—Siempre cenamos juntos, como una gran familia y la comida es preparada por nosotras las mujeres. Todos participan —las palabras de Haylia interrumpieron sus pensamientos una vez más y Cassandra desvió la mirada de la chica que miraba fijamente hacia ella.
Otra mujer mayor habló.
—Los hombres traen la caza de su cacería. Las mujeres cocinan. Todos comemos.
Cassandra asintió con la cabeza en señal de entendimiento pero su garganta se secó. Aunque no fuera la hija favorita en su hogar, nunca había cocinado nada en toda su vida.
Las princesas en su tradición no debían hacer esos quehaceres. Debían lucir bellas, vestir espléndidamente y cuidar su piel. Con Lotus alrededor, la mayoría del trabajo de Cassandra era manejado por sus sirvientas.
Pero este lugar no era el palacio de su padre. Estaba acostumbrada a manejarse por sí misma y era una aprendiz rápida, podría intentar y aprender esta nueva habilidad.
La pregunta surgía, ¿había alguien dispuesto a enseñarle?
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