Después de entrenar a Dorian y a Kain-nieto por una semana, era momento de volver al mundo exterior, a Orario. Por esta decisión, Hera se enfureció y se fue a su torre sin despedirse de Kain. Para este último era entendible hasta cierto punto tal manera de actuar. Estaba cambiando a una diosa por pequeñas mortales, sin contar que la diosa haría todo lo que estuviera en sus manos para agradarlo. Esto de por si era tentador, pero Kain no podía abandonar a su familia en el mundo exterior. Así que se despidió y les dejo un menú de entrenamiento a cada uno de sus nuevos discípulos. Por otro lado, Kain le dejo un libro con glifos, runas y sellos a los muchachos para que lo estudiaran. Kain sabía que Dorian lo leería y se quedaría conforme con aprender algo nuevo, pero lo que esperaba Kain era cautivar una mente inquieta como la de su nieto. A lo mejor, el fantasma de Leonardo lo andaba rondando de cerca, susurrándole sus secretos al oído.
Una vez de vuelta a Orario, el trabajo de Kain no disminuyo, sobre todo por la aprendiz ansiosa de poder. Ais lo venía a buscar por las mañanas y si no la entrenaba, lo venía a buscar por las tardes. Así que para poder sacársela de encima, Kain la empezó a entrenar por las mañanas. Dentro de todo, tenía que admitir que Ais tenía talento para el combate, pero a lo sumo era promedio. Su especialidad estaba en su poder <Ariel>, el cual la blindaba con una barrera de aire y le proporcionaba un filo extra a su espada. Para que se entienda, Jason y sus hermanos eran talentosos en todo el sentido de la palabra y nunca se confiaron de su poder. Para empezar, no lo tenían y como respaldo de esta aseveración, estaban sus primeros registros de estatus. Los tres llegaron a Orario siendo pequeños nivel 2 sin ningún tipo de habilidad o poder mágico. Eso quiere decir que solo con la comprensión del combate y el sentido de la supervivencia se pudieron hacer un camino. Hasta los peores aventureros llegan a nivel dos obteniendo una habilidad de refuerzo o mágica, pero para los muchachos no fue así.
Volviendo a Ais, para su entrenamiento, Kain se enfocó en la velocidad y en la técnica de espada, ya que la muchacha tenía muy poca fuerza física, lo que la hacía vulnerable contra un aventurero enfocado en fuerza. Así que solo se dedicaron a perfeccionar su estilo de lucha y a tratar de mantener el mayor tiempo posible activo su poder. Por otro lado, al mismo tiempo que la entrenaba, Kain entendió que esta muchacha era el epitome de la injusticia en el mundo. Con su habilidad, siendo una pequeña nivel 4, podía aguantar el golpe de un nivel cinco y competir en velocidad y capacidad de ataque. No hay que confundir, no es como Kain, el cual con el dominio de la técnica y de la energía, puede igualar en combate a aventureros por encima de su nivel. Ais no tenía nada de eficiencia, al contrario, derrochaba su energía como si fuera infinita, pero su poder le daba el plus que ya quisieran tener los mejores aventureros de Orario.
-Vamos mocosa, controla tu energía y sígueme atacando- grito Kain en el patio de la mansión de Hephaestus.
En ese momento, Ais tenía su rostro cubierto de sudor, el cabello húmedo y su respiración era agitada. Si hubiera soltado en algún momento su espada, su voluntad de luchar hubiera flaqueado y ya estaría desmayada, pero se mantuvo firme en la búsqueda del poder. Una vez más empuño su espada con ambas manos y tratando de mantener su poder activo, se lanzó como una flecha. Llego frente de Kain y con una suave y rápida esgrima, lanzo un centenar de cortes tratando de alcanzarlo. Por su parte, Kain movió su espada igual que como lo hizo ella e intercepto cada golpe, produciendo una serie de tañidos en secuencia.
Una vez que termino su ataque, Ais vio que nada fue cortado y Kain permaneció indemne en todo momento, lo que le produjo la angustia de no saber si estaba avanzando y ataco con todas sus fuerzas en una maniobra tosca. En ese momento, Kain negó desilusionado, se movió a una gran velocidad para colocarse detrás de ella y noquearla de un golpe en la nuca. Gracias a eso, Ais sintió que su visión fallaba y su mundo se apagó.
Media hora más tarde, se despertó acostada en un sillón de tres cuerpos, sobre unos cojines. Miró el techo de la cúpula y entendió que había perdido. A su vez, pudo escuchar la conversación de Lady Hephaestus y Riveria, las cuales regañaban a Kain en ese momento por su poca delicadeza en su trato. Una vez que terminaron de regañarlo, Marcus le pidió a Kain que lo entrenara por mientras que Ais dormía y abandonaron el lugar.
-¿Te despertaste?- pregunto Riveria manteniendo cerca de su boca una taza de té.
-Sí- respondió Ais con una voz suave como la del aire.
-Kain dijo que te desesperaste y perdiste tu enfoque, por eso te noqueo-
-Lo sé- respondió Ais, puso el dorso de su mano sobre sus ojos y se quedó tendida en el sillón, pensando en que puede hacer para mejorar.
-Mi marido es alguien que lucho contra los tres mejores aventureros de Orario- dijo la dama Hephaestus de forma poco habitual. En ese momento miraba a su marido intercambiar golpes con su hijo. Por lo general, más allá de decirle un hola, nunca interactuaba con Ais -no te tienes que sentir triste por no poder alcanzarlo, te falta un largo camino, eso es todo-
-Pero- respondió Ais
-Solo estas nerviosa porque no sabes tratar con él, pero una vez que tengas la respuesta ya no te sentirás tan presionada. Por otro lado, Riveria- dijo cambiando su punto de atención -¿No la haz hecho luchar contra otros aventureros?-
Riveria bebió una poco de té, lo saboreo como queriéndose apartar de esa pregunta y de los recuerdos de las locuras de su protegida, pero no lo puedo dejar pasar -a esta niña se le ocurre pelear con aventureros que están muy por encima de sus posibilidades. El otro día quiso luchar contra Viggo-
Hephaestus como nunca antes perdió su majestuosidad y escupió su té en un soplido, generando una pequeña llovizna y tosió durante unos instantes -¿Está loca?- pregunto asombrada -mi hijo ya le dio una paliza a Ottar el año pasado, ella no le podría poner un dedo encima-
-Eso paso- dijo Riveria en un tono de voz cansado -Viggo ni siquiera utilizo su armas y solo se dedicó a jugar con ella. Gracias a dios es un hombre razonable y no la castigo demasiado-
-¡Pobre de él!- dijo Hephaestus en una actitud materna y amenazante -si llega a faltarle el respeto a una chica, me dices y yo lo coloco en su lugar-
Riveria solo pudo sonreír.
Por otro lado, Ais gimió como una niña mimada y encima del sillón, se hizo una bolita, apoyando sus rodillas en su pecho y abrazándolas con ambos brazos -no fue una derrota tan mala- dijo -Rojo solo fue un poco más hábil-
-Déjalo ser Ais- añadió Riveria -trata de avanzar paso a paso como dice Kain, de lo contrario, tu desesperación te hará entrar en un estado de estancamiento-
-Suenas como el maestro- respondió Ais
Riveria solo pudo suspirar y sacar un pastelillo dulce, algo que no debería comer, pero de todas maneras lo hace.
Después de un rato, Ais se levantó del sillón y camino hasta la mesa mármol, en donde la dama Hephaestus y Riveria estaban sentadas. Se sentó al lado de Riveria y tomo un panecillo dulce para echárselo a la boca de un solo bocado. Una vez que lo comió parecía una ardilla con la boca atiborrada de nueces. Algo que Hephaestus encontró chistoso y Riveria divertido. Por alguna razón, siempre se sintió atraída a Ais. Dentro de todo, se preguntó si era porque quería tener una hija en lugar de un hijo.
Media hora más tarde, Kain dejo en el suelo a Marcus, el cual apenas podía respirar entre jadeos. Kain llegó a la mesa, bajo la cúpula y se sentó al lado de Hephaestus mientras la abrazaba por encima del hombro. Estaban bastante apegados, así que Hephaestus se dejó consentir y se apoyó contra su pecho mientras cerraba los ojos y Kain le acariciaba el cabello.
-Maestro ¿Qué pudo hacer?- pregunto Ais, como si la sola pregunta fuera entendible.
Kain soltó un suspiro, ya que Ais estaba acostumbrada a preguntar cosas como si los demás pudieran leer sus pensamientos. Lo más probable es que estuviera preguntando "¿Qué puede hacer para volverse más fuerte?" Pero como otras veces, acortó la pregunta de manera ingenua.
-Primero, enfocarte- respondió Kain -segundo, dejar de apresurarte. ¿Cuántos años tienes, mocosa? ¿Trece? ¿Catorce? Eres muy joven, pero ya eres una nivel 4 ¿Qué más esperas? ¿Qué a los aventureros se les reviente la yugular de la envidia?-
Ais se quedó callada y no supo cómo rebatirlo. Conoció a muchos aventureros que les tomo una década llegar a nivel cuatro, pero a ella solo le tomo un par de años ¿Acaso era su culpa? ¡Claro que no!, se respondió en su mente y miró a Kain como si le estuviera respondiendo con la mirada.
Por su parte, Kain llevaba varios años viéndola, así que de alguna manera podía anticipar lo que estaba pensando -Ya sé que no es tu culpa que ellos seas tan débiles- dijo -pero eso no quiere decir que te debas apresurar, tómatelo con calma o si no te vas a estancar. No por una falta de potencial, sino por el mismo estrés que te autoinfliges-
-Entréneme más- dijo Ais aún más molesta que antes
Kain entrecerró los ojos y empezó a pensar en qué hacer con esta muchacha molesta. A este paso, se iba a llevar todo su tiempo en entrenamiento, así que para sacársela de encima le iba a decir que hiciera autoestudio, pero en ese momento Riveria lo quedo mirando a los ojos y supo que no lo podía decir. Al parecer, no era el único bueno leyendo los pensamientos de otros.
Por su parte, Riveria soltó un suspiro y le dijo a Ais -vamos a casa, ya fue suficiente de entrenamientos por hoy. En un mes vamos a ir de excursión y ahí vas a poder entrenar con los monstruos hasta que te desmayes-
Ais frunció el ceño en desacuerdo, pero no se atrevió a llevarle la contra a Riveria, eso podría tener serias consecuencias.
-¿Te espero hoy?- pregunto Kain
Riveria mantuvo su rostro serió, pero sus mejillas se tornaron coloradas y asintió. Después de eso, se llevó a la malhumorada Ais.
Por otro lado, Hephaestus todavía cómoda en el pecho de Kain, le dijo -tú vas a ser el que le haga estallar la yugular a los aventureros de la envidia-
-¿Por qué lo dices?- pregunto Kain
-Porque eres el único que hace sonrojar a Riveria-
-Bueno, así debe ser, soy su marido-
-Tu ya no me haces sonrojar- dijo Hephaestus con seguridad
Kain soltó una risita, le susurro algo al oído y le mordió el lóbulo de la oreja. Ella reacciono tornándose roja como un tomate. Después de eso, Kain soltó una carcajada y Hephaestus negó entre avergonzada y divertida. Después le dio un largo beso y entraron a la casa sin recordar que Marcus aún permanecía tendido en el suelo del patio.