mis hermanos continuaría con él hoy en día. Después, salí con Fred, quien me volvió a mostrar el camino que se me había nublado. Por lo que lo aprecio mucho.
—Si me disculpan— Me levanté de la mesa, dirigiéndome a los columpios.
—¿Te gustan los columpios?— Me siguió Kenny.
—¿Te gusta seguirme?— Reímos.
—Creo que ya se hizo costumbre—
—Puedes irte, no tengo nada entretenido que contar— Dije balanceándome.
—No lo creo. ¿Qué tal, pregunta por pregunta?—
—Está bien, no tengo nada mejor que hacer...— Me di impulso. —¿Por qué decidiste venir con tu madre, en vez de quedarte con tu padre?— Pensando que es el principal heredero de las empresas Sanz, no lo comprendo.
—Quería huir, de lo que significaba mi verdadero nombre. Pero, no importa a dónde vaya, no dejo de ser un Sanz. Incluso ahora, no soy un Rosset— Respondió. —¿Por qué odias a los alphas?—
—Todo estuvo involucrado alrededor de los alphas. Mi familia son todos alphas, y juegan conmigo porque soy un omega. Es simple discrepancia.—
—No parece ser solo por las diferencias y discriminación. Pasa en todos lados. ¿Por qué no me cuentas la verdad?—
—Bien, no fui honesto al 100% Pero, no me apetece recordar los malos momentos. Y creo que tú también me escondes algo. ¿Por qué hacemos preguntas si no somos sinceros?— Cuestioné.
—Está bien... Mi madre era la única que podía cumplir mi propósito. Convertirme en un Rosset me ayudaría. No hablo económicamente, en verdad no es algo que me interese. Solo quería tener una vida perfecta y continuar con mi sueño, pero alguien me robó esa esperanza. Así que solo quería livianar esas cargas. Esa es la verdad, quiero intentar cumplir aquí mis propósitos—.
—Entiendo... Mi odio a los alphas, empezó por mis hermanos. Uno de ellos decidió violarme cuando tenía 13 años... No es algo que pueda olvidar, y menos si tu primera vez es algo tan terrible... De algún modo pude superarlo, pero no fue el único terrible acontemiento. Dejé de intentar alcanzar mi sueño por culpa de los alphas... Eso en resumen, ellos me jodieron la vida.— Salté del columpio. —No tengo más preguntas— Avancé por el jardín.
Mi celular recibió un mensaje, era Fred quien pedía hablar. Seguramente quiera solucionar las cosas o tal vez terminarlas. Una gota cayó sobre la pantalla. Miré el cielo, que extrañamente empezó a nublarse. Y marqué el teléfono de Fred.
—Llamaste rápido.—
—¿Podemos vernos?— Pregunté.
—¿Dónde estás?—.
—Te envío la dirección— Finalicé la llamada.
Salí del lugar, esperando en la entrada, a orillas de la calle. Comenzó a llover suavemente. Desconociendo el significado de la lluvia, simplemente aguardé por 30 minutos.
El auto negro paró enfrente y Fred, bajó rápidamente con un paraguas en mano. —¿¡Qué estás haciendo!?— Me levantó. —¿Quieres resfriarte o algo peor?— Me protegió de la lluvia. —Sube, iremos a mi departamento— Me sorprendió su propuesta, ya que siempre nos veíamos en lugares públicos.
—¿A tu departamento...?—
—Ponte el cinturón— Esquivó mi pregunta.
—Nunca me dejas entrar a tu departamento...— Él pareció buscar las palabras.
—Perdón, por haberte esquivado todo este tiempo. ¿Recuerdas cuando nos conocimos?— Dijo, recordándome el tiempo en que tipo que veía, lo golpeaba. —La primera vez que te hablé, me pregunté porque un chico tan lindo e inteligente, le gustaba pelear... Entonces, decidí tenderte una mano. Me diste curiosidad. Ibas al club de lucha de mi familia, así que te observé un tiempo. Y así, me enamoré de tí. Cuando bromeaste sobre ser novios, yo me lo tomé en serio, y así comenzamos a salir... Pero, a pesar de que yo fui quien me lo tomó en serio al principio. No he podido avanzar bien contigo. ¡Yo también quiero pasar al siguiente nivel!— Confesó. —¿Me darías otra oportunidad?— Nunca digo sí, a un compromiso. Sin embargo... Conocía a Fred. Es una persona estable, formó parte de mi pasión y me apoyó con mi sueño. Además, es un beta, no podría hacerme daño. Confiaba en él, a pesar de que pelear era lo mejor que hacíamos entre nosotros.
—Eres un tonto...— Estaba apunto de llorar. —No vuelvas a alejarme—
—No lo haré, lo prometo— Encendió el auto.
Su departamento era demasiado grande, para una persona sola. —¿En serio vives solo?—
—Desde hace 5 años.— Dijo. —El baño está aquí— Señaló. —Te traeré algo de ropa— Entré a su baño a darme una ducha.
Fred, solía ser un gran admirador mió. Le impresionaba mi manera de pelear, nunca me discriminó, y nos hicimos amigos rápidamente. Su apariencia me gustaba mucho, por lo que se lo repetía constantemente. Y hasta ahora ha sido uno de los pocos con los que he podido contar. Pensar en ello me daba razones para no dejarle, y querer luchar un poco por lo que tenemos.
—Fred, tu ropa me queda un poco grande— Salí con su polera puesta. Los pantalones cortos, me quedaban anchos.
—Lo siento, tal vez debí comprarte algo...— Se sonrojó.
—No, está bien. Me recuerda cuando me prestabas tu poleron.— Sonreí. —Ahora que lo pienso siempre me trataste como tu noviecita—
—¿¡Q-qué!? ¡N-no lo hacía!— Me dió un empujón.
Nos miramos por unos segundos nerviosos. —Elián... ¿Podría besarte?— No podía creer que me pedía permiso. En esta situación, los límites dejan de existir. Me lancé primero, para demostrarle que la barreras desaparecieron. Fred se vió muy sorprendido con mi gesto. Sus ojos claros mostraban la poca y clara decencia que ponía conmigo.
Una de las condiciones que imponía era no hacer contacto físico, sin embargo en mi mente, aquella regla jamás estuvo. Si quieres a alguien, tan solo toma su mano sin rodeos, expresa tus intenciones.
—¿Qué pasa? ¿Te mordí la lengua?— Sonreí juguetón, al ver su impresión.
—Siempre muerdes mi lengua— Esta vez, él tomó la iniciativa. Hace tiempo que ansiaba esto. Y más que nadie, me gustaba sentirme amado. Sus manos temblorosas, se cohibian de cualquier acto lascivo. Incluso, su beso parecía respetuoso.
—Fred, ya es en serio... Solo sigue tus instintos— Estremecí con mi voz. Y como si hubiera entendido. Su manos se pasearon por mi columna, sus labios fueron desde mi mejilla, hasta mi cuello, donde el molesto collar, detuvo su codicia. —Espera— Toqué los patrones del collar, sacándolo. —Que bueno que no seas un alpha—.
—¿A pesar de que jamás podrás ser completamente mío?— Encurvó las cejas. —No puedo sentir tu escencia tan bien como quisiera, y yo no emito ninguna. ¿Estás bien con eso?—
—¿Crees que me hubiera quitado el collar, si no?— Lo tiré al suelo. —Si tanto quieres marcarme, hazme el amor— Dije suave. Él coloreó sus mejillas blancas de rojo. Y me levantó desde los muslos.
—Entonces, que sea en mi cama— Sonreí ampliamente ante su respuesta.
—No pensé que me harías caso— Me llevó a su habitación. Me besó sobre las sábanas. Me levantó la polera y Fred se sacó la suya. —Esto es mejor que cuando te sacabas la camiseta en el gimnasio.— Coqueteé. —Soy versátil, pero prefiero que me la metan—
—Creo que yo no podría soportar que me la metan— Dijo, acariciando mi torso. Toqueteó mis pezones, estremeciendome. Estimuló mi entrada sobre mi ropa interior.
—No tienes porque meter tus dedos— Toqué su miembro con mi pie. —Me lubrico al instante, así que puedes follarme—
—No hables así— Se sacó los pantalones.
—¿Te avergüenza?—
—Solo un poco... Nunca creí que podríamos llegar a hacer estas cosas—
—Si tan deseoso, no te detengas— Su entre pierna se deslizó dentro. —Ah...— Empuñé el cubre cama. Se movía gentilmente. —Mhm... Está bien Fred, muévete como te apetezca, no te contengas conmigo— Aumentó su rapidez, pero su respeto seguía presente. —Ah...— Cambié de posición, para que me la metiera como se me diera la gana. Desde arriba entraba más profundo. Él se asombró, pero tomó de mi caderas para penetrarme más adentro —Ah... Sí... Ve más fuerte— Mordiendo su labio. Me cambió de lugar, dejando una de mis piernas sobre su hombro. —Fred...— Continué mirándolo todo el rato. Reflejandome en sus ojos celestiales. Tratándome como una delicada flor. Tocándome similar a alguien teniendo su primera vez. Jadeando, besándome, tomando distancia, y volviendo a acariciarme. Vacilandome. Me pregunté si no se estaría arrepintiendo. —Fred, mírame— Tomé sus mejillas. —¿Cómo se siente?—
—Tu interior es excesivo...— Admitió.
—¿No te gusta?—
—Sí, me gusta— Dijo.
—Entonces, no pares— Susurré. Seguramente, nos estemos preguntando quién de los dos retrocederá primero. Nuestra relación ha sido así desde hace tiempo. Eludiendo la verdad, por una exasperada cobardía. No podía confiar que alguna muestra de afecto duraría. Pero, quería conservar algún importante momento con él. Y que me recordase, porque yo lo haría por el resto de mi vida. Jamás olvido las personas que me han gustado. —Fred...—Suspiré. Tiernamente lo abracé. —Ojalá nunca terminara— Si instantes como estos perduraran no sería tan infeliz. Además, de ser el sexo lo poco que reconocía, ya que en mi inconsciente lo quería así. Siempre me cuestioné si fue tan terrible las cosas que me hicieron esos alphas. ¿Una persona pura y normal, sería capaz de preguntárselo? No, alguien normal se hubiese suicidado. Sin embargo, yo nunca pensé en hacer algo así sin el consentimiento del otro. Me daba rabia, pero lo aceptaba al final. —Fred, ah...—
—Voy a venirme... No me puse un condón—
—Me tomé mi anticonceptivo— Aseguré. —Vente adentro. Ya que eres un beta no quedaré embarazado por más que te vengas— Me tomó por la cintura y empujó fuertemente dentro.
—Ah... Sí... Así me gusta— Aumentó la velocidad. —Mhmm...— Mordí mi labio antes que se viniera. —Ah...— Se recostó. —¿Ya vas a dormir?—
—Hablas mucho— Me tiró a un lado. —Tengo que trabajar mañana, así que duérmete—
—¿Por qué me llamaste si ibas a estar ocupado?— Él se dió la vuelta.
—Solo quería divertirme un rato—
—Sí, claro— Me acerqué. —Dime la verdad—
—... Te extrañé...—Se tapó su cara.
—¿Qué?—
—¿Que no oyes? Te estoy diciendo que no pude dejar de pensar en tí. ¡Ya deja de preguntar y duérmete!— Me cubrió con la sábana.
—Jsjsjs, Fred, tienes un lado muy lindo. ¿Sabías?— Lo abracé.
—¡N-no me toques!—
—Somos novios, no digas eso— Él se calló. —Duerme bien— Cerró los ojos.
—Sí, tú también—
...
...
Un golpe me despertó. —Hey, despierta— Fred me lanzó la almohada.
—... Que manera de despertar a tu novio—
—Me iré a trabajar. Te dejé el desayuno sobre la mesa. Si te apetece hablarme, mándame un mensaje— Tomó su bolso. —Nos vemos— Cerró la puerta. Vi que tenía 106 llamadas perdidas. Malditos locos. Devolví una llamada a Kenny.
—¿Dónde estás?— Contestó de inmediato.
—Eso no importa. ¿Por qué tanto jaleo?—
—¡Te fuiste de la nada! ¡Me costó cubrirte!—
—¿Oh, hiciste eso por mí? Eres muy amable— Conversé juguetón.
—Vuelve a casa, por favor.—
—Bueno, ya que me lo pides por favor... — Me duché, y busqué en el ropero de Fred, alguna ropa de talla pequeña. Metí el traje en una bolsa y regresé.
—Ya estoy en casa— Enseguida abrí, Kenny me recibió.
—No vuelvas a hacer eso. Tú sabes que eres el centro de la atención—
—Voy a terminar por mudarme muy lejos, si continúa así— Dije.
—¡No, por favor!— Se alteró.
—¿A que vinieron esas palabras?—
—Lo siento, supongo que si tú quieres, está bien—
—No podría. Me encerrarían de todos modos— Comenté.
—Elián, tu collar...— Se espantó.
—¡Ups! Casi lo olvido. Iré a ponerme uno—
—¿Qué casi lo olvidas? ¡Andabas en la calle sin collar! ¿En qué pensabas?— Vocifereó.
—Solo quise divertirme un poco, porque no sé cuanto tiempo dure esta libertad— Concluí.
—Espera, Elián... ¿Quieres almorzar?— Nunca rechazo una oportunidad para comer. Mientras él cocinaba, yo tarareaba alguna canción. —Te fuiste con alguien anoche—.
—Cierto, me quedé a pasar la noche con Fred. ¿Se nota mucho?—
—Tu escencia cambió levemente. Pero, es tan ligero, que no se nota.— Me dió la ensalada.
—Extrañamente estás tranquilo—
—Prometí no salirme de mis casillas por algo así... No tenemos ninguna relación.— Repitió mis palabras.
—Ahaja. Me agradas Kenny— Sonreí. —¿No puedo decir que somos amigos?— Él negó. —Entonces determinaré lo nuestro, como una extraña confianza. ¿Confidentes, tal vez?— Miré de reojo.
—Suena bien, si uno cae, el otro también—
—Sabes que si aceptas, te voy a utilizar para poder escapar de mi apellido. ¿Verdad?— Me di la vuelta en el asiento, para quedar frente a frente.
—Lo sé, es el precio— Lo firmamos con esas palabras.