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Soy lesbiana, y ¿qué?

Bueno, empecemos con lo básico que es mi nombre. Mi nombre es Aiyana Rodríguez, tengo 18 años... y no sé qué más. Mmmm... ah, ya sé. Soy lesbiana, normal. Vengo de una familia extremadamente religiosa. Donde piensan que los homosexuales son la peor creación del universo. No lo digo yo, lo dice mi abuela. La típica frase de mi abuela "Dios creó al hombre para que esté con la mujer y la mujer para que esté con el hombre. Después de eso, de hombre con hombre y mujer con mujer, no. Eso es del demonio." Querida abuela. ¿Soy del diablo?

Cielo_Gomez · LGBT+
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Capítulo 5. ¡Bienvenida al mundo, Bárbara!

El año pasado cuando tenía diecisiete años, mi mamá y mi papá dieron la gran noticia a la familia que estaban esperando un bebé.

Me sentí muy feliz por mis padres porque después de mí no podían tener más bebés y ellos siempre tuvieron la gran ilusión de querer forma una familia grande. Obviamente, mi mamá ya estaba cerca de los cuarenta y nueve años, y sus posibilidades de querer ser madres eran muy bajas.

Mi mamá me tuvo a sus trainta y un años. Sí, mi madre era de ese tipo de mujer que esperaba a su amor verdadero, por lo que sé es que ella fue virgen hasta los treinta y uno. Me sorprendí tanto que no me lo podía creer.

Pasaron los meses hasta el noveno mes donde iba a nacer el bebé.

El doctor dijo que mi mamá corría un gran peligro en el parto por su edad.

Estábamos muy preocupados por ella y por el bebé, aún no sabíamos de su sexo porque mis padres querían que fuera una sorpresa.

Pasaron las horas y llegó el otro día. El doctor salió de la sala de partos y nos dijo que estaban bien, era una niña y lo más importante es que estaba saludable. Mi mamá estaba recuperándose ya que estaba muy adolorida.

Ella era muy bonita... temía de que algo malo le pase.

¿Por qué tuvo que nacer en un mundo que lastima?

Pero... yo me juré que no iba a permitir que nada ni nadie la lastime. Ella era mi gran tesoro.

Pasaron dos meses desde que nació mi hermanita. Mamá aún no había mejorado, el parto fue tan difícil que casi pierde su vida.

Papá seguía siendo el mismo, obvio, que trabajaba el doble de lo que trabajaba antes.

Mi abuela, feliz porque había otra niña en la familia.

Mi familia siempre me decían que yo debía ser un gran ejemplo para mi hermanita, porque si no lo soy, ella podía ser igual a mí.

¿Igual a mí? ¿cómo? O sea, ¿que le gusten las chicas?

Tenía que ser un ejemplo para ella. Pero, ¿cómo?

Si apenas podía saber lo que era bueno y lo que era malo. Por ejemplo, sabía que rezarle a Dios era bueno... bueno, lo es. Sabía que estar a favor del diablo es malo.

Pero eso es lo básico que sabía... y ahora le tengo que enseñar eso a mi hermana.

Eso era muy difícil para mí, y será muy difícil para mi hermana también. Pero para eso me tenía, para que la apoye en todo.

Abuela le hacía ropa para Bárbara. Sí, Bárbara, lo elegí yo... porque así se llama una de las chicas que me gustaba.

Lindo nombre para una bebé linda.

Solo quiero saber, ¿podré ser una buena hermana? ¿no le voy a contagiar a mi hermana de mi "enfermedad"?

Perdón, Bárbara. Perdón por no fui una buena hermana.

Creo... que lo mejor era alejarme de todos, pero te seguiría cuidando a mi manera.

Pasaron cinco meses, Bárbara ya tenía siete meses. Seguía igual de hermosa y yo... pues, aún no les decía la verdad a mi papá, mamá y a mi abuela. Tenía miedo, mucho, pero mucho miedo. Miedo a que me desprecien.

Pasó el año, Bárbara ya tenía un año. Su primer añito, nunca lo olvidaré.

Lo único que no olvidaré fue cuando estaba hirviendo en fiebre en su cumpleaños.

Mamá, papá y yo fuimos rápidamente al hospital. Teníamos miedo de que le pase algo a Bárbara.

Internaron a mi hermanita. Papá en ese entonces me dijo que yo tenía que regresar a casa a cuidar a mi abuela.

Yo no quería, quería quedarme para saber cómo estaba mi hermana, la razón de seguir viviendo en este mundo, pero no pude, yo con diecisiete años, casi dieciocho, no podía desobedecer a mi padre.

Mi abuela y yo, estábamos en casa, llorando, sin saber qué hacer. Rezando, pidiéndole a Dios que mi hermanita estuviese bien.

Cuando me fui a mi habitación a dormir. Me puse a pensar. 

¿Será que Dios me esté castigando? ¿será que mi castigo sea perder a mi hermana? ¿sólo porque me gustan las chicas?

¿No es injusto? No lo sabía.

No lloré, por la simple razón de que debía ser fuerte. Por mí, y sólo por mí y por Bárbara.

Al día siguiente, me desperté y me levanté como era la costumbre de todos los días de mi vida.

Mi abuela estaba hablando por teléfono con alguien, no sabía con quién, pero yo ya debía preparame para la Universidad.

En ese mismo momento, mi abuela empezó a llorar.

Ya sabía por qué. Bárbara murió. Lo sabía porque en la noche presentía que algo malo iba a ocurrir.

Entonces, mi abuela colgó el teléfono y con lágrimas en los ojos me dijo:

—Bárbara murió, hijita.

Me quitaron una parte de mi corazón. ¿Y saben qué? Se siente horrible. No puedo respirar.

Mi razón de seguir viviendo en este mundo ya no estaba conmigo y tampoco estaba en este mundo.

Desde que nació, me olvidé decirle algo muy importante.

¡Bienvenida al mundo, Bárbara!

Sé que tu recorrido en el mundo fue muy corto. Pero, ¡hey! Es mejor así.

Era preferible que no veas lo horrible de la sociedad con sus estúpidos estereotipo e ideologías.

Te amo, hermanita.