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Mundo Shinobi - PGM - 133

Un anciano miraba desde su trono, cubierto por unas cortinas semitransparentes, como Tobirama ordenaba a los vasallos de la nación del Fuego. Dicho anciano era el daimio, quien había heredado su posición de su padre y este de igual manera durante más de quinientos años. Sin embargo, su posición como daimio había sido relegada a una mera figura decorativa mientras el cruel shinobi, dictaminaba el destino de su nación.

Fuera del trono del daimio estaban sentados sus dos nietos en taburetes hechos de oro. Una hermosa joven de cabello oscuro y un muchacho de cabello castaño. El daimio miraba a cada uno con cierta pena y temor. En este momento ambos estaban a merced de Tobirama, quien estaba dos metros por delante de la familia real. Lo acompañaba tres jóvenes shinobis: Uno con una cicatriz en la barbilla en forma de cruz, mientras el otro tenía pequeños tatuajes bajo la comisura de sus ojos. Por último, y lo que más resaltaba, era un niño de unos diez años con el cabello tan blanco que parecía resplandecer.

El daimio suspiraba mirando la reunión y viendo como todos sus súbditos asentían a todo lo que decía el Hokage. La única esperanza del daimio era que Tobirama fuera a la guerra y lo mataran. Así, su nieto Yahiko, podría tomar el poder de vuelta y llegar a un consenso con un shinobi menos despiadado. Por ejemplo, Sasuke Sarutobi, quien era ampliamente conocido como un hombre razonable.

-Eso es todo- dijo Tobirama con voz firme y todos respondieron un fuerte "SÍ". Al instante siguiente todos los nobles se pusieron de pie, hicieron una reverencia y se retiraron. Tobirama los miraba a cada uno y analizaba la actitud que tuvieron durante la reunión. Algunos podían seguir en sus posiciones mientras otros debían ser removidos. Aquellos que irían al dominio del dios Yama, eran aquellos que, sin ningún sentido de la supervivencia ni previsión, se pusieron a comerciar con los países enemigos aprovechando "la oportunidad". Las personas que avanzan sin mirar adonde pisan, mueren mordidos por las serpientes.

-Danzo- dijo Tobirama sin apartar la mirada de los nobles -quiero un informe con los nombres de aquellos que deben ser "limpiados"-

-Sí- respondió Danzo con seriedad mientras Hiruzen del otro lado apretaba los puños con una expresión de preocupación. Él se preocupaba por los descendientes y las familias de aquellos que iban a ser "limpiados".

-Hiruzen- continuo Tobirama con voz firme

-Sí- respondió Hiruzen en un tono fuerte y nervioso

-Ve a Konoha y prepara los suministros y tropas. Una vez que todo esté preparado, tú y Danzo deben ir a la zona Noreste y establecer el campamento en los límites de la nación del Fuego y la nación de las Aguas Termales. Una vez que estén en ese lugar, recibirán su siguiente misión-

-Sí, de inmediato-

Hiruzen y Danzo se pusieron de pie. Ambos dieron un paso hacia adelante, giraron sobre su eje y miraron a Tobirama de frente para al final hacer una profunda reverencia. Tobirama solo hizo un leve gesto con la cabeza y ellos se dieron la vuelta y caminaron a la salida.

Tobirama se puso de pie y Kain, a unos tres metros de él, hizo lo mismo. Tobirama se dio la vuelta para mirar en primer lugar a los dos jóvenes descendientes del Daimio. Él ya conocía a ambos; Yahiko por sus habilidades de shinobi y pequeño temperamento. La otra era Kasumi, quien tenía fuertes habilidades de actuación y mucho roce social. Sin embargo, así de jóvenes e inmaduros no servían para liderar la nación del Fuego. Tobirama asintió y Kasumi al ver la expresión de indiferencia esos ojos fríos, tembló sintiendo un escalofrío recorriendo su espalda. Después Tobirama miró al trono de crisantemo, donde el daimio estaba sentado detrás de las cortinas que cubrían su figura. Solo era posible ver una silueta, como si él fuera un dios al cual los otros eran indignos de ver. Tobirama frunció el ceño pensando que ni siquiera su hermano, con toda su fuerza, se dio semejantes aires.

-Las posiciones de la nobleza y los shinobis están establecidas- dijo Tobirama -el país será resguardado como indica el pacto entre el país del Fuego y la aldea oculta de Konoha. Los fondos ya han sido entregados, la policía militar distribuida a lo largo de la capital y los shinobis que los protegerán asignados. Manténganse tranquilos y no den problemas-

Tobirama se dio la vuelta sin esperar respuesta y empezó a caminar a la salida. El daimio lo miró mientras arrugaba sus ropas con sus manos en un gesto de impotencia. Maldito sea el día que se le ocurrió aceptar algún trato con los shinobis. Siempre pensó que había tomado la decisión correcta al creer en Hashirama. Sin embargo, nunca esperó caer en un estado de tanta indefensión. Si luchara con los nobles habría un margen para jugar a la política. No obstante ¿Qué margen le quedaba para negociar contra un shinobi?

-Tobirama-sama- dijo Yahiko alzando la voz y levantándose de su asiento

Tobirama se detuvo y preguntó sin mirarlo -¿Qué sucede?-

-Yo, debería participar en la lucha y ganar prestigio-

-Eres el futuro daimio de la nación del Fuego- respondió Tobirama volteándose para mirarlo a la cara. Sus ojos eran fríos y su expresión indiferente -quédate tranquilo y juega a la política en la capital. Eso es lo que hacen ustedes los nobles ¿no?-

Yahiko nunca espero que Tobirama fuera tan indiferente, a pesar de que trabajo para él. Incluso Tobirama le había enseñado a luchar y lo había guiado en el dominio de algunos jutsus. Sin embargo, ahora eran dos desconocidos, además de que Tobirama lo miraba como al resto de los nobles. Una figura decorativa e inútil.

Tobirama al ver como Yahiko se quedaba callado, se dio la vuelta y siguió caminando mientras Kain lo seguía de cerca. Kain vio como Yahiko agacho la mirada y solo se quedó de pie, sin responder a las provocaciones. A lo mejor, si él hubiera tenido el ímpetu de responder, no importa lo que sea, Tobirama lo hubiera escuchado. Sin embargo, qué sentido tenía hablar con alguien que perdió antes de siquiera haber entablado una negociación.

Kain y Tobirama salieron del salón del trono y avanzaron por un largo pasillo con shinobis apostados a los lados. Todos eran anbus disfrazados de guardias del palacio. Ninguno hizo una reverencia al ver pasar a Tobirama, pero sus ojos estaban puestos en él como si él fuera lo más importante. Cada uno listo para saltar y acatar la orden que le diera Tobirama.

Kain ignoro a los anbus y pregunto -¿No crees que fuiste un poco duro?-

-Los diamantes se forman bajo presión- respondió Tobirama con indiferencia -si ni siquiera puede manejar este nivel de hostilidad. Entonces Yahiko no está capacitado para ser el siguiente daimio-

-Entiendo, pero, bueno…-

-El asunto con los nobles no es tu problema, Kain Uchiha- dijo Tobirama deteniéndose y mirándolo de soslayo -tú concéntrate en realizar tu papel-

-¿Cuál sería ese?- pregunto Kain deteniéndose y volteando su rostro para mirarlo. Las miradas se cruzaron y se sintió como si bajara la temperatura. Al mismo tiempo, Kain percibió movimientos a su alrededor y varias siluetas ocultas en el entretecho del pasillo.

-Ya lo sabes, no es necesario que te lo repita- dijo Tobirama en tono serio, Kain asintió y ambos continuaron avanzando por el pasillo.

-El otro día vi a un muchacho de cejas gruesas, las más gruesas que he visto en mi vida- dijo Kain de forma casual

-¿Qué sucede con eso?- pregunto Tobirama

-Él era como Shishio Nara, no tenía chakra dentro de su cuerpo. Perdón, no, él tenía el mínimo de chakra que puede tener un shinobi dentro de su cuerpo. Él estaba entrenando en el claro de un bosque y dándole patadas a un grueso tronco. Hasta ahí me pareció un poco extraño, pero normal. Sin embargo, el muchacho sonrió con astucia y de repente se le marcaron varias venas en su cara. Me preocupé, pero decidí continuar en silencio y mirarlo. El hecho es que, pasado una hora, el niño hizo algo que enrojeció su piel al punto de volverse casi amoratada y cargo contra el tronco. Él lanzó una patada y partió el tronco a pesar de que tenía menos chakra que un genin. A simple vista, partir el tronco de una patada sería imposible incluso para un chunin. Ahora dime ¿Cómo alguien sin chakra puede lograr tal cosa?-

Una vez más ambos se detuvieron en el pasillo. Tobirama miraba al final del pasillo mientras Kain hacia lo mismo gesticulando una sonrisa que no lo era.

-Eres cruel- menciono Kain sin esperar respuesta -dándole semejante técnica a un niño sin chakra-

Tobirama llevó su mano al tabique y lo apretó -un monstruo jamás entenderá los sentimientos de alguien que nació sin poder- dijo -de ser necesario, aquella persona venderá su alma a los demonios y lo entregará todo con tal de lograr sus sueños-

-Lo estás matando-

-Él lo sabe-

Un incómodo silencio se estableció entre los dos y permanecieron así durante un par de segundos; Kain sin saber que responder mientras que Tobirama solo esperaba una réplica.

-A pesar de que le pusiste otro nombre, no quiere decir que no me dé cuenta. Sin un cuerpo Sabio no es posible hacer uso de semejante técnica. "Las ocho puertas" bonito nombre. Ni siquiera sé si mi tío realmente te enseño su técnica o tú solo se la robaste, pero te voy a decir una cosa-

-¿Qué cosa?- respondió Tobirama frunciendo el ceño

-No andes ventilando las cosas de mi tío a cualquiera. Espero que sea la primera y última vez. De lo contrario, habrá repercusiones-

Kain y Tobirama se miraron a los ojos con un brillo asesino como el de una espada. Tobirama manifestó su chakra en forma de aura y el suelo se comenzó a agrietar. Kain sonrió y emitió su aura. Ambas fuerzas chocaron como si fueran dos murallas de diferentes colores, una celeste frio y la otra roja magma. Al instante siguiente los anbus en el entretecho aparecieron y los que estaban en el pasillo corrieron para neutralizar el problema. Sin embargo, Tobirama levantó su mano y ellos se detuvieron.

-Retírense- dijo Tobirama, los anbus se congelaron durante unos segundos, pero al rato siguiente se desvanecieron en el aire y los "guardias" volvieron su posición. Después de que solo quedaran él y Kain, Tobirama continuo -las ocho puertas no es una habilidad ordinaria. Tú debes entender que se llevó la vida de mi hermano-

-No creo que sea lo mismo, debes haber hecho alguna modificación. En los registros de mi tío no aparece nada parecido a una piel enrojecida hasta amoratarse-

-Por supuesto, ya que mi hermano tenía el cuerpo sabio. Podía tolerar la potencia del flujo y aumentar la cantidad de chakra sacrificando su vitalidad. Había que cambiar la forma de aplicar la técnica, un ser humano normal moriría con el primer nivel de fuerza. Por eso, dividí la habilidad en niveles-

-¿Por qué ese niño? No tiene nada-

-Por esa misma razón. Solo alguien tan desesperado por ser shinobi sin tener ninguna posibilidad desarrollaría aquella técnica. Mi aplicación está incompleta, pero espero que Maito Duy pueda mejorar su uso, tiempo y prolongación de los beneficios. En ese momento cosecharemos una técnica que cualquiera pueda imitar sin morir en el intento-

-Eres cruel-

-Soy benévolo, Kain. Ya te lo dije, un monstruo que nació siendo fuerte nunca entendería la desesperación de alguien débil-

-¿Y tú lo entiendes?-

De manera inesperada, Tobirama asintió con un rostro serio, sin mostrar esa indiferencia tan propia de él. Kain hizo una pequeña sonrisa y soltó un suspiro. Después él empezó a caminar por delante, mirando el pasillo y Tobirama se quedó de pie, mirando como él avanzaba.

La primera guerra mundial estaba en curso y Konoha tenía que exhibir una fuerza disuasoria. Demostrar que tenía descendientes que podían proteger la aldea y monstruos para sembrar el miedo en el corazón de las otras villas. Kain Uchiha seguro sería un monstruo entre los monstruos, mientras que Danzo y Hiruzen serían las futuras semillas que dejarían su nombre grabado en esta guerra.

Tobirama avanzó por el pasillo pensando en el siguiente paso.