De noche, en la mansión de la familia Kato, en la nación de la Tierra, Kain estaba a solas con Nagisa.
Ella de hermoso cabello naranja, llevaba puesto un kimono verde y un obi azul. Nagisa había heredado la belleza de su madre. La piel lechosa, los ojos verdes, facciones estilizadas y una boca bonita y grande. Su cuerpo era esbelto y tonificado por el entrenamiento shinobi. Los senos abundantes, el trasero grande y redondo, los muslos llenos. Sin embargo, todo eso quedaba oculto bajo el kimono y el obi que le daba una forma de reloj de arena.
Nagisa miraba a Kain con un brillo cándido en los ojos. La sonrisa coqueta e inocente.
Nagisa y Kain salieron al balcón. Gracias al resguardo de la unidades de apoyo con el escudo de plata (que trasparentaba la figura de las personas como si nunca estuvieran ahí) ellos podían estar bajo la luz de la luna. Ellos escuchaban el cauce del rio y el rugido de la cascada a la distancia.
—Lo has hecho muy bien— dijo Kain con una sonrisa en los labios.
Nagisa miró a Kain a los ojos, después agacho la mirada, se ruborizo y sonrió —yo, bueno, solo seguí las indicaciones de Shiori-senpai— dijo
—No lo creo— dijo Kain
Lo que desconcertó a Nagisa y lo miró a los ojos con preocupación, pensando que ella se había equivocado.
Sin embargo, Kain sonrió al ver ese rostro preocupado. Él acercó su boca y la beso, ella se sintió confundida, pero lo correspondió. Pronto, Nagisa dejo de pensar en sus preocupación. Ella se colgó del cuello de Kain y lo beso apasionadamente.
—Amor— susurro Nagisa como si fuera el nombre de Kain, ella lo continúo besando.
Kain abrazo a Nagisa por las caderas, la beso mientras pasaba sus manos por la espalda con suavidad y las deslizaba hacia las nalgas. El trasero era abundante y firme. Kain lo acaricio de forma superficial, dibujando la forma con la palma de sus manos. Después él llevó sus manos hacia la cintura y volvió a bajar a las nalgas, jugando con el tacto y sintiendo las reacciones de Nagisa. No fue difícil para esta última entrar en estado de ánimo. Ella estaba con Kain, su amado.
—Kain— susurro Nagisa, apartó sus labios, tenía los ojos cerrados. Ella abrió los ojos y lo miró a los ojos. Ella vio esos hermosos ojos azules, la nariz y esa boca que tanto le encantaba. Ella se paró de puntillas, lo beso apasionadamente y él correspondió sus avances.
Kain podía haber avanzado y dado paso a la lujuria, pero quería ver todos los matices de Nagisa. Ella era demasiado pura, demasiado devota de su trabajo como anbu ¿Hasta adonde podía llegar?
Kain apartó poco a poco su boca, dándole un beso pequeño detrás de otro hasta que finalmente separo sus labios. Ellos se quedaron mirando. Nagisa sonrió, lo quiso besar, pero Kain movió su boca y la beso en la comisura. Ella se sintió desconcertada y lo miró.
Kain sonrió y le dijo —vamos a un lado—
Nagisa sonrió y asintió.
Kain dijo —Hotel ciudad Tengu—
Ellos aparecieron en el último piso del hotel de ciudad Tengu. Toda la ciudad era visible gracias a que en lugar de una muralla que debería tener cinco metros de alto, había paneles de vidrio que caían en pendiente.
Nagisa quedó mirando el departamento, era espacioso por decirlo simple. Puede que dos veces el espacio de la casa en Konoha. Ella miró a Kain y él la tomo de las manos. Nagisa acercó su rostro pensando en que ahora vendría el sexo, pero no fue así. Kain solo le dio un beso y apartó su boca. Él tomo la mano y la condujo hasta los sillones.
—Regalo para Nagisa— dijo
Dos cajas aparecieron en un largo sillón de tres cuerpos.
Kain miró a Nagisa y sonrió —adelante, míralo—
Nagisa se movió al sillón con las cajas y Kain se sentó en un sillón individual.
Nagisa abrió la caja y encontró un vestido parecido al que ocupo Kasumi, pero tenía un cuello en V con un amplio escote y de color esmeralda que hacía juego con los ojos de Nagisa. Ella miró a Kain, temerosa y emocionada al mismo tiempo.
Kain sonrió suavemente. Él entendía que ninguna mujer quería parecerse a otra o ser comparada, pero ¿Qué tal? ¿Intentar ser atrayente y sensual como otra? Después de todo, nadie quería ser menos que los demás.
—Adelante— dijo Kain —pruébatelo, aquí solo somos tú y yo—
Nagisa se mordió el labio inferior, quería decir que no, pero ante el argumento de que ellos estaban solos, no le quedó duda. Ella se quitó el obi, se abrió el kimono. Por debajo estaba desnuda, no le importo la luz. Eran las cinco de la tarde en ciudad Tengu.
Nagisa tomo el vestido, se lo puso, después abrió la caja con las sandalias con tirantes, pero vio la gran diferencia. Las sandalias no tenían esos enormes tacones de aguja que tenían los que usaba Kasumi. No había nada que hacerle, ella no los sabia utilizar.
Nagisa estuvo lista, por debajo desnuda, el vestido de una pieza de color esmeralda con el cuello en V y un amplio escote. Por supuesto, esto fue hecho a propósito. Los senos de Kasumi eran promedio, podían ser tentadores, pero su fuerte estaba en las largas y estilizadas piernas. Por otro lado, Nagisa había heredado de su madre los enormes senos y en el vestido, gracias al escote, era una visión de lo más impresionante.
—Suéltate el cabello— dijo Kain levantándose del sillón.
Nagisa tenía las manos por debajo de los senos y juntas como si estuviera rezando. El gesto los levantaba y hacia ver más prominente. Ella llevó su mano al palillo que sujetaba su moño y lo sacó. Su vibrante cabello naranja cayó y fue maravilloso. Nagisa se mordió el labio inferior en un gesto nervioso.
Kain se acercó en silencio, la comenzó a rodear, ella era adorable y sensual sin querer serlo. Sin embargo, la gran diferencia estaba en la mentalidad. Kasumi no era sensual, no era tan interesante, pero ella se ponía en el papel de ser caprichosa e interesante como base de su personalidad. Nagisa no tenía eso, no tenía un papel o un personaje que actuar. Ella era todo timidez y dudas, puede que como efecto secundario de haber sido raptada cuando era niña.
Kain metió la mano a una de las mangas de su haori y sacó un peine —ven, siéntate en el sillón— dijo
—Kain-sama, esto no es necesario— dijo Nagisa, un poco preocupada y tímida
—Tonterías, compláceme y déjame quererte— dijo Kain
Él extendió su mano y Nagisa la miró. Era una mano enorme en comparación a la suya. Ella deposito su mano sobre la de él y Kain la condujo al sillón. Nagisa se sentó con la espalda recta, el escote realzando sus abundantes senos y la falda acortándose en la parte baja, a un paso de mostrar su sexo, muy corta y provocativa. Nagisa tiro de la falda hacia abajo, pero se dio cuenta que el diseño era así de corto.
Kain apoyo sus manos sobre los hombros de Nagisa, acercó su boca y le susurro al oído —te ves adorable, no pienses en cosas que no vienen al caso— dijo
Nagisa miró a Kain, ella asintió, Kain sonrió y le dio un beso en la mejilla. Nagisa se relajó y sintió como Kain le peinaba el cabello cuidadosamente. Él era más hábil que ella e incluso que su madre.
Una vez que Kain termino de peinar a Nagisa, le tendió su mano, Nagisa levantó su rostro, lo miró y ella tomo la mano de Kain. Este último la condujo a la salida del departamento. Antes de la salida había un largo espejo de cuerpo completo. Nagisa se puso por delante del espejo y miró su reflejo. Por ningún lado estaba el anbu, la kunoichi o la esposa. Solo era una muchacha hermosa, con un vibrante cabello naranja, un vestido esmeralda de una pieza con un cuello en V que realzaba el encanto de sus senos. Lo único que le incomodo era la longitud del vestido, solo le llegaba a la mitad del muslo. Ella no tenía piernas tan delgadas y estilizadas como Kasumi. Sus muslos estaban llenos y sus piernas entrenadas como la de la mayoría de los shinobis.
—Ahora, para finalizar, por ahora— dijo Kain por detrás. Él llevó la mano a una de las mangas de su haori, sacó una gargantilla con un zafiro y se lo puso a Nagisa alrededor del cuello.
Nagisa miró su reflejo, la gargantilla, llevó su mano al zafiro con una forma hexagonal y lo toco. Ella sonrió, era demasiado precioso.
—Ahora vamos— dijo Kain
Nagisa se alarmo y se volteó para mirar a Kain. Ella lo quedó mirando muerta de miedo. Ni por todo el oro del mundo se atrevería a salir así a la calle.
Kain dio un paso adelante, Nagisa lo retrocedió. Kain dio otro paso, ella se quedó quieta, pero llevó su mano izquierda y se sujetó el brazo derecho como si formara una barrera.
Kain sonrió con tranquilidad, llevó su mano al mentón de Nagisa e hizo que ella lo mirara a la cara. Así lo hizo y Nagisa lo miró a los ojos con la mirada acuosa. Su mirada era tan tímida que te daban ganas de molestarla, pero esa no era su intención.
—¿No querías probarte esta ropa? Estoy seguro haber visto como observabas a Kasumi— dijo Kain con una sonrisa suave
Nagisa miró a Kain, ella se ruborizo y miró hacia otro lado —una cosa es que yo quiera probarme una ropa y otra es que quiera ser tan desvergonzada como ella— dijo
—¿En serio?— preguntó Kain
Nagisa frunció el ceño, ella abrió sus labios para rebatir las palabras de Kain, pero las palabras no le salían. En su lugar, ella miró hacia otro lado y lo ignoro.
—Nagisa, Nagisa— dijo Kain, acercó su rostro y le beso las mejillas. Eran suaves y tersas. Ella lo ignoraba, así que él aprovecho de avanzar y empezó a besarla con delicadeza en la mandíbula, el cuello, bajo el oído, suave, con cuidado, pero sugerente.
—Kain— susurro Nagisa con voz suplicante, ella se apartó y lo quedó mirando con reproche.
Kain sonrió tranquilo, sin darle mucha importancia y le dijo —sería una pena, te vez increíble. Solo mírate al espejo—
Nagisa miró de soslayo al espejo. No lo podía negar, le gustaba como se veía, pero salir a la calle con esto era un no-no.
Kain se acercó por detrás, puso sus manos en los hombros y la ayudo a que ella mirara su reflejo de frente. Ella se miró en el espejo, él se agacho y le beso el cuello. Nagisa llevó la mano a la cabeza de Kain y su reflejo siendo consumido por Kain le pareció muy excitante.
Kain abrazó a Nagisa por la cintura, le acaricio el abdomen, la cintura y la cadera, pero siempre por encima de la ropa.
Nagisa cerró los ojos y dejo que él la besara. Ella abría sus ojos cada tanto, dándose cuenta de que poco a poco estaba más cerca del espejo y de su reflejo con Kain besándola en el cuello. Nagisa apoyo sus manos en la pared y Kain le abrió el vestido por detrás. El vestido cayó al suelo, ella quedó desnuda y Kain se posó detrás de ella. Nagisa sabía lo que venía, lo había hecho decenas de veces con Kain, sino cientos. Ella sintió como él entró y soltó un gemido mientras miraba su reflejo en el espejo y le gustaba ver su propio rostro lujurioso. Su cabello naranja cayendo a los lados de su rostro, su cuello delgado con la gargantilla y el zafiro hexagonal. Sus senos grandes como dos masas de carne blanca con los pezones y la aureola rosa. Sus costillas marcadas, su cintura estrecha, las caderas anchas y, sobre todo, Kain por detrás de ella embistiéndola.