—¡Mamá, lo hice! ¡Gané! —Aurora gritó emocionada.
—Te dije que no me subestimaras, ¡lo hice! —dijo, respirando pesadamente.
—Sí, me tuviste con la espalda en el suelo en dos minutos pero sudaste para hacerlo —Selene observó.
—Espera, ¿fue capaz de derribarme al suelo en un abrir y cerrar de ojos porque estaba distraída o lo habría hecho de todos modos? —Selene pensó.
—Si es lo segundo, entonces mi hija realmente se ha fortalecido. Esto es increíble pero genial —Selene añadió, sintiéndose orgullosa de su madre.
—Oh, mamá, seamos lógicas. No es posible derribar a una gran guerrera experimentada como tú al suelo, sin sudar —Aurora protestó.
—Eh, ya sé. Realmente lo has hecho bien y estoy orgullosa de ti, hija. Ahora, puedo ver que no has ido al campo de entrenamiento todos los días en vano. Lo estás haciendo maravillosamente y no puedo estar más orgullosa. Eres única, querida —Selene la elogió, con una sonrisa de oreja a oreja.
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