En la oficina del Hokage, Tsunade, Hiruzen y Sakumo estaban reunidos alrededor de una esfera de cristal que mostraba imágenes de lo ocurrido en el Bosque de la Muerte. Tsunade, con gesto fruncido, observaba la escena con preocupación, mientras que Sakumo mantenía una expresión seria y reflexiva.
—No puedo creer que hayas permitido algo así, Sempai. ¿Qué demonios pensabas al organizar una prueba tan peligrosa para los estudiantes de graduación? —exclamó Tsunade, con una mezcla de indignación y frustración en su voz.
Sakumo suspiró profundamente antes de responder, manteniendo la calma a pesar de la acusación.
—Tsunade, comprendo tu preocupación, pero como shinobi, nuestros jóvenes deben estar preparados para enfrentar situaciones difíciles. El Bosque de la Muerte es un lugar peligroso, pero si no pueden superar una prueba como esta, ¿cómo podrán sobrevivir en misiones reales?
Hiruzen, que había estado observando en silencio, intervino con voz serena.
—Ambos tienen puntos válidos. Sakumo tiene razón en que nuestros jóvenes shinobi deben estar preparados para cualquier desafío que se les presente. Sin embargo, Tsunade también tiene razón en preocuparse por la seguridad de nuestros estudiantes.
—Sí, pero Sensei no podemos arriesgar la vida de nuestros jóvenes solo para probar su valía. —Intentó Tsunade mostrar su punto de vista.
—El Consejo Civil y sus regulaciones están volviendo la Academia demasiado blanda. Si seguimos así, el entrenamiento que reciben nuestros jóvenes será insuficiente y podríamos terminar perdiendo a muchos de ellos en el futuro. —El argumento de Sakumo dejó sin palabras a Tsunade, ella misma había discutido con el Consejo Civil por esos motivos.
Al escuchar las quejas sobre el Consejo Civil, Hiruzen solo pudo suspirar por el dolor de cabeza que sentía que le venía. Justo cuando las quejas de Tsunade sobre el Consejo iban a empezar, el sonido de toques en la puerta resonó en la habitación. Tras unos instantes, Hiruzen concedió el paso, y la persona que cruzó la puerta fue una figura imponente y enigmática.
Este individuo, de estatura promedio pero con una postura que denotaba autoridad y decisión, captó la atención de los presentes en la oficina del Hokage. Su rostro marcado por la experiencia y las cicatrices hablaba de un pasado lleno de batallas y decisiones difíciles. Un vendaje cubría su ojo izquierdo, ocultando una lesión sufrida en combate, mientras que una cicatriz en forma de cruz adornaba su mentón, añadiendo profundidad a su ya compleja personalidad.
Este personaje, cuyo cabello corto mostraba las primeras señales de canas, se movía con confianza y determinación, mostrando una mente siempre alerta y lista para actuar. Vestido con una túnica larga y oscura, su atuendo reflejaba su enfoque serio hacia la vida y su preparación para cualquier situación que pudiera surgir.
La reacción de los presentes ante su llegada fue variada: Hiruzen sonrió con una mueca que ocultaba su molestia, Tsunade miró con desagrado al recién llegado, mientras que Sakumo se limitó a dirigirse a una de las esquinas y colocarse su máscara Anbu, queriendo no tener nada que ver con la situación.
—Viejo amigo, ¿qué haces por aquí? Pensé que estarías ocupado con asuntos importantes para venir a visitar a tu viejo compañero de equipo.
Danzo desechó las palabras de Hiruzen y se dirigió a un asiento antes de responder.
—Sarutobi, vine porque escuché algo interesante —dijo Danzo con calma, ignorando la tensión en la habitación.
Tsunade, detrás de Hiruzen, apretó los puños con desagrado. Pocas personas tenían permitido llamar de manera tan informal al Hokage, y ella misma siempre había mantenido un tono respetuoso hacia su sensei. Solo los héroes de las antiguas generaciones tenían el suficiente prestigio para eso, y la persona que estaba frente a ellos no era uno de ellos.
Hiruzen suspiró antes de responder.
—Danzo, dime para qué estás aquí.
Danzo esbozó una sonrisa enigmática antes de responder.
—He escuchado rumores sobre un nuevo kekkei genkai.
Tsunade, que intuía lo que Danzo buscaba, se adelantó a la respuesta de su propio sensei y cuestionó a Danzo sobre a qué se refería. Sin embargo, Danzo simplemente la ignoró, lo que solo sirvió para molestarla más.
—Danzo, ¿qué es lo que tramas esta vez? —inquirió Tsunade con voz firme, sus ojos brillando con determinación.
Danzo se mantuvo impasible ante la pregunta de Tsunade y se dirigió a Hiruzen, compartiendo la información que había recopilado sobre el incidente en el hospital de Konoha.
—Hiruzen, creo que es de suma importancia que nos aseguremos de que el poseedor de este kekkei genkai esté bajo nuestro control. No podemos permitir que se convierta en un activo peligroso para la aldea —explicó Danzo, con su tono habitual de seriedad y determinación.
Hiruzen frunció el ceño, considerando las palabras de Danzo, pero antes de que pudiera responder, Tsunade intervino con voz indignada.
—¿Bajo nuestro control? ¿Crees que puedes decidir el destino de una persona así como así? ¡No te daré el poder de jugar con la vida de los demás a tu antojo! —exclamó Tsunade, sus puños apretados con furia.
La tensión en la habitación aumentó mientras Tsunade y Danzo intercambiaban miradas desafiantes, cada uno aferrado a sus convicciones con firmeza. Hiruzen, preocupado por la confrontación entre sus dos compañeros, buscó calmar la situación.
—Tsunade, Danzo, por favor, mantengamos la compostura. Estamos aquí para discutir este asunto de manera racional y encontrar la mejor solución para todos —intervino Hiruzen, su voz tranquila y conciliadora.
Tsunade, respirando profundamente para controlar su ira, se esforzó por recuperar la compostura, aunque sus ojos aún centelleaban con desconfianza hacia Danzo. Mientras tanto, Sakumo observaba la escena en silencio desde su rincón, alerta ante cualquier desarrollo inesperado.
—Entiendo tus preocupaciones, Danzo, pero no podemos actuar precipitadamente en este asunto. Necesitamos más información antes de tomar una decisión —dijo Hiruzen, dirigiéndose a Danzo con seriedad.
Danzo asintió con gravedad, reconociendo la validez de las palabras de Hiruzen, aunque su expresión seguía siendo imperturbable.
—Por supuesto, Hiruzen. Pero no podemos permitirnos ignorar esta amenaza potencial para la seguridad de la aldea. Debemos actuar con precaución, pero también con determinación —respondió Danzo, su voz resonando con autoridad.
—Estoy de acuerdo en que necesitamos proteger a la aldea, pero no a costa de sacrificar la vida y la seguridad de nuestros jóvenes.
Hiruzen, tras calmar a Tsunade, se dirigió a Danzo.
—Danzo, no voy a dejar que un niño con la convicción de salvar vidas humanas se convierta en una de tus armas —declaró con determinación.
Danzo, al escuchar la respuesta de Hiruzen, frunció el ceño con determinación, negándose a ceder en sus argumentos.
—Hiruzen, el clan Senju puede haber llegado a su fin, pero eso no significa que debamos bajar la guardia. Konoha necesita protección más que nunca, y debemos estar dispuestos a hacer lo que sea necesario para garantizar su seguridad —replicó con firmeza.
Tsunade, al escuchar las palabras despectivas de Danzo sobre el clan Senju, sintió un torrente de ira recorriendo su cuerpo. Con un puñetazo impulsado por la furia, hizo añicos la mesa frente a Danzo, demostrando su descontento de manera contundente. Los fragmentos de madera volaron en todas direcciones, mientras Tsunade mantenía su mirada desafiante fija en Danzo.
El líder de Raíz, sin embargo, permaneció imperturbable frente a la muestra de furia de Tsunade. Sus ojos no mostraban ni un ápice de sorpresa o preocupación.
En un instante, Tsunade se vio rodeada por varios ninjas enmascarados, todos apuntándola con armas letales. La atmósfera se tensó aún más, y parecía que el conflicto podía estallar en cualquier momento.
Pero Tsunade no se dejó intimidar. En lugar de ello, una sonrisa desafiante curvó sus labios mientras dirigía su mirada más allá de Danzo. Allí, en la sombra, se encontraba Sakumo Hatake, el legendario ninja de Konoha conocido como el Colmillo Blanco de la Hoja.
Con su característica máscara Anbu cubriendo su rostro, Sakumo emanaba una presencia imponente y determinada. Su espada, iluminada por una luz plateada, descansaba amenazadoramente en el cuello de Danzo, recordándole que estaba en una posición vulnerable.
Danzo frunció el ceño ante esta demostración de fuerza por parte de Sakumo, pero no retrocedió. En cambio, agitó la mano con desdén, indicando a los ninjas que se retiraran.
Hiruzen, observando la escena con atención, asintió en aprobación hacia Sakumo y este también volvió a la esquina sombreada, no sin antes dejar unas últimas palabras en el aire.
—Si ese mocoso pasa la prueba, seré yo al que te tengas que enfrentar, Danzo —declaró Sakumo con voz firme y decidida—. Y te lo digo, quien se convierte en mi estudiante se convierte en mi familia. Y un Hatake no permite que amenacen a su familia.
Después de las palabras firmes de Sakumo, Danzo supo que no podía presionar más la situación en ese momento. Con resignación, decidió dejar el asunto por el día y se preparó para retirarse. Sin embargo, antes de partir, dejó una amenaza velada en el aire que resonó en la habitación.
—Sarutobi, espero que estés vigilando al nuevo carcelero del Kyubi. Lady Mito no vivirá por mucho tiempo, y si no podemos mantener al Kyubi como arma de Konoha, solo mostraremos debilidad ante las demás aldeas. Eso solo demostraría tu incompetencia como Hokage.
Las palabras de Danzo provocaron un estallido de furia en Tsunade, quien estaba indignada por la presunta muerte de su abuela y el insulto a su maestro. Estaba a punto de refutarlo con vehemencia, pero Hiruzen negó con la cabeza, indicándole que no valía la pena. En lugar de eso, el Tercer Hokage respondió a Danzo con calma y seguridad.
—Seguro, Danzo. Puedes estar tranquilo. Soy el único Hokage de la aldea, por lo que me comprometo a velar por el bien de Konoha.
Estas palabras de Hiruzen hicieron que Danzo, quien había pensado que se iba con una parcial victoria, se mordiera la lengua. Le recordaron que, a pesar de sus maquinaciones y manipulaciones, era Hiruzen quien ocupaba el puesto que siempre había deseado. Con una expresión de insatisfacción, Danzo finalmente se retiró de la oficina del Hokage
Después de unos minutos desde la partida de Danzo, la tensión en la habitación comenzó a disiparse. Tsunade se acercó a Sakumo, rodeando su cuello con su brazo y abrazándolo con fuerza, obligándolo a bajar la cabeza mientras se burlaba y reía de él.
—Hey, Sempai, ¿cómo fue eso que dijiste? ¿Un estudiante es parte de la familia y un Hatake no permite que dañen a su familia? ¡Jajaja! ¿Nuestro solitario pequeño lobo plateado está siendo sobreprotector con su estudiante? —se burló Tsunade, divertida por la situación.
Sakumo, cuya expresión estaba oculta tras su máscara, se liberó de Tsunade utilizando el Kawarime no Jutsu, reemplazándose con uno de los pedazos de la mesa destruida. Mientras se acomodaba, respondió a la burla de Tsunade.
—El mocoso aún no superó la prueba —dijo Sakumo con calma, sin dejar que la burla de Tsunade lo perturbara.
Después de este intercambio, Sakumo dirigió su mirada hacia la esfera de cristal, donde se mostraban imágenes de lo ocurrido en el Bosque de la Muerte. Tsunade, al darse cuenta de que no sacaría más información de su Sempai, también se acercó a la esfera para ver el contenido.
Hiruzen, observando la escena con una sonrisa, inyectó chakra en la esfera, mostrando una imagen de un joven vendándose y desinfectando sus heridas. Además, en un rollo en blanco, apuntaba lo que parecía ser información importante sobre su ultimo enfrentamiento.
Continuara...