Malachi se sentó en el columpio mientras éste se balanceaba suavemente y Ravina se tumbó sobre su regazo, con su cuerpo acurrucado en el columpio. Él acariciaba su pelo mientras disfrutaban del silencioso sol matutino y la brisa.
Después de un tiempo, ella se removió.
—Malachi.
—Sí.
—Todavía necesito preguntar… advertirte. No soy la wi … pareja de cría ideal.
Parecía que todavía estaba atrapada en eso.
Se dio la vuelta en su espalda para mirarlo.
—No sé si puedo… si…
—¿Qué crees que espero de ti? —preguntó él.
Ella parpadeó.
—¿Qué… esperas? —preguntó nerviosa.
—No hay nada que espere que hagas y que ya no hagas.
—¿Qué hago yo entonces? —se preguntó ella, con un ceño fruncido.
Mujer despistada, pero no le sorprendió.
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