Las palabras de Nalear resonaron en su cabeza, pero ahora sonaban más sarcásticas que triunfales.
—Vaya por dios que los cielos están de mi lado. ¿Qué está pasando aquí?
Todo el mundo parecía haberse puesto patas arriba en menos de un minuto.
Se suponía que el cadáver de Lith debía estar colgado en una pared, pero él estaba saltando con la espada bastarda apuntando a su cuello. Además, llevaba la armadura del pielcaminante, que hasta hace un momento estaba segura de que estaba a salvo dentro de su amuleto dimensional.
Nalear no tenía forma de saber que Lith y Solus compartían una dimensión de bolsillo y que el amuleto dimensional que siempre llevaba encima era solo un señuelo. Después de que Lith perdiera la conciencia, Solus había guardado al Guardián, haciéndolo parecer como si fuera el último acto de Lith antes de desmayarse.
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